Las últimas monedas de plata circulante

Las últimas monedas de plata circulante

Julián Galindo Zuluaga
Instituto Mora

Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 60

La producción de la plata en México desde los tiempos virreinales lo ha convertido en un jugador destacado en el mundo –hoy es el primer productor mundial– y por lo tanto acuñar monedas fue un factor económico relevante para el bienestar del país.

Moneda de 100 pesos “Morelos”, 1977, ley 720. Colección particular del autor.

Día a día tenemos interacción con ellas. El común denominador es que todos los ciudadanos las reconocen y les tienen cierta confianza. Nos referimos a las monedas, la medida de cambio (dinero) básica y de mayor tradición en nuestra historia.

Aunque en muchas ocasiones se ignore, las monedas suelen contar un relato explícito, el cual es afín con la nación y sus contenidos, y también un relato implícito, que se relaciona con la historia y política monetaria. Sobre lo anterior, buena parte de los ciudadanos desconocen que antes el dinero estaba respaldado por un valor intrínseco del metal de su acuñación, es decir que obtenía su valor por el peso y metal precioso de su composición, siendo la mayoría de las monedas de circulación estándar en plata y, en menor proporción, en oro. Por lo mismo, la moneda no siempre tuvo sólo un valor nominal (facial), sino también intrínseco, vinculado a la pureza (ley) del metal del que estaban compuestas; la moneda de cuerpo presente en plata u oro era la esencia misma del poder adquisitivo.

México ha jugado desde el periodo virreinal un papel central en todo lo tocante con la producción y exportación de la plata, pues es el productor número uno en el mundo de dicho metal. Ha sido tal la dependencia entre la plata y la economía mexicana que algunos historiadores y economistas han considerado al metal argentífero como el barómetro del bienestar nacional.

Al presente, la importancia de la plata no se refiriere sólo a su papel como principal bien de exportación durante varios años, sino también a su rol dentro del sistema de dinero circulante; en otras palabras, la plata ha tenido un papel central en la vida económica de México, que es un país con una larga tradición metalista. A sabiendas, aún para finales de 1940, cerca del 95% de las monedas en circulación eran de plata, cubriendo alrededor del 30% de la oferta pública de dinero. Sin embargo, en los años de 1930 se inició un proceso en el que las monedas de plata sufrieron un envilecimiento: el porcentaje de metal precioso fue menguado poco a poco.

Para abordar los temas de moneda hemos de remitirnos a la numismática, ciencia auxiliar de la historia que se dedica al estudio (o colección) de la moneda. Lo anterior toma mucha importancia en México, pues es el país con la mayor tradición numismática en Latinoamérica, como lo atestiguan su gran cantidad de monedas (más de 1 400 registradas en catálogos), medallas y billetes. Las monedas se dividen en tres grupos: de circulación estándar, que son las divisas que circulan día a día entre los ciudadanos; las conmemorativas; y aquellas que no pretenden circular, como lo son las mundialmente famosas onzas libertad. Las dos últimas categorías de monedas suelen ser acuñadas para satisfacer el mercado de coleccionistas y como forma de ahorro, y por lo mismo no responden a las lógicas de la política monetaria. Aquí prestaremos atención a las monedas de circulación estándar.

Identidad

El tema de la historia monetaria suele recibir poca atención, pues se tiende a dar por sentado muchos aspectos de la moneda e ignorar su importancia más allá de que es en la actualidad el vehículo por excelencia de las transacciones. Uno de los aspectos más llamativos de las monedas y los billetes es, quizá, el de sus representaciones, las cuales suelen tener un fuerte contenido nacionalista y ser símbolos externos de nacionalidad. Un buen ejemplo es el actual billete de 50 pesos mexicanos, que ostenta, entre otras cosas, un ajolote, logrando en conjunto un diseño muy atractivo para el público que, por lo mismo, lo ha acaparado, haciendo que su circulación sea mínima.

Otro aspecto significativo, pero a simple vista no tan reconocible, es el de los cambios externos (diseños) e internos (aleaciones) de las monedas. En algunos casos, el diseño responde a fechas conmemorativas y explícitas, como los 100 años de la Constitución de 1857 o los 50 años del inicio de la revolución mexicana, representado en la moneda de diez pesos de 1960. Los cambios internos suelen involucrar varias aristas, sobre todo políticas y económicas, y no se ciñen sólo a una decisión nacional, sino que responden a criterios internacionales y cuestiones coyunturales.

