Irma Ramírez
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 32.
La sopa de sapo es asquerosa, pero si se aprende a comerla de un solo jalón, y sin que se note el asco en los ojos o en la cara, puede sacar de muchos aprietos.
Se puede hacer más desde adentro que desde afuera y se lo puedo apostar. Bueno, está bien, compañerita, me voy a sincerar con usted, al cabo después de la asamblea delegacional, ya ni modo, ni cómo sacar el sapo que sigue ahí, brincoteando en mis dentros.
No sé si fue porque ya estaba cansado de andar siempre en la vil chilla, de quedar mal con mis viejos, que por cierto no estuvieron muy de acuerdo con que estudiara la Normal, que porque luego tendría los ojos puestos en la ciudad, sin querer meter las manos en el trabajo rudo del campo. Y eso de que anduve en las extranjias, en lugar de ayudar en algo, al contrario, es pretexto para echarme más tierra encima y acusarme de tener la ideología metida hasta el tuétano. También pue’que me amilan eso de no verle futuro a andar a tiro por viaje con los güevos hasta el pescuezo, nomás pensando: y si me agarran, una tranquiza sería lo de menos, pero ¿si me torturan?, ¿de qué ha servido que los compas hayan aguantado esa friega? Entonces me dije que ya no iba a pensar que el trabajo vale igual que el capital, para qué creer que la luna es de queso, si eso nada más en los libros es verdad. Que iba a olvidar la sonsera de querer cambiar el mundo así nomás, juntándole la gente al gobierno, se la damos peladita y en la boca, nomás para arrasar con ella en un sólo aleteo de halcón. Que iba a ver la manera de entrar al mero ajo, donde se cocina el pastel. Porque en la mesa del cambio, sólo vi de dos sopas, a cual más de chiruleras, una bien caliente, hirviendo, diría yo, irme con los compas de la guerrilla, pero la mera verdad, para morirme no tengo ninguna prisa; aunque dicen que cuando te toca aunque te quites, y cuando no te toca aunque te arrimes, para qué ponerme en el mero tocadero. Además, si se está dispuesto a morir, también se está dispuesto a matar y ahí sí paso, de puro pensado se me enchina el cuero. La otra sopa es seguir siendo comunista muerto de hambre toda la renga vida, batallando por un empleo, siempre ninguneado y sirviendo sepa la bola a qué negras motivaciones, pues. ¿no dicen que uno de los fundadores del PCM era agente de la CIA? Para qué seguir así, harto de sudar la gota gorda para lograr cualquier cosa. Y ya me cansó esa onda de presionar, presionar y nunca ver desde arriba; es como escarbar el tiro de una mina, cuesta mucho tiempo y trabajo y al primer error se derrumba todo y uno puede quedarse aplastado, mientras otros sacan la riqueza. A, ¡no!, miento, hay otra sopa, la sopa de sapo; es asquerosa, pero si se aprende a comerla de un solo jalón, y sin que se note el asco en los ojos o en la cara, puede sacar de muchos aprietos y pue’que ayude a treparse bien arriba.
Bueno compañerita, sin darle más vueltas, ¿sabe qué? Me metí a esa onda del nuevo partido, ese dizque partido de los estudiantes. No hay que tener más de dos dedos de frente para saber que no es de derecha ni de izquierda, sino de arriba y adelante, pero para qué nos hacemos güeyes, los meros meros que deciden el triunfo o la derrota de las luchas sindicales y el avance, aunque sea a cuentagotas de la lucha antiimperialista, son el PRI y el gobierno, que no es lo mismo, pero es igual. Ahí está la fuerza, hay que apoyar al gobierno de Echeverría. Por eso me metí a esas ondas. Nos dieron clases de oratoria. Don Álfego era nuestro maestro.