Una expedición tras las huellas de Hernán Cortés

Una expedición tras las huellas de Hernán Cortés

Carlos Maltés González
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 63.

Francisco del Paso y Troncoso documentó y fotografió en 1890 la antigua Cempoala, en Veracruz, el primer asentamiento descubierto por el conquistador español cuatro siglos antes. Fue una expedición fructífera que incluyó otras zonas selváticas y que sirvió al historiador y explorador para demostrar que se podía hacer arqueología de campo.

Mapa que muestra la expedición a Cempoala de Francisco del Paso y Troncoso, 1890-1891. 

En 1890, un momento en el que la arqueología era concebida como una aventura, ligada a antiguas y misteriosas ruinas y civilizaciones devoradas por la selva, la Expedición Científica de Cempoala se planteó después de la invitación que le hiciera el gobierno español al de México para participar en la gran Exposición Histórico-Americana, que se realizaría en octubre de 1892 en Madrid, para conmemorar el cuarto centenario del descubrimiento de América. El principal objetivo fue el de recopilar la mayor cantidad posible de materiales arqueológicos para ser presentados en la exposición. Para esto se comisionó al médico veracruzano Francisco del Paso y Troncoso (Veracruz, 1842-Florencia, 1916), egresado de la Escuela Nacional de Medicina en donde se tituló con un trabajo acerca de la historia de esa disciplina en México, profesor de náhuatl en la Escuela Nacional Preparatoria y director del Museo Nacional desde 1889.

Del Paso y Troncoso vio en esta expedición la oportunidad de realizar una investigación histórico-arqueológica en su estado natal para, en primer lugar, explorar el primer asentamiento fundado por Hernán Cortés en 1519, la primera Villa Rica. En segundo término, estaba el de realizar excavaciones arqueológicas en la antigua Cempoala, en el poblado llamado El Agostadero, sitio fundamental para la historia de la conquista de México, ya que se trataba del primer asentamiento descubierto por Cortés, que sería descubierto por segunda vez por Del Paso y Troncoso. Asimismo, era la oportunidad para demostrarle a la comunidad académica que podía realizar arqueología de campo y no únicamente dedicarse a la investigación documental o de gabinete.

Así, los miembros de la expedición de Cempoala zarparon de Veracruz el 22 de agosto de 1890 a bordo del cañonero de guerra Independencia. En el barco viajaban, junto con el director del Museo Nacional, los oficiales Romero y Castillo, el fotógrafo Rafael García y ocho zapadores, los cuales posteriormente serían aumentados a 40.

Glorieta de Las Chimeneas, No. 68, 1892, inv. 418906, SINAFO-FN. Secretaría de Cultura-INAH-MÉX. Reproducción autorizada por el INAH.

Del Paso y Troncoso encontró el asentamiento arqueológico de Villa Rica en las inmediaciones del Peñón de Bernal, realizando buceos y recuperando materiales coloniales tales como monedas, cuchillos, etc. En las fotos con las que se cuenta sobre la expedición se ve al buzo entrando y saliendo del agua. Las labores arqueológicas subacuáticas debieron de ser muy complicadas, en una época en la que se buceaba con escafandras conectadas por una manguera a la superficie, por la cual se le bombeaba oxígeno al buzo.

En El Agostadero, tras realizar los primeros recorridos y la limpieza de los antiguos edificios de la ciudad abandonada, Del Paso y Troncoso determinó que efectivamente el sitio arqueológico se trataba de la Cempoala histórica.

El 12 de septiembre de 1890, en plena temporada de lluvias, Del Paso y Troncoso escribía una carta a manera de informe, al secretario de Justicia del gobierno porfiriano, licenciado Joaquín Baranda, en la que narraba:

La exploración de esta ciudad, famosa en la historia, ha rendido brillante resultado. La población totonaca que hace cerca de 400 años quedó abandonada y estaba cubierta ya de vegetación tropical, va saliendo como por encanto de su letargo secular y se nos presenta espléndida, majestuosa, imponente, revelándonos cuán superior debía ser la metrópoli del imperio azteca, cuando la capital de una provincia tenía proporciones tan grandiosas.