Por lo mismo, para abordar la temática de las últimas monedas de plata circulantes en México es necesario no sólo retroceder a la década de 1930 para comprender los motivos de su gradual desaparición, sino también observar el contexto internacional en el que México desempeñó un papel importante. Así, hemos de remitirnos a fenómenos como la gran depresión, el papel de Estados Unidos en el mercado de plata mundial, el sistema monetario internacional y la segunda guerra mundial.

El factor estadunidense

Con la gran crisis de 1929, las exportaciones mexicanas a Estados Unidos disminuyeron, en cuatro años, un 68% y puesto que el mercado vecino representaba entre el 55 y el 60% de todas las exportaciones mexicanas, se generó un shock masivo para el país. Por otra parte, la plata no monetaria, es decir aquella en barras, representaba el 20% de estas exportaciones. Entre 1929-1932 su precio disminuyó un 49%, hecho que puso en entredicho el sistema bimetálico, es decir, el valor del peso definido por el equivalente de índices entre dos metales, oro y plata, formando una tasa de intercambio entre los dos. Algo muy claro sobre la situación argentífera en México es la importancia de este metal en la economía, pues según el Banco de México rebasaba más del 60% de las exportaciones entre 1884 y 1890 y tan sólo un 16% en 1940. Así, debido a la alta volatilidad de la cotización de la plata, el mantenimiento de este sistema monetario se tornó insostenible.

Lo anterior llevó a que el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, propusiera una reorganización del sistema monetario, abandonando el patrón oro y nacionalizando los metales preciosos, abogando por una rehabilitación de la plata como moneda. En 1933 se celebró la Conferencia Económica Mundial en Londres, donde se reunieron representantes de 66 países, y se llegó a un importante consenso en materia monetaria por parte de los principales tenedores y productores de plata. México se encontraba, naturalmente, en el segundo grupo.

Uno de los puntos primordiales de la conferencia era el compromiso, por parte de los productores, de retirar del mercado internacional 35 millones de onzas de plata (1 onza troy = 31.1 gramos), de las cuales México debía aportar poco más del 20%, es decir 7.1 millones. Además de lo anterior, Estados Unidos promulgó la Ley de Compras de Plata en 1934, la cual comprometía a su gobierno a adquirir toda la plata ofrecida por México. La intención era no sólo incrementar el valor de la plata, sino también elevar el poder adquisitivo de los países que empleaban dicho metal como moneda.

Durante estos años de depresión económica, México respondió con una acuñación masiva de plata. Buscaba inyectar liquidez al mercado y funcionar como una forma de reserva monetaria, además de apoyar al sector minero y promover una estabilización del peso. Aunque las medidas adoptadas en la Conferencia de 1933 lograron, por poco tiempo, lo esperado, en 1935 el precio de la plata se incrementó y se llegó al punto de fusión en el peso mexicano. En otras palabras, el valor intrínseco de la plata superó al valor nominal (el grabado) de la moneda. Así, el gobierno mexicano debía enfrentar una fuga de plata, pues los especuladores acaparaban las piezas para su exportación o fundición. En el mismo año, México respondió con un nuevo sistema monetario que proponía organizar el sistema con base en los billetes (régimen fiduciario) y la moneda de 50 centavos se acuñó por única ocasión en una aleación de plata ley 420 y un menor peso.

La crisis mencionada respondía a los efectos de la Ley de Gresham, principio económico que se refiere a que cuando circulan dos tipos de moneda de curso legal en un país, la “mala” moneda desplazará a la “buena” y la sacará del mercado.

Frente a esta problemática, la Secretaría de Hacienda tomó la medida menos arriesgada: retirar las monedas de plata de circulación, sustituyéndolas con papel moneda, aunque lo hizo de manera transitoria. La desmonetización –proceso mediante el cual se retira de circulación legal una moneda– no afectó sólo a la moneda de un peso, sino también a las fracciones de 50 y 20 centavos en plata. En realidad, la utilización de los billetes de un peso fue pensada para salvar a la moneda de plata de la especulación, pero en enero de 1936 Roosevelt situó el precio de compra de la onza de plata en un valor estable de 44 centavos la onza, cotización que se mantuvo hasta el primer trimestre de 1938. Por lo tanto, el sistema monetario mexicano recién implementado perdía justificación, pues el peligro de fuga de plata era menor y la población pedía que circulara el metal precioso. La situación se tornaba tensa, pues se perdía la confianza en el dinero y las instituciones.

