María Estela García Concileón
Instituto Mora
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 49.
El centenario de la revista cultural tuvo un brillante proceso de crecimiento a partir de que el periodista especializado en cine se hizo cargo de su dirección, tres años después de fundarse. Incorporó una variante de herramientas impactantes para su difusión y, sobre todo, animó el debate acerca de la cultura en sus páginas.
El periódico El Universal surge en México en octubre de 1916, después de la lucha armada revolucionaria. Siete meses más tarde, cuando el país inicia un periodo de pacificación a partir de la validación del constitucionalismo, se incorpora los jueves, junto a la edición del periódico, la revista El Universal Ilustrado como suplemento de divulgación. En sus inicios, la publicación semanal navegó a la deriva bajo la dirección sucesiva de los periodistas Carlos González Peña, Xavier Sorondo y María Luisa Ross (también colaboradora de El Universal). En el caso de Ross, desde que asumió la dirección en 1917, quiso hacer un semanario hogareño. Insertó en sus páginas retratos de damas y niños, estableció secciones de recetas útiles, de consejos para las mamás y lecciones de bordado. Publicó artículos sobre la hora del té, entre otros. La intención fue buena, pero sus textos eran en su mayoría aburridos.
El vuelco del semanario comenzaría el 4 de marzo de 1920, cuando la casa editorial designó como director a Carlos Noriega Hope, un joven que abandonó sus estudios de abogado para dedicarse al periodismo y quien se había especializado en cine y acababa de regresar de Los Ángeles enviado para cubrir información sobre la boyante industria cinematográfica. El nombramiento se justificaba por sus artículos y crónicas de cine, sus reportajes y un premio obtenido como narrador en un certamen. Su juventud se reflejó en la edición que se transformó de manera incesante desde que se hizo cargo a partir del número 148. Cada dos o tres números suprimía secciones, inauguraba otras, cambiaba la presentación, introducía modificaciones que la renovaban.
Noriega Hope fue uno de los promotores del periodismo cultural. Se dedicó a él desde los 23 hasta los 38 años, en que falleció. Se consagró en cuerpo y alma de manera particular a El Universal Ilustrado y durante cerca de tres lustros fue su animador. En el número del 10 de mayo de 1923 narró lo que representaba su victoriosa batalla de cada semana:
Si en alguna actividad humana se requiere intuición, esa actividad es el periodismo. Por más que la práctica logre dar los postulados exactos, hay un margen inmenso, nunca previsto, siempre aguardado con paciencia, que no vacilo en llamar intuitivo. Y es que, a la manera de un observador dramático, el periodista sólo ve al tiempo con largas miradas interminables, al tiempo, que está siempre preñado de noticias.
Noriega Hope define esa intuición como “el sexto sentido que nos indica lo que es periodístico”, y explica: “El Universal Ilustrado se hace solo. Es decir, va sedimentándose cada ocho días gracias al proceso de la intuición, hasta plasmar cada número. Como todas las obras del periodismo moderno, es una obra común.” Más lejos dice:
“Los periódicos tienen que renovarse y mientras ese afán de renovación sea más perfectible, el periódico será mejor […] La tarea es bastante pesada. Lo más fácil, realmente, en un periódico ilustrado es guardar una proporción juiciosa, una ponderada arquitectura, en cada número”.
En unos comentarios publicados en el número del 29 de septiembre de 1921, Noriega Hope hace lo que podría llamarse su profesión de fe: “El ideal de esta revista es un ideal frívolo y moderno, donde las cosas trascendentales se ocultan bajo una agradable superficialidad. Porque es indudable que todos los periódicos tienen su fisonomía y su espíritu, exactamente como los hombres.” Indica allí algunas de esas modalidades y agrega: “Los hay frívolos y aparentemente vacíos, pero que guardan, en el fondo, ideas originales y una humana percepción de la vida. Quizá este semanario, dentro de su espíritu frívolo, guarda el perfume de una idea.”
