José Manuel Alcocer Bernés / Cronista de la ciudad de Campeche
Revista BiCentenario #19
No había nieve ni tampoco frío, pero sí gran entusiasmo e interés por guardar tradiciones conservadas de tiempo atrás. Esto, y mi corta edad, daban quizás un sabor diferente a las Navidades en Campeche.
La Navidad Chiquita
Así se denominaba a la entrada de las fiestas navideñas el 8 de diciembre, con la fiesta para las Conchitas. La víspera, puertas y ventanas se adornaban con farolitos y en la noche las festejadas recibían serenata. Al día siguiente, se ponía en todas las casas un pequeño altar con la imagen de la Purísima Concepción, adornado con papel de china de colores blanco y azul, y se llamaba a la rezadora para decir un rosario en su honor. Ya en la noche, la familia se reunía para la cena de la Navidad Chiquita, consistente en pedazos de jamón, queso de bola holandés, mantequilla danesa de marca Dos Manos y gallina asada, acompañados con tazas de chocolate humeante y pan grande. Y es que la tradición en la ciudad de Campeche es que las panaderías preparen pan francés, mojadas, riñones y hojaldras para el 8, 24 y 31 de diciembre y esos días su producción se multiplica.
La rama
No existe la tradición de las posadas, sino el canto de la rama. No se sabe de dónde vino ésta, ni cuando nació (hay quien dice que llegó de Veracruz, o tal vez de Cuba), pero justo quince días antes del 24 de diciembre, grupos de chiquillos salían a las calles llevando una rama seca de árbol, pintada con cal y adornada con farolitos, globos y a veces una guía de colores. Uno de los niños cargaba una cajita de cartón con los peregrinos y otro más una pequeña alcancía. Iban tocando de puerta en puerta, cantando estos versos:
Ya llegó la rama, ya llegó de Cuba,
Y le trajo al niño un racimo de uva,
Salgan para afuera, miren que bonito,
Verán a la rama con sus farolitos.
Denos aguinaldo si nos han de dar,
Que la noche es corta y tenemos que andar.
Los niños esperaban que los dueños de las casas salieran y les diesen algunas monedas. Si se las daban, el alegre canto de despedida era:
Ya se va la rama muy agradecida
Porque en esta casa fue bien recibida.
En caso contrario, la estrofa era de despecho:
Ya se va la rama con patas de alambre,
Porque en esta casa se mueren de hambre.
Y si los ignoraban:
Ya se va la rama con una escalera
Porque en esta casa les dio cagalera.
Así, por quince días, en las tardes-noches los niños alegraban con su canto barrios, callejones y diversos puntos de la ciudad. Con el dinero recolectado adquirían piñatas, dulces, antojitos y hacían una fiesta a la que iban todos los cantantes.
Para leer el artículo completo, suscríbase a la Revista BiCentenario.
PARA SABER MÁS:
- Brocca Andrade, Historia regional de Campeche: perfil socioeconómico, México, SEP-Limusa Noriega, 2000.
- Enciclopedia histórica de Campeche, Campeche, Gobierno del estado de Campeche, 2003, 8 t.
- Joaquín Lanz Paullada, Villancicos campechanos: los cantos al niño Dios, Campeche, Universidad Autónoma de Campeche, 2006.
- William Pinzón Reyes, Evocaciones, Santa Ana de mis amores, Campeche, Ayuntamiento de Campeche, 2005.
- Luis Mauricio Rodríguez Salazar y Bracilia Cardeña Alamina, Campeche: arte, fe y folclor religioso: una alternativa de turismo en la ciudad, México, Instituto Politécnico Nacional, 2002.
- “La Rama Campeche”, en https://www.youtube.com/watch?v=3atFIHNbi_A