Paulina Michel
Archivo Histórico de la UNAM-IISUE
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 39.
Cinco años atrás, la Universidad Nacional Autónoma de México adquirió el archivo personal del fotógrafo, con más de 22,000 registros que incluyen retratos de escritores, intelectuales y artistas de México, así como de las actividades universitarias. Personaje olvidado, al final de su vida, sus testimonios gráficos hablan de la cultura de los años cincuenta a ochenta, principalmente.
Ricardo Salazar Ahumada nació el 27 de abril de 1922, en Ameca, Jalisco, ciudad cercana a Guadalajara, en donde vivió los primeros dos años de vida. Él y su familia se trasladaron a la capital del estado, donde Ricardo cursó sus primeros estudios. A los quince años entró a trabajar en el estudio fotográfico de Silverio Orozco, Fotografía Orozco, lugar en donde aprendió el oficio:
Allí empecé a aprender y a retocar las fotos de los clientes. Eran de hombres, mujeres, niños, viejitos, de todo. Permanecí en mi tierra seis años porque entré a otro taller de un excelente retratista, Rodolfo Moreno, en la avenida Juárez, en los portales de Guadalajara.
El joven Ricardo se hizo asiduo a las tertulias culturales del Café Apolo, donde recibió el apodo de “Lolito” ya que, según el crítico Emmanuel Carballo, el trabajo de Lola Álvarez Bravo era “la única influencia realmente importante en la vida profesional de Ricardo”.
En 1953, a los 31 años de edad, Ricardo Salazar emigró a la ciudad de México. Venía invitado por el propio Carballo, quien lo introdujo en el ámbito cultural capitalino, al presentarlo con el escritor Jaime García Terrés, director de Difusión Cultural de la UNAM. La colaboración de Salazar fue inmediata; empezó a retratar escritores y artistas de diversas generaciones con la intención de hacer un libro de fotografías y paralelamente prestó sus servicios en la Revista de la Universidad de México, también dependiente de Difusión Cultural.
Al mismo tiempo que hacía trabajos para la Universidad, Salazar laboraba por su cuenta haciendo retratos para credenciales, fotografías de bodas, grupos familiares, desnudos, paisajes, edificios e industrias, entre muchos otros temas. Se estableció a las afueras de la ciudad, en el municipio de Mexicaltzingo, Estado de México, en donde rápidamente habilitó su cuarto oscuro y comenzó a producir las fotografías de personajes que lo consagraron como el fotógrafo de la vida universitaria y cultural de México. Retrató a intelectuales consumados como José Vasconcelos y Alfonso Reyes, de los cuales realizó amplios y excelentes reportajes. Por ejemplo, la serie de Reyes en su biblioteca, ahora conocida como Capilla Alfonsina, retrata al escritor en su mejor momento y en su ámbito cotidiano. Al mismo tiempo, su lente captó a quienes estaban en la cúspide de su trayectoria, como Octavio Paz, del cual hizo su ya célebre serie en Mixcoac, su barrio natal. Del gran escritor Juan Rulfo realizó una serie amplia de retratos, en la que aparece con sus hijos pequeños. De igual manera vemos las fotografías del poeta Efraín Huerta, quien era un amigo cercano, al cual retrató rodeado de su familia y de su mujer, la poeta Thelma Nava. A la reconocida escritora y funcionaria universitaria, Rosario Castellanos, la retrató en varias ocasiones, algunas de ellas durante su embarazo y rodeada luego de su hijo y de los hijos de su esposo, el filósofo Ricardo Guerra.
Destacan los retratos de los autores de la llamada Generación de Medio Siglo, entre los que se encuentran escritores, algunos de ellos profesores o funcionarios universitarios, como Inés Arredondo, Ricardo Garibay, Margarita Michelena, Juan José Arreola, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Fuentes, Juan García Ponce, Juan Vicente Melo y José Emilio Pacheco, a quienes vemos en festejos y exposiciones y, en muchas ocasiones, rodeados de sus familiares. No falta desde luego la amplísima serie, a lo largo de los años, de su mentor y amigo, el crítico literario Emmanuel Carballo, acompañado de su esposa, la también escritora Beatriz Espejo. Elena Poniatowska, fotografiada muy joven por él, comentaba: “¿quién no debe su mejor foto a Ricardo Salazar?” También a ella, como a varios de esa generación, hizo algunos de sus mejores retratos.
El acervo fotográfico de Ricardo Salazar contiene material de otros artistas destacados como Juan José Gurrola, Juan Soriano, Eduardo Mata, Carlos Chávez y Abel Quezada, así como de los pintores consagrados de México: David A. Siqueiros, Diego Rivera y Doctor Atl. La lista podría crecer mucho más, pero bastan los mencionados para darse una idea de la cantidad de personajes del ámbito cultural mexicano con quienes se relacionó el fotógrafo.