Casi en paralelo a sus inicios como director de El Universal Ilustrado, otro periodista mexicano, Pedro Malabehar, fundaba en abril de 1920 el semanario Zig-Zag, y durante dos años de vida se convertiría en un rival digno que estimuló a Noriega Hope a superarse en cada número de su revista. Cuando Zig-Zag sucumbió, en junio de 1922, el joven director brindó generosamente las páginas del Ilustrado –como algunos solían llamarlo– a quienes allí colaboraban y llevó al magazine al primer puesto en el periodismo cultural de la época. El espíritu abierto del director a todas las tendencias nacionales e internacionales –tanto artísticas como políticas—, aunado a un grupo activo de redactores y corresponsales, permitió que sirviese para la propagación del nuevo ambiente intelectual.
Los contenidos
Uno de los rasgos característicos del Ilustrado fue su atención al cine. Los artículos de Noriega Hope sobre Hollywood ayudaron a incrementar la circulación del semanario. Se apoyó en una batería de cambios que contribuyeron al éxito de la publicación como la reproducción de fotos de actrices de Hollywood en la portada y en páginas interiores, la contratación de ilustradores y dibujantes –especialmente Cas, Duhart y Audiffred–, para encargarse de la publicidad, y estimuló a “cineastas”, actores y directores de películas, como crítico y comentarista de “ese pequeño arte que tanto amamos”, según palabras del cronista Marco Aurelio Galindo, al cual Noriega Hope citaba humorísticamente.
Aparte del grupo de jóvenes cronistas de cine que tuvieron cabida en sus páginas como el mencionado Galindo y Juan Bustillo Oro, dio espacio a los estridentistas, un grupo que nació e irrumpió en los últimos días del mes de diciembre de 1921 con la aparición de la hoja volante Actual N° 1, redactada y firmada por Manuel Maples Arce. De ese grupo destacaría Arqueles Vela, el prosista por excelencia del estridentismo, quien se integraría a la redacción desde comienzos de 1922. Allí publicó artículos y crónicas con un tono moderno manifestado por la ruptura con el léxico periodístico tradicional, una sensibilidad particularísima en el enfoque del objeto tratado y una amplia información de la literatura nacional y europea, en especial de la francesa. El escritor y poeta argentino Luis Mario Schneider afirma que el estridentismo no habría logrado la difusión que tuvo si Noriega Hope no hubiese estado al frente del semanario.
Una de las características que daban agilidad a El Universal Ilustrado eran las encuestas breves con escritores y los temas polémicos y de actualidad. Así, el 30 de noviembre de 1922 el semanario consultó a un grupo de escritores acerca del estado de la poesía en México, entre otros a Maples Arce, el Doctor Atl, Gregorio López y Fuentes y Enrique Fernández Ledesma. Otra encuesta, hecha siete días después por Febronio Ortega, el más hábil de sus reporteros, reunió la opinión de escritores de distintas generaciones bajo el tema: “¿Cuál es el escritor más malo de México?”
El 20 de noviembre de 1924 apareció publicada una nota firmada por José Corral Rigan -seudónimo de Carlos Noriega Hope, Arqueles Vela y Febronio Ortega-, titulada “La influencia de la revolución en nuestra literatura”. El artículo, según Schneider, escondía cierta violencia al afirmar que “los escritores de la revolución no son los que estuvieron en la revolución”. El artículo afirmaba, a grandes rasgos, que de allí habían surgido un gran pintor, Diego Rivera; un gran poeta, Maples Arce; y un futuro gran novelista, Mariano Azuela. El artículo, decía, no tenía otro objetivo que el de esclarecer el pensamiento de quienes pensaban que la renovación literaria puede ser propia sin copiar otros movimientos surgidos en Europa.
