Florencia Gutiérrez / Instituto superior de Estudios Sociales. Universidad Nacional de Tucumán. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas
BiCentenario # 7
Los artesanos de la ciudad de México impulsaron la creación de sociedades de ayuda mutua desde mediados del siglo XIX como una forma de atenuar la extrema vulnerabilidad de su vida cotidiana. A través de la formación de cajas de ahorro, las agrupaciones protegían y ayudaban económicamente a sus socios frente a la adversidad que podía generar la falta de empleo o una enfermedad prolongada, incluso frente a la vejez o muerte del artesano los fondos recaudados servían para ayudar a su familia. Los dirigentes de estas asociaciones se acercaron al poder político buscando potenciar la ayuda brindada a los trabajadores (creación de escuelas, talleres, promoción de instituciones crediticias, etc.), situación que progresivamente sujetó al mutualismo a los dictados del gobierno y se transformó en explícita subordinación durante el gobierno de Porfirio Díaz.
Esta vinculación llevó al gobierno porfiriano y a la dirigencia artesanal a actuar de manera conjunta frente a lo que veían como uno de los principales problemas de las clases trabajadoras de la ciudad de México: el alcoholismo. En tal sentido, observaban el consumo exagerado de pulque como un flagelo que contravenía la idea de progreso y amenazaba la instauración de la modernidad y el orden porfirianos. Los líderes de las sociedades de ayuda mutua insistían en que la inclinación a la bebida no distinguía entre clases sociales y era igual de censurable en el rico que asistía a la elegante cantina como en el pobre que se emborrachaba en la pestilente taberna; en esencia, su discurso se proponía condenar y erradicar un vicio que era mirado como un problema moral. Se insistía en que la ingesta de alcohol dañaba la disciplina laboral, la dignidad del trabajador, la armonía familiar y la paz social y, por ende, en la consolidación del ciudadano acorde con los proyectos porfirianos.
Para la dirigencia mutualista, la bebida implicaba el abandono de la familia del trabajador que de esta forma se veía privada de cubrir sus necesidades más imperiosas. Agobiados por la falta de recursos materiales, los obreros figones y las cantinas, a fin de colaborar en su capacidad de ahorro y facilitar la consolidación del mercado interno y la industria nacional. En este sentido, la prensa obrera de fines del siglo XIX se hizo eco de una preocupación central de la época: la pronta consagración de una sociedad de consumo necesitaba de obreros y artesanos conscientes de los beneficios de los hábitos del ahorro y la templanza, condiciones ineludibles para alejarlos de los derroches de la taberna, el juego y el alcoholismo y acercarlos, en calidad de consumidores, a la industria nacional.
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PARA SABER MÁS:
- Claudia Agostoni y Elisa Speckman (eds.), Modernidad, tradición y alteridad. La ciudad de México en el cambio del siglo (XIX y XX) México, UNAM, 2001.
- Ángel de Campo, Ocios y apuntes y La Rumba. México, Porrúa, 1990.
- Manuel Payno, Los bandidos de Río Frío, México, Porrúa, 1982.
- Pablo Piccato, No es posible cerrar los ojos. El discurso sobre la criminalidad y el alcoholismo hacia el fin del Porfiriato, en Ricardo Pérez Montfort (coord.), Hábitos, normas y escándalo. México, Plaza y Valdés-CIESAS, 1997, pp. 77- 142.
- Elisa Speckmann, Pautas de conducta y códigos de valores en los impresos de Vanegas y Arroyo, en Rafael Olea Franco, Literatura mexicana de fin de siglo, México, El Colegio de México, 2001, pp. 425-448.