Juan Mora-Torres
Universidad DePaul, Chicago
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 23.
La gesta contra el imperio francés ha sido desde 1862 una fecha para afianzar el orgullo de los mexicanos en Estados Unidos. Una referencia histórica que los estimula ante la discriminación, el racismo, la explotación laboral o la persecución de los indocumentados.
Es un hecho muy conocido que, salvo en el estado de Puebla, el 5 de Mayo se celebra más en Estados Unidos que en México. A pesar de ello, no sabemos mucho acerca de cómo esta fecha se convirtió en una celebración popular estadounidense. Gracias a la reciente investigación de David Hayes-Bautista, autor de 5 de Mayo: An American Tradition, podemos rastrear ahora los orígenes históricos de esta conmemoración en Estados Unidos.
La noticia de la victoria militar mexicana del 5 de Mayo de 1862 sobre los invasores franceses llegó a California tres semanas más tarde. Prontamente después de que la batalla finalizara, se envió un despacho con el mensaje del acontecimiento en diligencia hacia Acapulco, y de ahí por barco a San Francisco. La prensa mexicana en esa ciudad, en especial La Voz de Méjico, imprimió de inmediato la información completa con los titulares Viva Méjico, Viva la Independencia, Vivan los valientes soldados mejicanos, y Viva el heroico general Ignacio Zaragoza y sus compañeros.
Los periódicos distribuyeron rápidamente el despacho en las docenas de minas, pueblos y ranchos con habitantes mexicanos y latinoamericanos (muchos habían llegado a California durante la fiebre del oro, sobre todo de Chile, Perú y Colombia).
La noticia alegró mucho a los mexicanos. Un trabajador de la mina de Columbia escribió a La Voz de Méjico, después de leer el aviso: Hemos celebrado con disparos de salvas y fiestas en las que brindamos por México y entonamos canciones patrióticas. A un mes de la batalla de Puebla, los mexicanos de California y Nevada ya sabían del acontecimiento. Poco después recaudaron más de 1,200 dólares para el gobierno de Benito Juárez.
El episodio de la batalla de Puebla, conocido también como 5 de Mayo, se convirtió en un símbolo que unió a los 30 000 o 40 000 mexicanos y latinoamericanos de California, población que estaba dispersa por todo el estado. Se congregaron alrededor del estandarte de Juárez, de la Constitución de 1857 y en contra de los imperialistas franceses. La ocupación los unió por primera vez, lo cual quedó demostrado en 1867 por la instalación de las Juntas Patrióticas Mexicanas, una organización estatal con 127 filiales. Más de 14 000 mexicanos y latinoamericanos donaron dinero para el abatido gobierno juarista.
San Francisco celebró en California en 1863 el primer aniversario del 5 de Mayo y lo siguieron muchos más en los años siguientes. En la mina de mercurio de Nueva Almadén, cerca del pueblo de San José, los mineros mexicanos iniciaron la celebración de 1864 con un saludo de disparo de cañón, seguido por un desfile militar encabezado por mineros vestidos con el uniforme del ejército mexicano y cargando los retratos de Juárez y del general Ignacio Zaragoza, el héroe de la batalla de Puebla (Zaragoza nació en Bahía del Espíritu Santo, Tejas, que más tarde se llamó Goliad, Texas). A continuación hubo discursos patriotas, incluyendo el de un niño de nueve años. El festejo terminó con un fandango y una corrida de toros.
¿Cómo expresaron los mexicanos de Alta California su solidaridad con el asediado gobierno de Juárez? Tal cual se mencionó, recaudaron miles de pesos. Asimismo, realizaron boicots en contra de negocios franceses en San Francisco. La Voz de Méjico recibió cartas de toda Alta California de mexicanos que buscaban información sobre cómo podrían convertirse en voluntarios en el ejército. Algunos se en- listaron en las tropas juaristas. El caso más famoso fue el de Mariano Vallejo, un conocido ranchero californiano (la actual ciudad de Vallejo alguna vez fue parte de sus propiedades). Uno de los hijos de Vallejo, Platón, estuvo en el ejército estadounidense durante la Guerra Civil, y otro, Ulasdilao, combatió contra los franceses en México. Además de apoyar al gobierno de Juárez, los mexicanos y los latinoamericanos respaldaron abrumadoramente al gobierno de Abraham Lincoln y muchos incluso se enlistaron en el ejército de la Unión.
Orgullo
La Voz de Méjico informó que la invasión a México, más que cualquier otro asunto can- dente de aquella época, incluyendo la guerra civil estadounidense, despertó intensa emoción y pasión en el pecho de los mexicanos. ¿Cómo se explicaba semejante entusiasmo y solidaridad con México? En primer lugar, ningún otro país tenía tantas dificultades como México para construir una nación después de su independencia.
Desde la década de 1860, el país al sur del río Bravo se había fragmentado en muchas patrias chicas, perdió más de la mitad de su territorio ante Estados Unidos, la economía se había derrumbado, las élites estaban divididas con diferentes proyectos políticos para la construcción de la nación (lo que llevó a una importante guerra civil, la guerra de Re- forma), entre muchos otros problemas a los que ahora se añadía la invasión francesa. En la opinión pública mexicana prevalecía un sentimiento de derrota y fracaso, pues el país dejó de ser la joya de la corona del imperio español para convertirse en la nación más débil de América Latina.
Los mexicanos de California padecían también este sentimiento de derrota colectiva. Los antiguos californianos soportaban un despojo masivo de sus propiedades, un fenómeno que empezó inmediatamente después de 1848. Fue el caso de Pío Pico, un acaudalado ranchero mulato mestizo con muchas propiedades en el sur de California, quien había sido gobernador de Alta California cuando estaba bajo dominio mexicano. Murió en la miseria en 1894. Lo mismo ocurría con los inmigrantes mexicanos, sobre todo sonorenses, que llegaron en grandes cantidades muy poco después de la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo en 1848. Estuvieron en el inicio de la fiebre del oro un año antes de que miles de cuarenta y nueve llegaran de muchas partes del mundo. Conocidos como gambusinos, estos mineros expertos tuvieron tanto éxito que despertaron la envidia de los que llegaron después. Los llamados cuarenta y nueve formaron pandillas que sacaron a muchos de los cuarenta y ocho sonorenses de las minas de oro. Superados en número por los recién llegados, estos sonorenses fueron reducidos a trabajadores comunes como resultado de leyes fiscales para extranjeros (destinadas a los mexicanos, nombre que se daba a todos los latinoamericanos), de las leyes para los greasers y de linchamientos (entre 1850 y 1862 más de 160 mexicanos y latinoamericanos fueron linchados).