Javier Romo Aguirre
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 31.
Adrián, Luis y Eugenio juraron correr juntos la aventura revolucionaria sin esperar nada a cambio. Sus roles fueron diferentes, pero en cada caso ocuparon lugares políticos y militares destacados al lado de Madero, Carranza y Villa.
¿Cuáles serían las motivaciones para que un grupo de parientes y conocidos en Coahuila, pertenecientes a una clase social acomodada y culta, se unieran a los movimientos revolucionarios de 1910 y 1913? ¿Qué motivaciones tan poderosas pudieron mover a este conjunto acaudalado que teniéndolo todo arriesgó sus fortunas y sus vidas en esos movimientos libertadores? ¿Habrá influido en ellos por su cercanía geográfica la vocación democrática de los Estados Unidos de América?
¿Pudo ser la tiranía ejercida por el presidente Porfirio Díaz con el argumento de mantener el orden? El propio Díaz se lo expresó al periodista James Creelman, sin faltarle su dosis de arrogancia:
Eramos duros. Algunas veces, hasta la crueldad. Pero todo esto era necesario para la vida y el progreso de la nación. Si hubo crueldad, los resultados la han justificado con creces. Fue mejor derramar un poco de sangre, para que mucha sangre se salvara. La que se derramó era sangre mala, la que se salvó, buena. La paz era necesaria, aun cuando fuese una paz forzada, para que la nación tuviera tiempo de pensar y actuar. La educación y la industria han llevado adelante la tarea emprendida por el ejército. O fue la educación familiar, con profundas raíces democráticas, éticas, morales y con un desmedido amor a la patria?
Fue el caso, sin duda, de los hermanos Adrián, Luis y Eugenio Aguirre Benavides, formados con un arraigo profundo a sus tierras coahuilenses desde la llegada de sus antepasados entre los siglos XVI y XVII. Sus padres fueron Rafael Aguirre Valdez y Jovita Benavides Hernández. El primero, descendiente de Fortunato o Diego de Aguirre, quienes acompañaron a Francisco de Urdiñola a la conquista y colonización del entonces territorio de la Nueva Vizcaya entre 1570 y 1576, y fueron primeros pobladores de Saltillo; y la segunda, descendiente de Alonso de León, también ilustre expedicionario y gobernador de Nuevo León.
El matrimonio Aguirre Benavides tuvo nueve hijos: Adrián, Rosalía, Rafael, Eugenio, Luis, Clotilde, Alfonso, Raúl y Gustavo, de los cuales, como se ha se alado, Adrián, Eugenio y Luis se fueron a la revolución. Cuando Madero inició sus actividades políticas y fundó el Partido Antirreeleccionista para contender en las elecciones como candidato a la presidencia contra la séptima reelección de Porfirio Díaz, los hermanos Aguirre Benavides ya estaban enardecidos por la represión política que había desencadenado el gobierno mediante persecuciones y arrestos. Acusado de incitar al pueblo a la rebelión, Madero fue aprehendido y encarcelado en San Luis Potosí, logrando escapar para reunirse con sus más allegados partidarios en Estados Unidos, donde redactó el Plan de San Luis con su programa de acción para iniciar la insurrección armada.
Ante la inminencia del estallido revolucionario y huyendo de la represión porfirista, la familia Aguirre Benavides se trasladó a San Antonio, Texas, con excepción de Luis y Eugenio que permanecieron en Torreón, donde habían almacenado grandes cantidades de armas, preparándose para el 20 de noviembre, fijado por Madero para iniciar el movimiento.
Rafael, otro de los hermanos, fue comisionado por la familia Madero para recoger en San Antonio algunos ejemplares del Plan de San Luis y distribuirlos en Torreón y la zona de La Laguna. Adrián permaneció al lado de Madero y sirvió como su consejero y confidente, encargándose además de comisionar y coordinar a un grupo de valerosas mujeres que se prestaron a pasar armas y parque por el ferrocarril de la frontera de Texas a Piedras Negras. Cuando Eugenio y Luis se enteraron de los sucesos acaecidos en Puebla, tras el descubrimiento de las actividades de los hermanos Serdán, decidieron alcanzar a Madero en Eagle Pass, Texas, y luego trasladarse a San Antonio. Para abril de 1911, Eugenio se había incorporado a las fuerzas insurgentes del movimiento maderista, participando como soldado raso al lado de Antonio I. Villarreal y Cesáreo Castro.