Martín Josué Martínez Martínez
Colegio de Historia-FFyL, UNAM
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 24.
Durante tres décadas, el cine de los personajes enmascarados catapultados como héroes descolló en la escena popular, a pesar del rechazo de la cinematografía oficial. Alrededor de 150 cintas fueron producidas, aunque no todas -por sus imágenes atrevidas para la época- llegaron a las salas mexicanas, pero sí a las de Europa, América Latina y Medio Oriente.
Justo cuando las luces se apagaron y el telón se abrió, las poco más de 3 000 personas reunidas aquella noche del 11 de octubre de 1962, en el imponente cine Mariscala, inundaron el ambiente con gritos, chiflidos y aplausos. La película que permitió tal congregación era Santo contra las mujeres vampiro, escrita por Fernando Osés, dirigida por Alfonso Corona Blake y protagonizada por el heroico Enmascarado de Plata quien compartió pantalla con la sensual Lorena Velázquez. Conforme fue avanzando la trama el silencio reinó entre los espectadores.. Algunos, inclusive, se colocaron al filo de la butaca en espera del trágico desenlace que auguraba la escalofriante atmósfera. Entre los asistentes se encontraba Carlos Monsiváis, cuya ágil pluma legó a la posteridad un testimonio del ritual catártico que se vivía en el templo del séptimo arte, pues en el momento en que el Santo salió a combatir a las huestes demoníacas con sus llaves, planchas y patadas voladoras, el público rompió su mutismo, aventó vasos y profirió una retahíla de insultos: ¡Atrás de ti Santo! ¡Jódetelo! ¡Dale en su madre a la vampira!
La película anterior se inserta en una serie de cintas que dan forma a un macrogénero mejor conocido como cine de luchadores, el cual se caracterizó por la abundancia de enfrentamientos corpóreos, la mezcla de dos o más géneros cinematográficos, el corto tiempo de producción y los presupuestos irrisorios, factores por los que también fue considerado como cine de serie B o cine churrero. Durante su época sólo recibió vituperios por parte de la crítica cinematográfica oficial, la cual se refirió a él como inverosímil, ridículo y miserable. Sin embargo, su fórmula resultó ser tan exitosa que mantuvo a flote a la industria del cine nacional justo cuando atravesaba por una de sus peores crisis, resultado de la recuperación del mercado hispanohablante que emprendió Estados Unidos después de la segunda guerra mundial, con el consecuente final de la Época de Oro del cine mexicano. Asimismo, permitió a sus protagonistas convertirse en verdaderos iconos como Blue Demon y el inigualable Santo, el Enmascarado de Plata, quien salvó al género humano en más de medio centenar de películas que rompieron fronteras y se colocaron en el gusto del público de América Latina, Europa e inclusive Medio Oriente. Como género, el cine de luchadores tuvo una breve pero fructífera existencia. Conoció la luz en el año de 1952 y llegó a su ocaso.