Por lo tanto, el 28 de agosto de 1936 se expidió una nueva ley monetaria, que establecía otra vez la acuñación de monedas en plata ley 720 de peso, 50 y 20 centavos, que serían entregadas al público a cambio de los billetes de un peso para desmonetizarlos. Esto dejó una valiosa lección al Banco de México: que el público podía sobrevivir sin plata. Por lo mismo, en un primer momento se le dio poder liberatorio limitado a la moneda de peso, es decir, que había límites en las transacciones con moneda (100 pesos de un mismo pago con piezas de un peso), mientras que se otorgó un poder liberatorio ilimitado a los billetes.

Lo más relevante en la política monetaria de 1936 se refería a la pérdida de base de sustentación de la moneda, o lo que sería una moneda errante. Es decir, se perdía toda equivalencia; la unidad monetaria de México se establecía en el peso, pero sin imponer una equivalencia, generando así una pérdida del valor al no ser referida a un valor intrínseco, y por lo mismo ya no sería ella la que valorara las cosas del comercio. Esto abría el camino a la depreciación del peso y a la posibilidad de dejar la acuñación de moneda de plata, a través de un envilecimiento paulatino.

Retomando el panorama más amplio, a partir de 1938 el Banco de México dejó el peso a la deriva, al no poder mantener la cotización de $3.60 por dólar estadunidense. No fue sino hasta 1939 que el Banco intervino en el mercado para estabilizar el cambio en $4.90 por dólar. De forma paralela, en Estados Unidos se estaba dando un arduo debate en el que algunos políticos fueron en contra de la Ley de Compras de Plata. Esto se debía a la recién realizada expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas y al “castigo” que México debía purgar. Sin embargo, por imposición de Roosevelt, se extendió esta ley hasta 1941. Aunado a lo anterior, debido al ingreso de Estados Unidos a la segunda guerra mundial, ciertas exportaciones mexicanas, incluyendo manufacturas, arribaron al país vecino del norte. En el caso de la plata, la necesidad de este metal para la industria de la guerra hizo que comenzara a escasear, principalmente en los círculos privados (joyeros), por lo que mucha de su producción se remitió a México.

Lo anterior, a su vez, impactó el mercado de plata mexicano, en el que comenzó a escasear el metal argentífero, pues no sólo se trasladó parte de la industria platera de Estados Unidos, sino que también había un compromiso internacional. Esto llevó a una masiva fundición de los pesos y sus fracciones, y a un acaparamiento especulativo, que se estimó en $200 millones, pues se guarda lo que tiene tendencia a subir (o lo que escasea), como añadió en su momento el entonces director general de Banco de México, Eduardo Villaseñor. Así, para 1945 ya había dejado de acuñarse el peso y sus fracciones en ley 720, pues de nuevo se llegó al punto de fusión y se generó una escasez de moneda fraccionaria, dificultando las pequeñas transacciones.

Al final de la guerra se exigió el pago de los saldos deudores en metálico, pues el valor intrínseco superaba al nominal, llevando a una gran devaluación (45%) del peso mexicano entre 1948-1949. Asimismo, a partir de 1946 se comenzaron a vender al público sin fines monetarios, sino como medida deflacionaria y de ahorro, monedas de oro (Hidalgos y sus fracciones), por un valor de $300 millones. Durante estos mismos años el gobierno, en aras de satisfacer la demanda de plata circulante y con la intención de promover el ahorro del pueblo y fomentar la minería, comenzó a acuñar las monedas de un peso Morelos y los cinco pesos Cuauhtémoc, una de las monedas mexicanas de circulación estándar con mayor cantidad de gramos de plata: 27. Su circulación fue muy limitada, pues se superó rápidamente el punto de fusión. A partir de 1950 y para facilitar las transacciones pequeñas, salieron a circulación las monedas en ley 300, con valor nominal de un peso, 50 y 25 centavos.

La última etapa de moneda circulante de plata tiene una particularidad: que coexistieron monedas de buen gramaje y buena ley con monedas de bajísima ley. Durante la década de 1950, iniciado con la política deflacionista del gobierno de Miguel Alemán, se acuñaron monedas de cinco y diez pesos, entre las que se hallan los Hidalgos chicos y grandes. Estas acuñaciones, que tampoco tuvieron una amplia circulación, respondían no sólo a una lucha contra la inflación, sino también a la búsqueda del ahorro por su valor intrínseco. En paralelo, a partir de 1957 y hasta 1967, se acuñaron los famosos pesos Tepalcates, con apenas una ley 100 –de ahí a su apodo. Puede así cerrarse el proceso de envilecimiento de la moneda y el lector darse cuenta de cómo nos fueron literalmente quitando la plata de las manos en un proceso complejo, con muchas aristas y una fuerte presión extranjera.

