Hospital de la Luz. Cuando la atención no hace distinciones económicas

Hospital de la Luz. Cuando la atención no hace distinciones económicas

Jaime Lozano Alcázar
Director Médico de la Fundación Hospital Nuestra Señora de la Luz

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 38.

Con más de un siglo de vida sobre sus espaldas, este hospital se considera la cuna de la oftalmología en México, y centro de enseñanza de destacados especialistas mexicanos y latinoamericanos. Su consigna es que ningún paciente deje de recibir atención.

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Los antecedentes de la oftalmología en México se pueden remontar hasta la época precortesiana. Los aztecas o nahuas designaban a los ojos con un término por demás significativo y aun político, ixtelolotli (El Espejo Mágico). Las enfermedades oculares en conjunto se llamaban ixcocoliztli. Distinguían la catarata: ixtepella o cocoztic; las inflamaciones de los parpados: ixtenchichipeliulitzli; el orzuelo (perrilla): ixtomoniliztli; al paciente con estrabismo se designaba: ixnecuiltic; al miope: amoixtlapatli y a la migraña o jaqueca: ixcocoliztli.

En el Códice Florentino se presentan algunas recetas para aplicación local en padecimientos oculares, por ejemplo, para el glaucoma recomendaban una hierba, la ohuaxocotolin mezclada con excremento.

Se dice incluso que los teixpati (médicos que practicaban cirugía) hacían la operación de catarata con la misma técnica que se usaba en Europa y Asia en la época, la reclinación, solo que allá? con instrumentos metálicos y acá con espinas de maguey. Parece que entre los tarascos o, mejor dicho, purépechas, los tzinangaricuperi, practicaban la misma intervención quirúrgica.

Desde luego, durante el virreinato se siguieron ocupando de los padecimientos oculares; el primer libro de medicina impreso en Nueva España en 1579, respetando la ortografía original, Tractado Breve de Anothomia y Chirvgia, y de algunas enfermedades, que suelen hauer en esta Nueva España. Compuesto por el muy Reverendo padre Fray Augustin Farfan, Doctor en Medicina y Religioso de la Orden de Sant Augustin menciona aspectos anatómicos y de enfermedades de los ojos. Seguramente entonces se seguida practicando la reclinación de la catarata.

En la Gazeta de México (la publicación periódica más antigua de México fundada por don Juan Ignacio María de Castorena y Ursúa, el 1 de enero de 1722) aparecía en el año 1803 un anuncio de José Morales Quiñones, publicando que había operado 402 cataratas con éxito, si bien asimismo confiesa que tuvo también 29 casos con malos resultados.

Luego de la independencia, los más renombrados médicos mexicanos del siglo xix, como los doctores José Miguel Muñoz, Miguel F. Jiménez, Ladislao de la Pascua, Luis Muñoz, Eduardo Liceaga, Rafael Lavista y otros, se interesaron especialmente en los padecimientos oculares y muy probablemente practicaban cirugía ocular; se sabe que el doctor Jose María Vertiz operó 100 cataratas en “El hospital de pobres”. Sus nombres son ampliamente conocidos por las calles de la colonia Doctores en la Ciudad de México.

El 6 de diciembre de 1850 es una fecha memorable para la historia de la oftalmología y la medicina mundiales; ese día Hermann von Helmholtz presentó en la Physikalische Gesellshaft de Berlín su oftalmoscopio: por primera vez se pudo ver en vivo el fondo del ojo de los humanos! Este invento detonó la erección de la oftalmología como especialidad de la medicina; tan sólo siete años después, 1857, se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de Oftalmología en Bruselas.

 

El doctor Manuel Carmona y Valle describe así el acontecimiento:

Desde que el inmortal Helmholtz descubrióel ophtalmoscopio [sic]; la oftalmología ha dado pasos gigantescos, y lo que antes no era sino una pequeña rama de la medicina, hoy es una ciencia que merece ocupar toda la actuación exclusiva del hombre – Auto-ophtalmoscopía (Gaceta Méica Mexicana, 1867)

Así, no sorprende que quien trajera por primera vez a México el oftalmoscopio de Helmholtz se considere “El Padre de la Oftalmología Mexicana”. Unos atribuyen esto al propio doctor Carmona y Valle, otros, al doctor Ángel Iglesias y Domínguez.

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