Poder y militancia Gustavo Díaz Ordaz y Heberto Castillo

Poder y militancia Gustavo Díaz Ordaz y Heberto Castillo

Guadalupe Villa G.
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm.  42.

Los violentos sucesos de 1968 tienen, entre sus protagonistas, dos personajes clave en las antípodas del país que querían por entonces. El presidente Gustavo Díaz Ordaz, como responsables de las acciones políticas que tomó el Estado para enfrentar las demandas estudiantiles y, por el otro, el profesor Heberto Castillo como partícipe de las protestas, preso del régimen y uno de los líderes emblemáticos del largo proceso democrático que siguió a aquellos días. Ambas visiones encontradas se presentan en dos entrevistas que aquí reproducimos. Díaz Ordaz aborda, además, el tema de las olimpiadas como un compromiso prioritario para México y frente al mundo que no podía, al costo que fuera, frustrarse.

En 1968 el mundo entero parecía convulsionarse: Martin Luther King vocero de los derechos civiles afroamericanos fue asesinado en Memphis, Tennessee; el senador por el Partido Demócrata Robert Kennedy corrió la misma suerte en Los Ángeles, California, cuando buscaba la nominación para la presidencia de Estados Unidos; el Comité Olímpico Internacional (coi) excluyó a Sudáfrica de los juegos olímpicos debido a su política racista de apartheid; entre mayo y junio cobraron fuerza las protestas iniciadas en París por grupos estudiantiles a los que se sumaron obreros, diferentes sindicatos y miembros del partido comunista. La gran revuelta estudiantil y el exitoso llamado a la huelga general fueron sucesos que irradiaron a diversos países europeos y latinoamericanos, entre ellos, México. Sumado a estos acontecimientos, la República Socialista de Checoslovaquia fue invadida por la Unión Soviética.

En México, diversos hechos captaron el interés de un público atento a las noticias cotidianas: la muerte de diversas personalidades de la cultura y la política, como el compositor Ignacio Fernández Esperón (Tata Nacho); la cantante Fanny Anitúa; el poeta León Felipe (Felipe Camino Galicia de la Rosa); el pintor Roberto Montenegro y el abogado, filósofo y dirigente obrero Vicente Lombardo Toledano.

En nuestro país se instrumentó, por primera vez, un programa cultural que acompañó al olímpico de competencias deportivas, rescatando el espíritu griego de cultivar alma y cuerpo. El programa incluyó, entre otras actividades: la Ruta de la Amistad; encuentros de poetas y escritores; programas de ballet, teatro y música; muestras pictóricas; documentales sobre México trasmitidos por televisión y cine; el espectáculo en varios idiomas (náhuatl, español, inglés y francés) de luz y sonido en Teotihuacán. Todas estas manifestaciones culturales se abrieron paso deslumbrando a propios y extraños. De todas partes del mundo llegaron fotógrafos y reporteros encargados de cubrir las noticias relacionadas con los juegos olímpicos y para retratar y entrevistar a las personalidades más sobresalientes en el ámbito de la política y de la cultura.

En medio del ambiente ya festivo, iniciado con el programa cultural tan rico y variado, principiaron en la ciudad de México las protestas estudiantiles a las que el cronista de la ciudad, Salvador Novo, se refirió como “grande lástima que la buena atmósfera de que México goza, tan laboriosamente conseguida, vaya a empañarse con los desmanes a que, en imitación de los ocurridos en París, se han entregado los estudiantes. Ya imagino lo que estarán diciendo los periódicos en el extranjero. Y cómo, en alguna medida si esto no se remedia pronto, puede perjudicarse la celebración, ya tan próxima, de los juegos”.

La descomposición de la ciudad y sus habitantes pronto se dejó sentir. La sociedad se polarizó a favor y en contra de los estudiantes. La gente no encontraba respuesta a interrogantes como ¿qué pretendían, que combatían y quiénes los movían?

            “Cruzar por el Zócalo bordeado de autobuses policiacos alertas a los imprevisibles movimientos de los muchachos … era ominoso y triste”, escribió Novo.

Pronto la policía fue relevada por el ejército “para que –señaló el cronista- este cumpliera su misión constitucional de preservar un orden que los estudiantes se empeñaban en quebrantar. Se rescató la Preparatoria, convertida en cuartel general de agitadores. Los ‘rebeldes’ son muchachos de catorce y 15 años, instrumento ciego de consignas oscuras”.