Antes de concluir, es necesario hacer dos menciones especiales. Primero, a la moneda de 100 pesos Morelos, acuñada entre 1977 a 1979, puesta en circulación para reducir los grandes volúmenes de circulante en el mercado y, de nuevo, como promoción del ahorro, cuyo valor intrínseco superó con creces su valor nominal a partir del incremento exponencial en el valor de la plata en 1979. La segunda mención va relacionada con las monedas de diez y 20 nuevos pesos, acuñadas entre 1992 a 1995: además de ser las primeras monedas bimetálicas de México, tenían la particularidad de contar con un núcleo en plata esterlina o ley 925. Llegaron a circular, pero rápidamente cayeron en el mercado de coleccionistas por tener un alto premium frente a su valor nominal. Estos dos hechos hacen que México sea reconocido como el último país en el mundo en tener plata de circulación estándar.

Consideraciones

En conclusión, puede verse que el envilecimiento de la moneda de plata de circulación estándar en México respondió a muchos criterios. Primero, a las políticas monetarias del New Deal de Roosevelt, pero también al mercado internacional de la plata. Asimismo, a la vinculación de la plata con sucesos históricos, como la gran depresión y la segunda guerra mundial, los cuales desempeñaron un papel importante en las fluctuaciones de la moneda mexicana. De igual manera, las disposiciones nacionales respecto a las leyes monetarias fueron dictando las características tanto externas como internas de la moneda. Factores como el ahorro, la deflación y la confianza jugaron un papel central en la circulación de plata. En términos amplios, la alusión a que nos quitaron la plata de las manos se relaciona con la pérdida de poder adquisitivo y la restricción al público en general de la verdadera riqueza histórica del país: los metales preciosos. Conscientes de la cantidad de información y cifras disponibles, hemos construido una tabla que presenta las últimas monedas circulantes de plata mexicanas. Sea el lector sensible a la columna de valor, a la ley y a la cantidad de gramos de plata pura; saltará a la vista el proceso de envilecimiento y la devaluación de la moneda mexicana.

Últimas monedas de plata circulante en México
Valor ($) Año(s) Ley (milésimas) Peso (g) Plata pura (g) Notas
100 1977-1979       720 27.777 20 Primera moneda con dicha denominación
10 1955-1956       900 28.888 26 Conocida coloquialmente como Hidalgo grande
5 1955-1957       720 18.055 13 Conocida coloquialmente como Hidalgo chico
5 1951-1954       720 27.777 20
       5 1947-1948       900 30.000 27 Primera moneda con dicha denominación; conocida coloquialmente como 5 pesos Cuauhtémoc
       1 1957-1967       100 16.000 1.6 Existe su versión conmemorativa del centenario de la Constitución de 1857, con las mismas dimensiones y ley, pero con la efigie de Juárez y una inscripción
       1 1950       300 13.330 4 También clasificada como vellón
       1 1947-1949       500 14.000 7 Coloquialmente conocida como Peso cachetón
      1 1920-1927, 1932-1935, 1938,1940, 1943-1945      720 16.666           12
     0.5 1919-1921, 1925, 1937-1939, 1942- 1945      720 8.333 6 Coloquialmente conocidas como tostones
     0.5 1935      420 7.973 3 También clasificada como vellón
     0.5 1950-1951      300 6.660 2 También clasificada como vellón
    0.25 1950-1953      300 3.330 1 También clasificada como vellón; coloquialmente conocidas como balancitas
    0.2 1920-1921, 1925-1928, 1930, 1933-1935, 1939-1943      720 3.330           2.4
    0.1 1925-1928, 1930, 1933-1935      720 1.667           1.2
                                    Nuevos Pesos (1992-1995)
     20 1993-1995      925 16.996        7.776 Primera familia de moneda bimetálica de México, por lo mismo el contenido de plata no se calcula con base en el peso/ley, sino en el decreto de su acuñación
     10 1992-1995      925 11.180       5.604 Ibid.

PARA SABER MÁS

Romero, María eugenia y Leonor Ludlow, (coords.), Temas a debate. Moneda y banca en México, 1884-1954, México, unam, 2006.

Sobrino, José Manuel, La moneda mexicana: su historia, México, Banco de México, 1989.

Turrent Díaz, Eduardo, Historia del Banco de México vol. II, México, Banco de México, 2015.

—————-, Historia del Banco de México vol. III, México, Banco de México, 2015.