Justo un mes más tarde, Julio Jiménez Rueda inicia una interesante polémica en El Universal Ilustrado con su artículo “El afeminamiento de la literatura mexicana”. Luego de apuntar “que nuestra vida intelectual ha sido siempre artificial y vana”, se pregunta “por qué este México nuevo carece de una expresión que lo testimonie”. Más adelante dice que se extraña que en catorce años de lucha transformadora “no haya aparecido la obra poética, narrativa o trágica que sea compendio y cifra de las agitaciones del pueblo en todo este periodo de cruenta guerra civil, apasionada pugna de intereses… el pueblo ha arrastrado su miseria ante nosotros sin merecer tan siquiera un breve instante de contemplación.”
Francisco Monterde, interesado en apuntar la importancia de Mariano Azuela, entonces un novelista poco conocido, le respondió en el mismo periódico que “existe en la actualidad una literatura mexicana viril que sólo necesita, para ser conocida por todos, de una difusión afectiva”. Sin embargo, está de acuerdo con Jiménez Rueda en que “faltan verdaderos críticos mexicanos, críticos en ejercicio constante, que se encarguen de orientar al público sobre los nuevos valores [… y] por falta de críticos, el público de México no lee las obras mexicanas; prefiere comprar las extranjeras que vienen precedidas del prestigio de que las rodean los críticos de otros países.”
El periodismo no desaprovechó la oportunidad de opinar respecto a estos debates que podían rendir óptimos frutos. El semanario anunció en sus páginas la publicación por entregas de Los de Abajo el 29 de enero de 1924, en el suplemento La Novela Semanal de El Universal Ilustrado, el cual desde 1922 publicaba los jueves cuentos y novelas cortas para estimular a los escritores, en el cual aparecieron colaboraciones de Arqueles Vela, José Juan Tablada, Gilberto Owen, por mencionar sólo algunos. Esto incidió en la importancia de la novela de la revolución.
Carlos Noriega Hope fue el nuevo editor de Los de Abajo, aunque serían los estridentistas los primeros en publicarla de forma verdaderamente seria cuando Maples Arce colaboraba en el gobierno del general Heriberto Jara, en Xalapa.
De este modo, Noriega Hope contribuyó en la búsqueda de una narrativa moderna que buscaba deshacerse de viejos textos cargados de romanticismo, y se ocupó de la problemática existencial de hombres y mujeres que enfrentaban los cambios culturales y se adaptaban a una nueva forma de vida más cosmopolita.
Un impulsor del cine
Carlos Noriega Hope se incorporó en 1919 al grupo de redacción de El Universal desde el cual comenzó a escribir sus primeras crónicas cinematográficas. Sus constantes viajes por la república y sus estancias y recorridos por Estados Unidos lo relacionaron con gente y costumbres, hasta conocer a fondo ambos países.
Se desempeñó como ayudante técnico de antropología al lado de Manuel Gamio, indigenista que se encontraba al frente de la dirección de Antropología de la Secretaría de Agricultura y Fomento en 1918, año en que dicha dirección estaba dedicada al estudio exhaustivo del valle de Teotihuacán. Noriega colaboró con el capítulo “Apuntes etnográficos” de la obra La población del valle de Teotihuacán, publicada en 1921.
Sin embargo, tenía otras preocupaciones y proyectos relacionados con el periodismo y el cine. Desde febrero de 1919 publicó colaboraciones sobre el séptimo arte tanto para El Universal como para El Universal Ilustrado, entonces dirigido por Xavier Sorondo. Y a mediados de 1919 se hizo cargo de la columna de cine “Por las pantallas” de El Universal, en la que se comentaban los estrenos en la capital, y que hasta entonces estuvo a cargo de Hipólito Seijas (seudónimo de Rafael Pérez Taylor).