Al interior de Ciudad Universitaria se manifestó la misma controversia existente en el resto de la población pues había numerosos maestros y alumnos en desacuerdo con la huelga que interrumpió abruptamente el ciclo escolar despojándolos de sus aulas y cubículos de trabajo. En la Facultad de Filosofía y Letras el auditorio Justo Sierra fue tomado por los dirigentes del movimiento, rebautizándolo como “Ché Guevara”.

En la ciudad, los sucesos estudiantiles provocaron que la gente prácticamente se ausentara de la oferta cultural que las XIX olimpiada ofrecía. En algunos teatros hubo de acuerdo con el escritor “menos público que el que presenciaría un ensayo”. Las personas preferían estar a cubierto que exponerse en la calle.

El 18 de septiembre el ejército recuperó las instalaciones de Ciudad Universitaria, ocupada por los huelguistas. Los corresponsales acreditados en México para trasmitir a sus respectivos países el desarrollo de los juegos olímpicos, se encargaron de dar a conocer los sucesos ocurridos el 2 de octubre en Tlatelolco, narrando la brutalidad con la cual el mitin convocado en la Plaza de las Tres Culturas, había sido reprimido por el gobierno federal.

A diez días de la tragedia, se inauguraron solemnemente los XIX Juegos Olímpicos que culminaron el 27, no sin conmoción, pues en algún momento hubo un acto fuera de toda formalidad cuando los atletas afroamericanos Tommie Smith y John Carlos levantaron sus brazos derechos mostrando en cada puño un guante oscuro, Black Power, la señal a favor de los derechos civiles de los negros en Estados Unidos.

 Quince días de cordial hospitalidad mexicana –escribió el cronista-, de creciente entusiasmo, fraternidad profesada por México, recibida con asombro primero y enseguida correspondida con efusión por nuestros huéspedes olímpicos hasta su estallido en el júbilo con que fuera de todo programa o protocolo se lanzaron ellos a danzar, saludar … gritar de alegría en un estadio redondo como el mundo y lleno como él de gente de todas las razas confundida, fundida, identificada y feliz.

Con la cena ofrecida por Pedro Ramírez Vázquez a los altos ejecutivos involucrados en la fiesta olímpica, se cerró la celebración en el hotel María Isabel: El áspic que integraba el mousse de jamón Westfalia lucía la paloma de la olimpiada; el consomé al jerez recibió como picatostes los aros olímpicos; “los pollitos –describió Novo- rellenos desfilaron con el logotipo México 68 en pasta de mil hojas sobre los platones, y el postre fue precedido por un apagón en que lucieron los vasos flameantes en recuerdo de la llegada del fuego olímpico”.

La matanza de Tlatelolco, la situación de estudiantes, dirigentes y distintas personalidades de la vida política y cultural de nuestro país encarcelados en Lecumberri, volvieron a cobrar fuerza en los medios y en la opinión pública, eclipsados momentáneamente por la Olimpiada.

A partir de entonces propios y extraños se darían a la tarea de tratar de explicar ese fenómeno que conmocionó al país, dejando una indeleble huella de luto ocasionada por la desmesura del autoritarismo presidencial.

Al cumplirse el cincuentenario de lo ocurrido en aquel año ‘68 BiCentenario recupera para sus lectores dos entrevistas que han sido editadas para el propósito: la realizada al presidente Gustavo Díaz Ordaz por el doctor Ernesto Sodi Pallares el 17 de noviembre de 1970, poco antes de que dejara su encargo, y la efectuada diez años después, con la perspectiva que da el tiempo, al ingeniero Heberto Castillo, como dirigente de la Coalición de Maestros de Educación Media y Superior Pro Libertades Democráticas –preso diez años atrás en Lecumberri-, por María Eugenia Ayala y Carmen Sanabria, el 2 de septiembre de 1978.

Cada uno, a su manera, hace un análisis sintético de aquellos días que oscilaron entre la represión y el luto, las muestras de solidaridad y la algarabía.


Las medidas políticas no fueron suficientes: Gustavo Díaz Ordaz

Con frecuencia he escuchado que se señala a México como pretendido líder político de Latinoamérica. La verdad es que nosotros los mexicanos no queremos ser líderes de nuestros hermanos latinoamericanos, sino simplemente hermanos de ellos; incluso nos hemos negado a ser considerados como hermano mayor. Queremos ser igualitariamente hermanos de todos.

