Rogelio Jiménez Marce.
Benemérita Universidad de Puebla
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 27.
Una selección de futbolistas con escasa preparación física y condiciones técnicas en desarrollo fue a Brasil a disputar su segundo mundial en 1950. A juzgar por los resultados –tres derrotas– pudo ser un fracaso, pero en realidad México buscaba fogueo y más que nada continuar aprendiendo..
En el 2014 se celebró por segunda ocasión la Copa Mundial de Futbol en Brasil. La selección mexicana ha participado en las dos ocasiones que este evento deportivo se ha llevado a cabo en el país sudamericano. Este artículo centrará su atención en lo acontecido con el representativo nacional en el Mundial de 1950. Aunque la historia de México en los primeros mundiales se caracterizó por sus reiterados fracasos deportivos, resulta de interés para comprender la manera en que la selección se ha convertido, al igual que otras selecciones, en un producto mercadológico y una pantalla para desviar la atención de los temas de relevancia nacional, tal como aconteció en 2014 cuando se discutieron diversas reformas constitucionales en los días en que jugaba México. Quizá en este momento la selección ya no muestra la fragilidad de antaño, pero sigue sin trascender en el escenario mundial para decepción de millones de seguidores.
Los Preparativos
La participación en 1950 representó el retorno de México a la competencia, después de las ausencias en Italia (1934) y Francia (1938). La primera por haber perdido la eliminatoria con Estados Unidos y la segunda por unirse a la protesta de los países americanos inconformes con la decisión de la Federación Internacional de Futbol Asociado (FIFA) de conceder la sede a un país europeo, pese a que se había estipulado que ésta se alternaría con América. A diferencia de su primera participación (1930), en la que fue invitada por Uruguay como país organizador, en diciembre de 1948 la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) había solicitado a la FIFA que le permitiera participar en la justa deportiva.
El 11 de enero de 1949, el periódico Excélsior mostraba su preocupación por la falta de respuesta de la FIFA, aunque después las autoridades de la FMF aclararon que el silencio fue producto de una tardanza en el correo internacional, motivo por el cual hicieron los trámites por vía telefónica y se aceptó la petición. La FMF también declaró que Rafael Garza Gutiérrez, seleccionado nacional en la primera copa del mundo y entrenador del club América, fue nombrado seleccionador nacional, quien informó que solicitaría a la FMF que el equipo hiciera una gira previa por Europa, a fin de que se acostumbrara a los estilos de juego que se utilizaban en esas tierras.
Como faltaba más de un año para que se celebrara la copa mundial, se pensó aprovechar la visita del club brasileño Vasco da Gama a tierras mexicanas para participar en una serie internacional contra varios equipos nacionales. Según uno de los columnistas de Excélsior, esta experiencia resultaría fundamental porque los seleccionados aprenderían de la habilidad, la eficiencia, el virtuosismo y la luminosidad del estilo sudamericano, pues era tiempo de que los mexicanos abandonaran su viejo estilo, basado en balonazos y tiros directos, y adoptaran el fútbol revolucionario caracterizado por el dominio del balón, la velocidad y la eficacia. Se creía que el Vasco aportaría mayores enseñanzas que el Botafogo, otro equipo brasileño invitado anteriormente por el club España a participar en la inauguración del campo de Vista Alegre, duelo que terminó en una batalla campal.
Tras la llegada del Vasco da Gama, un pe- riodista pidió a su presidente, Rodríguez Tavares, su opinión del fútbol mexicano. En un tono diplomático, Rodríguez indicó que tenía buena calidad y si lograba una buena preparación, podría esperarse que hiciera un excelente papel en el mundial, aunque reconocía que no tenía posibilidades reales de ganar el campeonato pues en ese tipo de competencias intervenían factores diversos.
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Por su parte, el entrenador del equipo carioca, Flavio Acosta, advertía que la principal carencia del fútbol mexicano era la falta de entrenadores capaces de guiar a los jugadores. En el país existían buenos futbolistas, decía, pero no se contaba con la persona que lograra encauzar a los jugadores en todos sus niveles. A diferencia de su presidente, Acosta consideraba que el México ofrecería resistencia en el terreno de juego y que si contaba con un poco de suerte, podría ubicarse entre los primeros diez lugares. Explicaba que si bien no estaba a la altura de Argentina, Brasil y Uruguay, tenía el mismo nivel futbolístico que Chile