Varios de estos escritores y artistas entablaron profunda y larga amistad con él, particularmente el ya mencionado Efraín Huerta, Rubén Salazar Mallén, Jesús Arellano y Juan José Arreola. En gran cantidad de series fotográficas, el personaje retratado aparece en situaciones cómodas, relajadas y cotidianas. Es común ver en estos retratos que los escritores o artistas muestran su lado más personal y puede inferirse que la relación con el fotógrafo era de gran cercanía, que iba más allá del ámbito laboral. Así, vemos al poeta Homero Aridjis en compañía de su esposa e hijas pequeñas; al también poeta Carlos Turón posando en el jardín de su casa; a Jaime García Terrés en fiestas con el poeta León Felipe o a Octavio Paz y a la pintora inglesa Leonora Carrington en algún festejo con el elenco de la La hija de Rapaccini, la única obra de teatro del escritor. Es importante señalar que dentro de este universo de imágenes fueron descubiertos algunos retratos de personajes que no estaban identificados en el momento del ingreso, como por ejemplo los de Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Eduardo Lizalde, Carlos Ancira o el del entonces muy joven cantante Óscar Chávez. Con otros personajes departía en las tertulias de bares y cantinas famosas de la época, como el Salón Palacio. Efraín Huerta inclusive lo mencionó en su largo poema “Barbas para desatar la lujuria” (1962), imagen de la vida bohemia de aquella época:
So espléndido chilló Ricardo
(Bloom) y se afeitó la negra y mulliganosa barba de cinco meses
alors cayeron catedrales de moscas piando misericordia
y fotos de Cecilia enseñándolo todo la muy cínica;
la expulsaron y después la dejaron entrar mientras Ricardo (Bloom bum bum van a filmar Ulises)
se ahoga en un buche de agua en la Casa del Lago
y su barba de alquitrán va y viene […]
Mientras trabajaba como fotógrafo para Difusión Cultural de la UNAM, Ricardo Salazar también colaboró en el reconocido suplemento México en la Cultura, del diario Novedades y con La cultura en México, de la revista Siempre! Entre los años 1963 y 1964 prestó sus servicios en la entonces Escuela Nacional de Arquitectura (hoy Facultad). En enero de 1973 trabajó como fotógrafo laboratorista en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social. Tomó las fotografías del disco Música Nueva II; fungió como fotógrafo en la Orquesta Filarmónica de la UNAM; prestó sus servicios en a Dirección General de la Escuela Nacional Preparatoria, colaboró en Radio Universidad, documentando el evento de inauguración de la Sala Julián Carrillo y fue el encargado de hacer las fotos del libro Historia de Casa del Lago. Además, colaboró en diversas publicaciones como en el suplemento Sábado del diario unomásuno; en las revistas Plural y Vuelta, el periódico El Universal y en el Fondo de Cultura Económica. En 1999 obtuvo un ascenso de categoría como fotógrafo universitario y en el año 2000 solicitó su jubilación, que se hizo efectiva en julio del mismo año.
Ocaso
A lo largo de su vida, Ricardo Salazar estuvo inmerso en el corazón de la vida cultural y universitaria, rodeado de escritores, intelectuales y artistas. Su paso por la UNAM le dejó grandes amigos que con el tiempo fueron desapareciendo. Al final, recibió una muy modesta pensión del ISSSTE, con la que pudo atender sus problemas de salud, que fueron muchos y muy graves. Sin embargo, no hubo un reconocimiento a su gran labor como artista de parte de las instituciones para las que trabajó, por lo cual vivió el resto de su vejez en el abandono y la pobreza. Durante su vida fue generoso con su trabajo y no dudaba en regalar fotos a sus amigos, quienes a su vez le correspondían con dibujos y libros. Con una vida tan bohemia, Salazar reconoció en la entrevista con Elena Poniatowska que le hubiera gustado haberse dedicado a la fotografía publicitaria; sin embargo, el ritmo de vida y la diversión lo fueron alejando del trabajo intenso, como puede observarse en la entrevista que le concedió a la escritora: “fueron tantas las amistades que tuve que me dediqué a jugar dominó en las cantinas y en la casa de escritores y pintores. No fui muy bueno para el dominó, sólo regular. Hoy ya no puedo jugar, no, pues con quién. Mi hijo no sabe, sólo pone fichas. Ya no tengo amigos, soy solo.” Una vez retirado, su hijo le ayudaba a imprimir fotografías de su archivo, que le solicitaban. Pero fue perdiendo todo, hasta sus cámaras.
