Ana Rosa Suárez Argüello
Instituto Mora
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 29-30.
Terminado el proceso de independencia, este criollo propuso más de un centenar de ideas para hacer frente a los obstáculos que impedían echar a andar el país. entre ellos Tadeo Ortiz vio la necesidad geoestratégica de poblar el Istmo de Tehuantepec, desarrollar el comercio y crear una vía navegable transoceánica. una faena que se hizo mucho más compleja de lo que se imaginaba.
Tadeo Ortiz regresó a México en 1821, con el ánimo de contribuir a la consolidación de la libertad y la prosperidad de la patria. Deseaba ardientemente que esta fuera igual de libre y próspera que otros países que había conocido. Con la certeza de que México era un cuerno de la abundancia y lo único que tenía qué hacerse era explotarlo apropiadamente se ocupó de analizar la realidad del país y hacer propuestas para que progresara. Una de las más interesantes fue la que hizo para el istmo de Tehuantepec.
¿Quién era Tadeo Ortíz?
Es poco lo que se sabe del criollo nacido en el valle de Mascota, en el reino de Nueva Galicia, el 18 de octubre de 1788. Apenas que, siendo alguien instruido en latín y filosofía, fue preceptor de los hijos del virrey José de Iturrigaray y que, a la caída de este a raíz del golpe de Estado de 1808, lo acompañó a España, donde permaneció hasta 1811. La noticia de la muerte de su padre –junto con el deseo de sostener a su madre y hermana– al igual que su aspiración de colaborar de alguna manera con la recién iniciada revolución de independencia, lo decidieron a volver a tierras americanas.
Dejó la metrópoli de manera clandestina, embarcándose en Portugal rumbo a Estados Unidos; allí residió primero en la ciudad de Filadelfia y más tarde en la de Nueva Orleans, donde se quedó por algún tiempo pese a su deseo de trasladarse a Nueva España, pues las dificultades del momento, según dijo, se lo impidieron.
En efecto, tanto en Estados Unidos como en Veracruz los españoles ejercían una estrecha vigilancia. Con todo, Ortiz logró por fin entrar en contacto con los insurgentes; aunque ni José María Morelos ni Ignacio López Rayón sabían de quién se trataba, ambos decidieron aceptar sus servicios en el exterior para que, en su nombre, entrara en relaciones con los jefes insurrectos de otras colonias españolas.
Tuvo entonces ocasión de satisfacer uno de sus grandes deseos: viajar, porque me consideraba no podía de otro modo instruirme de las costumbres de los hombres. De modo que de Nueva Orleans zarpó hacia la isla de Jamaica y de ahí partió a Nueva Granada, para desembarcar en Cartagena de Indias a fines de 1814. Llegó sin papeles ya que luego de ser detenido en el camino prefirió quemarlos y esto le complicaría la existencia pues no se le quiso reconocer como enviado de México. Se trasladó a Santa Fe y posteriormente a Buenos Aires, donde al parecer permaneció por un buen tiempo, hasta que se trasladó a Londres a mediados de 1819.
En los distintos lugares en los que estuvo trató con liberales, masones, conspiradores, diputados a Cortes, mercaderes, corsarios y filibusteros, por intereses y razones distintas ligadas a la libertad de los países de Hispanoamérica. En esos años se ocupó, al parecer, de enviar información a Nueva España.
Al poco tiempo de consumarse la independencia, Tadeo Ortiz volvió a México, donde colaboró con varios gobiernos, pero sin comprometerse con un grupo político. Más bien, muy influido por las ideas de la Ilustración y la obra de Alexander von Humboldt, se consagró a su deseo de hacer próspera y libre a la patria. Lo primero que llevó a cabo, por juzgarlo indispensable, fue la escritura y publicación del Resumen de la estadística del Imperio Mexicano (1822), en el que en la primera parte aborda las realidades geográficas, económicas, demográficas y políticas, en tanto que en la segunda ofrece 115 recomendaciones para atender a los obstáculos.