No creo, doctor [que México llegue algún día a ser un país comunista], por nuestro temperamento somos más bien individualistas y, por otra parte, creo que la mayor parte de los mexicanos desearíamos seguir viviendo con lo que tenemos, con el bienestar que nos hemos ido labrando y con las libertades que disfrutamos, en lugar de adoptar un sistema distinto, independientemente de que para pequeñas minorías sí provoca cierta fascinación la doctrina.

Mire usted, doctor, desde luego los expresidentes no tuvieron ninguna intervención en la postulación del señor licenciado don Luis Echeverría. Que yo sepa, nunca la han tenido, como no la tendré yo cuando sea expresidente. La postulación del señor licenciado don Luis Echeverría dentro del Partido, se debió a las vigorosas corrientes que en ese sentido se manifestaron obvia, evidentemente en las filas del propio Partido Revolucionario Institucional y a las también evidentes cualidades del hombre, su vigor, su juventud, su salud física, su salud mental, su contexto ideológico, toda una vida de limpieza al servicio del país, todas sus indiscutibles virtudes ciudadanas.

Bueno, pues los principales problemas [que el gobierno saliente deja al entrante] son los derivados de nuestra pobreza ancestral, complicada desde el punto de vista económico, social, político, etc., con nuestro acelerado desarrollo de los últimos años; es decir, actualmente tenemos los viejos problemas y ya tenemos los nuevos problemas, aparte de todos aquellos en que fuera de nuestro control simplemente sufrimos las repercusiones del inquieto, del atormentado mundo en que vivimos.

No me ha interesado gran cosa lo que se ha dado en llamar “mi imagen”. He estado tan ocupado haciendo lo que he creído que debo hacer, que no he tenido tiempo de estar viendo cómo se publica lo que he hecho. Partí de un principio quizá equivocado –creo que por lo menos en teoría es cierto- de que el gobierno es una cuestión que le interesa a todos. En consecuencia, el gobierno no debe hacer publicidad costosa, sino simplemente informar. Yo me concreto a informar, pero claro, la información no tiene quizá la divulgación necesaria. Sin embargo, no creo que sea tan grave el caso como para que se haya hecho un daño igualmente grave al país, sino por el contrario. Mire usted, por referirme un poco más neutralmente al extranjero: se ha llevado una sistemática campaña en el extranjero para desprestigiarme a mí en lo personal, y mientras más acentúan sus ataques en los periódicos del exterior, resulta que mi cartel va creciendo y hoy tengo un cartel mucho mejor que el que tenía yo antes de que iniciara la campaña de desprestigio.

Quizá por la misma razón de esa especie de alergia que yo tengo a la cosa publicitaria, pero principalmente por un exceso de escrúpulo: como fui yo el que inicié la reforma legal para disponer, también legalmente, de determinado tiempo de todas las estaciones de radio y televisión, entonces no quise que se fuera a manchar ese acto de gobierno ni con la más ligera sombra de duda de que lo había hecho para beneficio personal. Entonces, en forma absolutamente escrupulosa no he querido utilizar un solo minuto de ese tiempo para beneficio del Gobierno. Eso le dará más vigor a la disposición y creo que entonces el próximo régimen estará en condiciones de utilizarlo con toda libertad y con toda efectividad para servir al país, que es al fin y al cabo de lo que se trata.

