Graziella Altamirano Cozzi.
Instituto Mora
Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 28.
Una serie de postales con imágenes de la Decena Trágica y comentarios sobre aquellos momentos de incertidumbre, así como fotos de viajes por Europa a principios del siglo XX, fueron encontradas por casualidad entre las comisuras del elevador de un hotel del centro capitalino. Entre ellas había retratos desconocidos junto a Porfirio Díaz.
Hace algunos años, cuando se llevaba a cabo la remodelación de un viejo hotel del centro histórico de la ciudad de México, al desmontar el antiguo elevador que sería cambiado por uno nuevo, quedó al descubierto un pequeño sobre que se encontraba atorado en un recoveco de la maquinaria. Uno de los trabajadores lo entregó al contratista encargado de la colocación, quien al conocer su contenido y, sabiendo mi gusto por la historia, amablemente me lo obsequió.
Se trataba de un sobre antiguo con el membrete de Portefeuille Kodak de la Central Photo R. Guiot de París, que guardaba 78 fotografías de 10 × 15, algunas de las cuales, sin duda, copiadas y reveladas en ese establecimiento francés que, a su vez, anunciaba las más novedosas cámaras de mano Kodak. Descubrí que las imágenes se referían a algunos pasajes de nuestra historia y a fragmentos de una memoria familiar cuyos recuerdos se quedaron atrapados en un elevador durante más de 50 años. Eran 48 tarjetas postales sobre la Decena Trágica –ocurrida en la ciudad de México en febrero de 1913– y 30 fotografías con escenas familiares, tomadas poco después en distintas partes de Europa.
Las postales de la Decena Trágica son las mismas que, en su mayoría, han sido difundidas profusamente en distintas publicaciones sobre la revolución mexicana y ya forman parte de nuestra historia gráfica. Son muy conocidas las escenas del golpe militar contra el presidente Francisco I. Madero y los diez días que le siguieron hasta su derrocamiento y asesinato, en los que la ciudad de México vivió jornadas de terror y sus calles se transformaron en un campo de batalla ante el asombro y el temor de sus habitantes.
Durante estos acontecimientos, un buen número de fotógrafos, tanto profesionales como aficionados se lanzaron a las calles de la ciudad con el fin de captar los distintos escenarios para obtener testimonios gráficos y darlos a conocer. Se han podido detectar alrededor de 15 fotógrafos nacionales y extranjeros que dejaron constancia de la Decena Trágica en numerosas imágenes que muestran el ataque a Palacio Nacional, los muertos en el Zócalo, los rebeldes en la Ciudadela, las trincheras y puestos de combate, los cadáveres incinerados, las casas destrozadas en distintas calles, etcétera.. Algunas de estas fotografías contenían un pequeño rótulo colocado por el propio autor que describía la escena correspondiente y, en otros casos, llevaban impreso su nombre o su firma.
Fue tal el impacto de aquellos sucesos que no sólo proliferaron los fotógrafos profesionales y los aficionados que reconocieron la importancia de rescatar las diferentes escenas como un documento testimonial, sino que no faltaron quienes, como suele suceder, se aprovecharon del asunto para copiarlas y distribuirlas, convirtiéndolas en objeto de venta y colección. Esto se facilitó porque en ese tiempo la reproducción de imágenes en tarjetas postales se puso de moda a través de la aparición de un novedoso equipo que podía manipularse sin necesidad de experiencia y se anunciaba como una máquina maravillosa que sacaba fotografías originales en tarjetas tamaño postal, en tan sólo un minuto.
Las postales de la Decena Trágica se multiplicaron y se vendieron con nombres distintos o sin las firmas de los fotógrafos que las tomaron y, muy pronto, los sucesos de la ciudad de México fueron conocidos incluso en otras partes del mundo, al ser enviadas las fotos por correo con las descripciones y comentarios particulares del remitente, según su propia opinión.
Este fue el destino y la función de algunas de las postales del sobre encontrado en el elevador del viejo hotel, las cuales, según descubrí, pertenecieron a una familia de la elite porfiriana exiliada en Europa, cuyos integrantes se enteraron, a través de estas imágenes que llegaron por correo, de lo que pasaba en la ciudad de México; pudieron constatar los daños sufridos en varios edificios, ver a los soldados atrincherados en las calles y a los rebeldes apoderados de la Ciudadela. Algunas de estas postales llegaron tan sólo con un saludo, otras identificaron las casas dañadas de amigos comunes y otras más llevaban textos alusivos a los acontecimientos, varias con un tono irónico y burlón: Querido Pepe: Este es uno de los sports que ha estado muy de moda en esta ciudad y que se practica en casi todas las calles. Es bonito ¿verdad? Tu amigo Manuel. Pepe: Ya verás cómo no es necesario ir a París para divertirse que aquí también lo sabemos hacer. Saludos. Pepe: Gracias a estos ciudadanos así como a haberme encomendado al Buda que me mandaste de St. Moritz, aún vivo. Manuel.
Las 30 fotografías que no son postales pertenecen a distintos momentos, según muestra el cambio de la moda que se observa en los personajes retratados. Una primera serie contiene fotos de varios integrantes de esta familia que vivió y viajó por varias partes de Europa, y cuyos miembros aparecen en diferentes escenarios: en el jardín de una gran residencia, en elegantes automóviles y hasta en un trineo en la nieve. Otra serie menos numerosa, que es la que aquí nos interesa –y se diferencia de la anterior porque fue revelada con un marco blanco–, contiene fotografías con el ex presidente Porfirio Díaz en el exilio.