El entusiasmo que mostró Noriega Hope por las cintas estadunidenses durante 1919 tuvo su recompensa: el 28 de diciembre de ese año salía por tren rumbo a Los Ángeles comisionado por el periódico para que conociera por dentro “la capital del cine”. La nota de despedida que se le dirigió confiaba en que las enseñanzas del viaje le sirvieran en el futuro “para tornarse en un maestro de la crítica cinematográfica”. Esto muestra que El Universal buscaba en esos tiempos impulsar la profesionalización del nuevo oficio.
Noriega Hope fue introducido en el ambiente cinematográfico por Manuel R. Ojeda, un mexicano que llevaba algún tiempo trabajando como extra y actor secundario en el cine de Hollywood. Visitó los estudios de Hollywood a su lado, conversó con las estrellas y los astros de la pantalla y escribió una docena de artículos a los que llamó “la capital del cine”, con el subtítulo de “Apuntes de viaje de un repórter curioso”, los cuales fueron reunidos después, junto a otros trabajos, en El mundo de las sombras. El cine por dentro y por fuera, editado por Botas en 1920.
La parte más sustanciosa de El mundo de las sombras la forman los capítulos en los que su autor describe Hollywood. Su propósito principal era “visitar todos los estudios de Los Ángeles y adquirir los secretos de la técnica y entrevistar a las estrellas cinematográficas”. En efecto, Noriega Hope entrevistó a personajes famosos del cine mudo como Mabel Normand, Douglas Fairbanks, Max Linder y Mary Pickford, y accedió a los sets para verlos desempeñarse ante las cámaras.
Hacia 1919, los artistas que estaban en el gusto de la gente eran Mary Pickford, Margarita Clark, Mae Murray, Douglas Fairbanks, Francesca Bertini y Max Linder. En el caso de las actrices, algunas revistas, incluyendo El Universal Ilustrado, lanzaban concursos para acertar quién sería elegida como la “reina del cine” en México. Para 1920 los resultados mostraban que Francesca Bertini, Mabel Normand, Pearl White, Pina Menichelli y Mary Pickford eran las preferidas.
Sin embargo, buena parte de la celebridad de estos hombres y mujeres se debía -como escribió Noriega Hope- a las argucias publicitarias de los “emborrona-cuartillas adscritas a cada estudio”, que narraban “con elocuencia la vida, aventuras y disgustos conyugales de las estrellas”, y los periodistas mexicanos formaban parte también de ese juego.
Simultáneamente, durante su viaje pudo “adquirir los secretos de la técnica” en cuanto a fotografía y maquillaje, lo que le sirvió para conocer los nuevos términos con que se designaban ciertas actividades propias del cine. Así, El mundo de las sombras es el primer libro mexicano en cuyas páginas aparecen los términos angloparlantes como studio, sets, mak-up, casting, camera-man, extras ––que por cinco dólares diarios hacían “atmósferas en cualquier película”– y close-up, es decir, “busto o fotografía del rostro y el tórax únicamente”.
De regreso a México en la primavera de 1920, y antes de que le encargaran la dirección del El Universal Ilustrado. Noriega Hope siguió escribiendo crónicas –lo hacía con el seudónimo Silvestre Bonard– sobre el cine mundial y la actividad cinematográfica naciente en México. Su manera de narrar las impresiones que había recibido en Estados Unidos y la novedad de enfoque en la visión de aquel ambiente exótico puesto de moda por las películas mudas, le dieron el rápido éxito que esperaba. Su interés por la cinematografía mexicana lo llevó a estimular a actores y directores. Fue un animador entusiasta de la primera versión en cine de la novela Santa, de Federico Gamboa.
PARA SABER MÁS:
- Miquel Rendón, Ángel, Por las pantallas de la ciudad de México. Periodistas del cine mudo, Guadalajara, Universidad de Guadalajara, 1995.
- Schneider, Luis Mario, “El vanguardismo”, en Ruptura y continuidad. La literatura mexicana en polémica, México, FCE, 1975.
- El Universal Ilustrado, en https://cutt.ly/9txbiev
- Un siglo de El Universal Ilustrado, en https://cutt.ly/ItxbtXG