Bueno, para los números no soy de muy buena memoria, aunque tengo fama de tenerla excelente; pero vamos a ver si puedo recordar [cuánto dinero gastó México en las Olimpíadas y cuánto recuperó] Yo di –desde luego puede usted y quien quiera que le interese el dato-, yo di los datos principales en mi informe de 1969, el siguiente a la realización de los Juegos Olímpicos. Por su parte el Comité Organizador también ha rendido cuentas públicas –hay publicación al respecto-, minuciosas del dinero. Mire usted: en instalaciones olímpicas se gastaron muy cerca de 700 millones de pesos, más otros 200 y tantos que gastó el Departamento del Distrito Federal en obras viales complementarias para el acceso y desahogo de las instalaciones estrictamente olímpicas, por una parte; por otra, Villa Olímpica, si no recuerdo mal, costó poco más de 200 millones de pesos y Villa Coapa alrededor de 160. El total de gastos de Olimpiada es del orden, como se dice ahora, de 2, 200 millones de pesos. Se recuperó parte en las propias entradas que se cobraron para los espectáculos, en regalías de algunas concesiones –de radio, de televisión, de distintivos, etc., que teníamos registradas en la secretaría de Industria y eran propiedad autoral del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos, es decir, de México-. Se recuperaron, si no me equivoco, 130 millones, desde luego, de activos fijos, y se está recuperando ahora que ya se vendió totalmente Villa Coapa y se ha vendido una parte importante de Villa Olímpica, nada más que como todas las casitas y departamentos no se vendieron al contado, sino se vendieron a plazos, pues es una recuperación gradual. No le podría, pues, decir en este momento la cifra exacta de recuperación total a la fecha.

No, no creo, doctor [que el llamado movimiento estudiantil haya sido atacado políticamente demasiado tarde]. Mire usted, vamos a comenzar desde el principio: aquellos intentos subversivos de 1958 y de 1959, con base en sindicatos obreros, fracasaron. En ese momento se tomó la determinación de concentrar todo el interés en los estudiantes, en los jóvenes en general, en los estudiantes en particular y en los campesinos, y se ha desarrollado desde entonces una intensísima actividad para procurar sumar a los intentos de subversión, a estudiantes y a campesinos. Se fracasó también con los campesinos; no lograban más que ilusionar, desviar o desorientar a pequeños grupos, pero como el campesino es un hombre realista, serio, responsable, apegado a la tierra, un adulto que razona con serenidad, entonces cuando había grupos de campesinos desorientados, en cuanto se les explicaban las razones de algún acto o por qué estaban en determinada situación o se les concedía lo que justamente solicitaban –porque hay muchos de esos movimientos con un profundo fondo de justicia-, inmediatamente reaccionaban como hombres normales y volvían a la vida de la normalidad, sin mayores aspavientos ni violencia. En cambio, sí se logró llevar a los jóvenes a la violencia, sobre todo en el año de 1968. Pero desde 1958, 59 y todos los demás años se ha estado atacando políticamente el problema en muchas formas. La prueba quizá más evidente es que logró si no evitarse, si retrasarse por casi un decenio lo que pudo haber explotado mucho antes. Sí fue tratado políticamente, y hasta después, cuando hubo manifestaciones de violencia criminal, entonces hubo necesidad de tomar otras medidas, porque ya las simples medidas políticas no fueron suficientes, pero no es porque antes no se hubieren tomado medidas de carácter político.

Ni con el pensamiento, doctor [considero que se violó la autonomía] ni de la Universidad ni del Politécnico –que legalmente no tiene autonomía- ni de las universidades estatales –que sí tienen autonomía- ni de los institutos de enseñanza superior de toda la República – que no tienen autonomía legal-. En ninguno de ellos se intervino en su manejo interno jamás.

Pues oiga usted honradamente no conozco [el libro escrito por Octavio Paz sobre Tlatelolco] Si no me equivoco, en la época de lo que usted llama “consabidos sucesos de Tlatelolco”, el señor don Octavio Paz era nuestro embajador en la India… [y no renunció] ¡Qué cree usted que va a renunciar! Mire usted: muy cómodamente pidió que se le pusiera en disponibilidad; es decir, acudió al expediente burocrático de asegurar la “chamba” y prácticamente está con licencia indefinida. Eso es todo.

[¿La mayor pena que he tenido como presidente?] Olvidémosla, doctor.

No, doctor [no temo al juicio histórico] Estoy totalmente tranquilo con mi conciencia, estoy totalmente tranquilo conmigo mismo, que es lo más importante para estar sereno. El juicio de la historia lo espero con toda serenidad y confianza. No temo ni siquiera al juicio de mis contemporáneos. Sé, y los mexicanos saben, que en mi actuación ha habido aciertos y errores, pero que los errores han sido involuntarios; que todo cuanto he hecho, lo he hecho tratando de servir lo más eficazmente posible a México y si esforzarse en servir a la patria, si dedicar toda la vida, olvidarse de todo para entregarse totalmente a la tarea es juzgado negativamente por nuestros ciudadanos, entonces aun así aceptaría tranquilo, confiado el juicio de mis contemporáneos o de los que vengan después. Creo que me he esforzado, dentro de mis muy escasas capacidades, pero al máximo límite de ellas, para servir a mi patria, y por eso estoy tan tranquilo y tan confiado en el juicio de la historia y no temo absolutamente nada de ello. Al contrario: sólo tengo que agradecer profundamente al pueblo mexicano todo lo que me ha dado a cambio de tan poco que le he podido yo dar. Muchas gracias, doctor.