Más adelante agregaba:

He organizado dos cuadrillas de trabajadores, una exploradora que va descubriendo monumentos y otra de roza y que los limpia, hace desmontes alrededor y abre brecha de unos a otros; los zapadores que se han conducido admirablemente en marchas y desmontes, están en la segunda cuadrilla y servirán después para las excavaciones. Los ingenieros Romero y Castillo trabajando con ardor juvenil, forman el croquis, y el fotógrafo García saca vistas de los monumentos. La estación es mala, pero sufrimos con buena voluntad sus penalidades por tratarse de obra tan patriótica.

Así, durante la expedición, Paso y Troncoso se enfrentó a las inclemencias de la lluvia y de las condiciones naturales en general, en medio de la selva costera de Veracruz, con altísimos niveles de humedad. Esta situación dificultó el registro fotográfico al tener el fotógrafo que batallar con la lluvia y con las placas de vidrio de gran tamaño, la incomodidad de la cámara, la dificultad para tener condiciones luminosas aceptables debajo de los árboles y un sinfín de contingencias que Rafael García logró sortear. No olvidemos que la fotografía era una labor mucho más compleja y pesada, literalmente, de lo que es hoy en día.

Templo de Las Chimeneas, lagartija, No. 70, 1892, inv. 418904, SINAFO-FN. Secretaría de Cultura-INAH-MÉX. Reproducción autorizada por el INAH.

Sin embargo, y a pesar de las dificultades, las labores de excavación en Cempoala comenzaron en septiembre y se veía un panorama alentador en cuanto a los hallazgos, ya conociendo que se trataba de un sitio de dimensiones monumentales: “Para no perder el tiempo, he dispuesto que comiencen las excavaciones, iniciándolas en la meseta de una de las pirámides almenadas con éxito tal, que al descubrir el hormigón del terrado hallamos escalones, entradas de puertas y una abertura rectangular en el piso”.

En abril de 1891 las excavaciones en Cempoala terminaron y Del Paso y Troncoso consideró conveniente realizar visitas y registrar fotográficamente otros sitios de la región, tales como Quiahuiztlan y El Tajín.

Las notas de Del Paso y Troncoso, reunidas y ordenadas por el historiador Jesús Galindo y Villa, fueron publicadas 20 años después de concluida la expedición y hasta donde sabemos Francisco del Paso y Troncoso nunca escribió sobre los resultados de su experimento histórico-arqueológico en Cempoala.

El registro visual de la expedición consistió en la toma de fotografías, de las cuales actualmente se conocen 124 negativos que se conservan en la Fototeca Nacional y 30 dibujos basados en las mismas por parte del célebre artista plástico José María Velasco, algunos de los cuales fueron presentados en Madrid en 1892 y 14 se publicaron posteriormente en los Anales del Museo Nacional.

Las fotografías de Rafael García

Las fotografías de Rafael García son negativos y positivos en albúmina en tamaño de 6×8 pulgadas, de una gran calidad técnica, conservadas actualmente en la Fonoteca Nacional, en la cual durante muchos años estuvieron adjudicadas erróneamente al fotógrafo italo-alemán Teoberto Maler. En la mayoría de las imágenes aparecen los trabajadores, los zapadores del ejército, realizando sus labores: el buzo entra y sale del agua, los trabajadores usan sus herramientas, picos, palas, hachas y machetes, etc. Cierta rigidez en los cuerpos de los fotografiados, que en la mayoría de los casos están posando y viendo a la cámara, denotan la preparación de las escenas.

Templo mayor, ángulo NE, trabajadores pasando, No. 57, 1892, inv. 418991, SINAFO-FN. Secretaría de Cultura-INAH-MÉX. Reproducción autorizada por el INAH.