Su fallecimiento, el 25 de abril de 2006, fue casi ignorado por la prensa y las autoridades culturales, con excepción de las notas en el diario Milenio escritas por Carlos Miranda y Javier García Galiano, en mayo y agosto de ese mismo año. La Gaceta UNAM lo recordó por esas mismas fechas, poniendo énfasis en la riqueza e importancia de su valioso acervo, el cual quedó depositado en la Universidad Nacional casi inmediatamente después de su desaparición física. En suma, el acervo de Ricardo Salazar tiene un gran valor artístico y documental, ya que es un testimonio invaluable de una época que dejó una huella imborrable para la cultura de nuestro país. La generación de intelectuales que formaron parte de este grupo dejó un rico legado que sigue presente a través de sus obras en la actualidad y para la Universidad es un registro fundamental de los personajes que formaron parte de la institución, ya fuera como profesores, investigadores o funcionarios.
El acervo
La Universidad Nacional Autónoma de México adquirió en 2012 el archivo personal de Ricardo Salazar, uno de los grandes fotógrafos de la vida universitaria y cultural en México. La compra del acervo fotográfico a los dos hijos del artista, ha sido de gran importancia no sólo para la historia de esta institución sino para la memoria gráfica de este país. Se han preservado así, entre muchas otras fotografías, los mejores retratos de personajes que han dejado profunda huella en los campos de la literatura, el teatro, las humanidades y las artes plásticas de México.
El fondo fotográfico Ricardo Salazar está resguardado por el Archivo Histórico de la UNAM (AHUNAM), en el Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación de la UNAM. Contiene aproximadamente 22 244 documentos gráficos, entre los que se cuentan negativos (en color y en blanco y negro), impresiones en diferentes formatos, diapositivas de 35 mm, hemerografía, credenciales y manuscritos. Además de los retratos, en las fotografías hay múltiples imágenes de la vida universitaria, a través de los años. En particular, se cuenta con extensos reportajes visuales de las actividades de la Casa del Lago, con las presentaciones de Poesía en Voz Alta y de las representaciones teatrales de los alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria número 5.
La rica y valiosa información que contiene el archivo de Ricardo Salazar acerca de la vida artística y cultural de la Universidad y del país complementa la información gráfica que ya se resguardaba en el AHUNAM sobre la vida cotidiana universitaria. Otros acervos, como la Colección Universidad y el Fondo Raúl Estrada Discua, también fotógrafo universitario con quien coincidió Salazar por algunos años en la institución, documentan eventos académicos, culturales y deportivos universitarios, así como personajes y lugares, de una época cuando la Universidad se había convertido en la vanguardia de la cultura mexicana.
La adquisición, por parte de la Universidad del fondo Ricardo Salazar y su ingreso al Archivo Histórico, fue una historia de lucha contra el olvido. Se sabía ya de la existencia de este autor, gracias a algunas imágenes que se encuentran en otras colecciones del AHUNAM, pero se desconocía la precariedad en la que vivía el fotógrafo y su grave estado de salud. Gracias a dos artículos que publicó la escritora y periodista Elena Poniatowska en el diario La Jornada, los días 22 y 23 agosto de 2004, se alertó sobre la necesidad de una intervención urgente para ayudar al fotógrafo y para rescatar su valiosa colección fotográfica. En esta entrevista, Salazar mismo manifestaba su propósito de donar o vender su archivo. El AHUNAM desde un principio mostró interés por adquirirlo y comenzó las gestiones. Paralelamente, un grupo de académicas del Colectivo Arquitectónico Documental habían iniciado el proceso de rescate y promovieron la última exposición que presentó en vida el fotógrafo, “Memoria gráfica de la vida cultural 1956-1970”, la cual tuvo lugar en la Sala Manuel Covarrubias del Centro Cultural Universitario, en noviembre de 2004.
Después de la muerte de Ricardo Salazar, en abril del 2006, sus hijos, María Ondina y Ricardo Iván, decidieron entregar el valioso acervo que generó el artista a lo largo de varias décadas de trabajo a la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, en calidad de depósito y se procedió a recibir el material para su resguardo, iniciándose inmediatamente las tareas de organización, cambio de guardas e inventario parcial. En 2008 la Coordinación de Difusión Cultural consideró que el acervo de Salazar requería ser conservado con todas las garantías de un archivo histórico y sugirió al AHUNAM que lo adquiriera. Se iniciaron entonces los trámites necesarios para la compra, la cual se concretó el 21 de mayo de 2012. Después de varios años de espera e incertidumbre, la UNAM compró este archivo icónico de la fotografía en México, producido a lo largo de casi 20 años de vida cultural y universitaria, para conservarlo, catalogarlo y difundirlo.
PARA SABER MÁS
- Carballo, Emmanuel, Ya nada es igual: Memorias (1929-1953), México, Fondo de Cultura Económica, 2012.
- Núñez Jaime, Víctor, “Ricardo Salazar, fotógrafo” en La Jornada Semanal, 30 de septiembre de 2007, https://goo.gl/z9NVkr
- Poniatowska, Elena. “Entrevista/ Ricardo Salazar, fotógrafo. Un gran retratista de artistas e intelectuales, en el abandono”, https://goo.gl/TSHCWB
- Unger, Roni, Poesía en Voz Alta, México, UNAM/INBA, 2006.