El movimiento cuestionaba el sistema: Heberto Castillo

Pienso que [La Coalición de Maestros de Educación Media y Superior] tuvo importancia porque por primera vez en muchos años, los profesores de la UNAM, del IPN, de Chapingo y de la Normal Superior, en una forma organizada le daban apoyo a un movimiento estudiantil. Un movimiento que había surgido del seno de la Universidad y del Politécnico y que había cuestionado, no solamente problemas de orden académico, o de relaciones entre profesores, alumnos y autoridades, sino a un movimiento que estaba cuestionando al sistema. Mucho se dice que el movimiento estudiantil de 68 no cuestionó al sistema, que sus puntos eran realmente superficiales, olvidando que el punto número uno -del pliego petitorio- la libertad de los presos políticos, estaba cuestionando todo el sistema político mexicano. Fue importante, en ese sentido, moralmente un apoyo a un movimiento en el inicio de él, la Coalición se formó el cinco o seis de agosto y la importancia fue, no tanto en la dirección del movimiento, lo he dicho muchas veces, que la Coalición participaba muy precariamente en la dirección del movimiento, inclusive, los representantes de la misma que éramos el profesor Eli de Gortari, el profesor Fausto Trejo y yo, pues poco interveníamos en las asambleas, aunque cuando lo hacíamos, tenía peso nuestra posición, pero sólo por el respeto que tenían los jóvenes ante los maestros que se solidarizaron con la lucha, me parece que la Coalición fue un gran soporte y que después de esto, vino el gran soporte del Consejo Universitario, que tuvo también que tomar una posición y la tomó muy digna y fue de apoyo al Movimiento Estudiantil. Esa es su importancia, más que nada del orden moral, de un soporte de los maestros a los estudiantes que estaban luchando por las libertades democráticas del país, por eso la coalición se llamó: “Por la defensa de las Libertades Democráticas”.

Barros Sierra fue un excelente maestro, pero ingresó al gobierno y fue ministro de Obras Públicas, nada menos que en el período de López Mateos y después de esto pasó a la Universidad. La experiencia que tuvo Barros Sierra en el gobierno pienso que le hizo entender que difícilmente se pueden adquirir dimensiones verdaderamente de luchadores, de creadores en nuestro medio, en una organización gubernamental que cada día es peor, y tuvo la oportunidad –en mi opinión- con el Movimiento Estudiantil de 68 de tomar su posición, una posición justa. Barros Sierra dio lo mejor de él en el movimiento de 68, precisamente después de la protesta que condujo él por las calles aledañas a la Universidad, a partir de entonces toma una posición correcta, justa, de apoyo. Primero desconfiaba, pero después de la manifestación, él asumió una posición correcta, yo creo que de los rectores que ha tenido la Universidad es el que más ha estado identificado con una lucha popular. Me parece muy digna su posición, hasta el último momento jugó un papel muy importante, yo recuerdo con mucho afecto y con mucho respeto la memoria de Barros Sierra.

El ‘68 fue un movimiento que brota debido a la tremenda represión que existía en todos los niveles, había ídose [sic] acumulándose la represión y además se habían ido obturando todas las formas de expresión de la disidencia en el país; los campesinos, asesinatos como el de Jaramillo, los obreros con la represión feroz que sufrieron los ferrocarrileros en 58-59, -no en balde una bandera era la libertad de Vallejo-, represión contra los médicos, represión contra los maestros, la represión contra los electricistas, telefonistas, la represión contra algunas universidades de provincia -había encarcelados de la Universidad de Morelia-, entonces, el movimiento del ‘68 fue la explosión de un malestar contenido durante muchos años, una década había estado oprimida la disidencia en el país. No expresa una oposición vamos a decir, de estudiantes y autoridades, expresa una lucha de clases, es la expresión inconexa, balbuceante, desorganizada y espontánea de una lucha de clases. Para mí el malestar del ‘68 fue la expresión del malestar de los obreros, de los campesinos de la clase media mexicana, de los asalariados por boca de los jóvenes estudiantes, después de maestros, intelectuales que se sumaban a nuestra lucha, el movimiento estudiantil fue como una de esas bocinas que permite que se escuche el malestar popular.