En muchas de las imágenes vemos a Francisco del Paso y Troncoso, distinguible por su indumentaria de explorador porfiriano, también posando. Es probable que la lentitud del proceso de toma de la imagen les haya dado tiempo de posar y de acomodarse. En cualquier caso, es evidente que no se trató de improvisar, sino de que las tomas fueran cuidadosamente planeadas.

Los edificios se nos presentan antes y después de ser excavados, así como durante el proceso de desmonte. Hay una preocupación por registrar que el trabajo se hizo de manera correcta para los usos de la época, mostrándonos el estado de ruina de los edificios y la manera en que fueron limpiados y excavados. En otras imágenes se ven hallazgos tales como los casos de la escultura del Chac Mool, así como fragmentos de ollas y diversas vasijas.

El caso del Chac Mool merece una mención aparte porque conocemos de primera mano las razones que llevaron a Del Paso y Troncoso a registrar fotográficamente esta escultura:

Apareció la cabeza de un ídolo que estaba enterrado debajo del piso, y que cuando se descubrió por completo se ha visto ser muy semejante al que vulgarmente se conoce con el nombre de Chac Mool y que en nuestro museo se conserva. Por ser deleznable la materia de que está formado, considero muy difícil su transporte, pero voy a mandar hacer copia fotográfica, que no se ha podido sacar porque hace dos días tenemos temporal que ha interrumpido el trabajo.

Como podemos ver en la carta, Del Paso y Troncoso concibe a la fotografía como un importante medio para el registro, especialmente ante la inminente desaparición de la escultura, lo que efectivamente sucedió en algún punto del trayecto de Cempoala a la ciudad de México, al Museo Nacional. Para ese entonces, y prácticamente desde su invención y hasta la actualidad, la fotografía se convirtió en una valiosa herramienta para el registro arqueológico y para la conservación de materiales antiguos. Si no fuera por la referida imagen, hoy en día no conoceríamos la escultura.

Templo de las Caritas, N° 38, 1892, inv. 418716, SINAFO-FN. Secretaría de Cultura-INAH-MÉX. Reproducción autorizada por el INAH.

Otras fotografías muestran el paisaje del lugar, la playa, el río Actopan, el río Chachalacas, algunos poblados o rancherías, así como algunos grupos de totonacos habitantes de la zona. Observamos a la vegetación cerrada rodeando a los edificios y a los personajes, casi comiéndoselos. También hay retratos de grupo de los zapadores del ejército con sus uniformes.

 La arqueología

Hay dos protagonistas en el registro que hizo el fotógrafo García de la expedición de Cempoala. El primero, indudablemente, es Del Paso y Troncoso, presente en muchas de las imágenes, posando siempre como el explorador-arqueólogo tal como el mismo se concebía. El segundo protagonista es la expedición misma, la lucha contra los elementos naturales, la manera de viajar hasta llegar al sitio, cómo se realizaron los trabajos, la organización de los trabajadores, los hallazgos y el arqueólogo como el jefe. En este sentido, me parece que, si bien no existe un texto escrito por Del Paso y Troncoso en el que se describan los resultados y vicisitudes del proyecto, más que un par de cartas dirigidas al secretario de Justicia de la época, las fotografías, a manera de narrativa visual de la expedición, ayudan a descifrar cómo se realizaron los trabajos arqueológicos tal cual relato de aventuras en un momento en el que la naciente disciplina luchaba para abrirse paso más allá de las luchas de poder del porfiriato, logrando su institucionalización con la creación de la Inspección Nacional de Monumentos Arqueológicos comandada por el ingeniero civil Leopoldo Batres y los cursos e investigaciones del Museo Nacional sobre el pasado prehispánico, bajo el mando de Del Paso y Troncoso. Institucionalización que respondió a un discurso político-científico en el que la arqueología y la representación visual del pasado serían las encargadas de buscar los orígenes comunes y gloriosos del pueblo mexicano en la época prehispánica y mostrarlos a la humanidad, en este caso, en la Exposición Histórico-Americana de Madrid en 1892.

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