La muerte de un héroe por la espalda

La muerte de un héroe por la espalda

Laura Suárez de la Torre
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 32.

Dos versiones retoman el fusilamiento de José María Morelos y Pavón por órdenes del virrey Félix María Calleja. Carlos María Bustamante centra la atención en el hombre valiente que no teme morir; Lucas Alamán lo hace desde el testimonio del padre Salazar quien acompañó al estratega militar y político hasta los momentos finales.

Fusilamiento de Morelos (640x361)
Anónimo, Fusilamiento de José María Morelos y Pavón, siglo XIX, acuarela. Museo Histórico Casa de Morelos, Morelia, Michoacán.

Era un frío 22 de diciembre, la fecha se quedaría en la memoria de los novohispanos y, más tarde, de los mexicanos. Recordaba el fusilamiento en 1815 de José María Morelos y Pavón, el cura que había logrado poner ordenó a las huestes insurgentes, el soldado que había puesto a temblar al jefe militar y más tarde virrey, Félix María Calleja. El cura de Carácuaro que había ganado una batalla tras otra, pero también la simpatía de los insurgentes y de los habitantes que querían un cambio. Ordenó al ejército que acompañaba a Hidalgo, ganó territorios en el sur de la Nueva España –Chilapa, Tehuacán, Orizaba, Oaxaca, Acapulco, Veracruz y Puebla de los Ángeles–, y rompió el sitio que le habían impuesto en Cuautla. Convocó un Congreso en Chilpancingo, proclamó la soberanía y la independencia, recogió en los Sentimientos de la Nación su idea e ideal de nación y en la Constitución de Apatzingán consignó los principios constitucionales y la forma de gobierno para el país que anhelaba. Fue también el que enfrentó diversas derrotas que más que sumirlo en la depresión, le dieron brío para continuar con el ideal que perseguía para Nueva España.

Preparación de Morelos para fusilar (495x640)
Fusilamiento de Morelos, litografía en Vicente Riva Palacio, El libro rojo: 1520-1867, México, Imprenta de Díaz de León, 1870. Biblioteca “Ernesto de la Torre Villar” Instituto Mora.

En él, como señala Fernando Serrano Migallón, conviven el ideólogo, el insurgente, el político y el sacerdote. Ese hombre, según refiere Genaro García en sus Episodios de la guerra de independencia, de “mediana estatura, robusta complexión y color moreno […] ojos negros, limpios, rasgados y brillantes, […] mirada profunda e imponente […] A la hora del combate, según los que de cerca le observaron, sus ojos relampagueaban siniestros y su voz adquiría tonante inflexión para animar a las tropas […] la prosperidad no le ensoberbecía, ni el infortunio quebrantaba su altiva y digna entereza”. Pero ese hombre, un día cayó prisionero en manos de los realistas. Sería conducido como prisionero; juzgado militar y eclesiásticamente, y encerrado en la cárcel.

A manos de las tropas realistas, ese hombre amado por muchos y odiado por otros, cayó fusilado, “por la espalda como a traidor”, en el pueblo de San Cristóbal Ecatepec. Su muerte pareció marcar el fin de la guerra pues su captura y fusilamiento eliminaba del camino al más importante estratega militar y político de la lucha, José María Morelos y Pavón.

Sobre su muerte los historiadores del siglo XIX escribieron sus versiones y lo hicieron de acuerdo con diferentes intenciones, a partir de diversos informantes y documentos. De allí que en este artículo se muestran dos de los varios textos que corrieron sobre este hecho histórico: el de Carlos María de Bustamante y el de Lucas Alamán. Dos visiones distintas, centradas en el episodio de la muerte. Cada uno de ellos tomó la pluma en diferentes momentos para dejar este pasaje escrito para guardarlo en la memoria a través de las páginas de sus historias sobre la guerra de Independencia. Cada uno centró su atención en detalles específicos, dando con ello un significado especial a los últimos momentos del héroe.

Bustamante

Carlos María de Bustamante (1774-1848) conoció y colaboró con el proyecto insurgente. Estuvo al lado de Morelos en distintos momentos de la guerra insurgente. Escribió el discurso con el que se inauguró el Congreso de Chilpancingo, conocido como Sentimientos de la Nación. Fue un incansable promotor de la letra impresa a través de periódicos Diario de México (1805), El Juguetillo (1812), La Avispa de Chilpancingo (1822) y diversos libros. Escribió muchas obras, entre ellas: Cuadro histórico de la Revolución de la América Mexicana, comenzado en quince de septiembre de 1810 por el ciudadano Miguel Hidalgo y Costilla (1823-1827); Campañas del general D. Félix María Calleja, comandante en jefe del Ejército Real de Operaciones llamado del Centro (1828); Los tres siglos de México durante el gobierno español hasta la entrada del Ejército Trigarante (1836); Apuntes para la historia del gobierno del general Antonio López de Santa Anna (1845); El nuevo Bernal Díaz del Castillo o sea Historia de la invasión anglo-americana (1847), entre otras. Editó otras más, como la de Bernardino de Sahagún. Fue un activo político que participó en diversos congresos desde la etapa insurgente y más tarde en la época independiente, dando voz a sus inquietudes y a las de otros.

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