Como consecuencia de esta lucha han surgido organizaciones y partidos. El PMT es un hijo obvio del movimiento de ‘68, el movimiento de 68 por su presión sacó de la cárcel a los compañeros, Vallejo, Campa, Ricardo Galán y otros médicos que estaban presos, el movimiento de ‘68 despertó esa conciencia, aquí en el PMT participan los ferrocarrileros del 58-59, médicos del ‘65, estudiantes y profesores del ‘68, hay aquí quienes fueron del CNH de Economía, Medicina e Ingeniería.

En mi opinión, el sindicalismo universitario ha confundido la gimnasia con la magnesia. Creen que la revolución la van a hacer los estudiantes, los trabajadores asalariados de la Universidad, en mi opinión, tienen una conciencia de clase muy precaria, porque son empleados de una dependencia que es la Universidad y entonces, ciertamente, son asalariados, pero mientras el sindicalismo universitario no entienda que tiene que luchar contra una concepción, una conciencia, dijéramos de clase media, no vamos a avanzar mucho. Las luchas que han dado, me parece, que están todas teñidas de una lucha pequeño burguesa, de un abandono de planteamientos más importantes, yo veo, que hay compañeros que militan en partidos políticos, pero la inmensa mayoría no y ese es el problema, que muchos piensan que los sindicatos pueden actuar como partidos políticos, y esto ocurre en los sindicatos donde predomina la pequeña burguesía. En la Universidad, aunque los dirigentes sean miembros de un partido político, la masa es individualista, -yo sé que esto no les va a gustar, pero yo no hablo para que les guste, sino para que lo analicen y lo rebatan-, creo que hay una profunda conciencia individualista en los sindicatos universitarios. El sindicalismo universitario, entonces, está herido de individualismo pequeño burgués, ¿se podrá aliviar esto? Sí, militando en los partidos políticos los miembros de los sindicatos, en los que sean, pero militando, claro que un obrero, un trabajador, debe de militar en un partido de trabajadores, pero incluso militar en el PAN o en el PRI se podría observar una mayor claridad, entonces, creo que los sindicatos universitarios tienen la obligación de vincularse más a los trabajadores, para precisar el término, que se vinculen más con los trabajadores que están en la producción, que están produciendo bienes, los trabajadores universitarios son trabajadores de servicio y como tales, tienen esa enajenación de estar desconectados del proceso productivo y eso crea una conciencia de clase distinta, deformada, en mi opinión deberían de acercarse a los procesos de lucha de los obreros.

El ‘68 para mí es un mito en la historia moderna del país, no se ha valorado suficientemente su propia validez, pero la validez es que dio una gran enseñanza, no se puede hacer ningún cambio revolucionario sin organización revolucionaria y también da un mensaje para todos los militantes del 68 que andan por ahí en las universidades, dedicados al estudio y al análisis, y es que ninguna revolución se dio con el análisis de los problemas concretos, sino llevando ese análisis a la lucha concreta y que, diez años son ya muchos años –aunque el tango dice que 20 años no son nada-, yo pienso, que ahora diez años sí y quienes siguen pensando ¿qué hay que hacer? A diez años de distancia, les puede pasar lo que, a los boxeadores, que se pasan toda la vida entrenándose para una pelea. En la lucha revolucionaria no se vale refugiarse en la Universidad, ni en una embajada, ni en el exilio, en esta lucha se vale luchar en el país y organizarse políticamente, en el partido que quieran pero políticamente, también enseñó el ‘68 que la anarquía, el individualismo, el caudillismo, sirven para conducir una manifestación de muchos miles de mexicanos, pero también demostró, que las manifestaciones no hacen la revolución, que a base de manifestaciones no vamos a hacer la revolución y tampoco a base de firmar desplegados ni manifiestos, ni a base de dar apoyo solidario a los pueblos oprimidos del mundo, hay que luchar, hay que trabajar y organizarse, hay que correr el riesgo en la trinchera primero al lado de los obreros y campesinos.

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