Darío Fritz
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 61.
Todo es cerebro, dicen los neurólogos. Allí comienza y termina todo. Desde regiones de la corteza frontal se planifica, se toman decisiones e inician acciones conectadas a los músculos del cuerpo a través de la médula espinal, se sabe hoy. A este joven, fotografiado en la década de los años 30, le interesaban todos estos descubrimientos que con la tecnología de entonces no alcanzaba a interpretar. El cerebro se abría y se investigaba, incluso con los pacientes despiertos. La epilepsia, cómo curarla, desvelaba a los neurocientíficos. Tras ello también estaba el joven ingeniero y médico mexicano de mirada profunda y presencia formal. Teodoro Flores Covarrubias era la figura de “la locura”, a decir de su nieta, Rocío Cerón, poeta y artista. El de los experimentos. Que lo mismo ideó el primer aparato en el país para registrar electroencefalogramas ‒se lo aplicó a Ramón Mercader, asesino de León Trotsky‒, armaba y desarmaba relojes, creaba su propio artefacto para medir el pulso o inventaba un altavoz, aunque hecho como imagen, para ubicar a cada médico del Hospital Colonia (Ferrocarriles de México), donde se desempeñó por varios años. Esa luz que destella la parte occipital de la cabeza nos explica a Flores Covarrubias, siempre ligado a los impulsos eléctricos y la energía. La radiología tiene para él su lugar de mayor prestigio entre los pioneros del país. Impulsor de la neurofisiología clínica construyó diversos aparatos para el diagnóstico y tratamiento en fisiatría. “Era un genio para la física médica, un buenazo en todo lo que era electricidad”, recuerda un colega suyo, el doctor Federico Ibarra Ibarra. Fundador de la medicina nuclear en México, siempre imaginativo y concentrado en sus indagaciones, fue un creador pertinaz, lector infatigable, que igual revelaba fotografías en su cuarto oscuro hogareño o diseñaba las sillas de su comedor con escenas de El Quijote. Un personaje sin nombre de calle ni fecha conmemorativa, pero imprescindible como todos aquellos empecinados en crear y que pasan al olvido.