Félix Parra: pintor de vanguardias

Félix Parra: pintor de vanguardias

Amanda Rosales Bada
Posgrado en Historia del Arte, UNAM

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 62.

Cinco años de formación en Europa transformaron la obra del artista morelense después de 1880. Nuevas formas, símbolos, colores, escenarios dieron lugar a otros estilos de su expresión artística en un momento de renovación del arte mexicano. Parra fue un retratista de la soledad y la melancolía.

Félix Parra, Galileo demostrando las nuevas teorías astronómicas en la Universidad de Padua, óleo sobre tela, 1874, Museo Nacional de Arte. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2023.

En el panorama de la historia del arte en México destaca la obra de Félix Parra Hernández, por ser una figura de transición entre el realismo académico de corte nacionalista que se practicaba en la Academia de San Carlos y las vanguardias surgidas en el medio cultural del México decimonónico favorecido por los nuevos aires provenientes de Europa.

El maestro oriundo de Morelia, Michoacán, nació el 17 de noviembre de 1845. Desde muy joven manifestó su capacidad para el dibujo y la pintura, lo que le permitió el ingreso en 1864 a la Academia de San Carlos. Durante sus años de formación entre 1864 y 1868, aprendió un estilo realista de corte académico característico de la tradición de Santiago Rebull Gordillo, quien fue maestro y director de la Academia de San Carlos, y de José Salomé Pina, una de las principales figuras del arte mexicano del siglo xix. Después de haber perfeccionado sus estudios en la Academia, ingresó a la clase de pintura, que estaba a cargo del maestro Pelegrín Clavé, cátedra en la que permaneció dos años y posteriormente pasó a estudiar al natural, siendo su director el artista D. Santiago Rebull.

Durante sus años de formación realizó diversas obras ganadoras de premios. La primera, llamada El cazador, la cual presentó en diciembre 1871 en la exposición de la Academia. Con esta obra ganó una Bienal de la Escuela Nacional de Bellas Artes. En 1873 pintó Galileo en la Escuela de Padua demostrando las nuevas teorías astronómicas y en 1875 dio a conocer otro excelente trabajo, Fray Bartolomé de las Casas, el cual fue presentado en la exposición internacional de Filadelfia de 1876. Seguiría Escenas de la Conquista en 1877. El éxito rotundo obtenido con sus obras fue motivo del reconocimiento del presidente Sebastián Lerdo de Tejada, quien le otorgó una beca para realizar estudios en Europa.

Su periodo europeo (1878-1882), becado con un equivalente del sueldo del director de la Escuela Nacional de Bellas Artes, Román S. de Lascuráin, representó un parteaguas en la producción plástica de Parra. Durante los cinco años que vivió en París y en las visitas que hizo a Roma y Florencia, absorbió las corrientes en boga. Tanto el movimiento denominado de los macchiaioli o “manchoneros”, surgido a mediados del siglo XIX en la Toscana, basado en una técnica de pinceladas sueltas y la ausencia del dibujo como soporte de los elementos compositivos, así como la flamante pintura impresionista de París, nacida públicamente hacia 1873, originaron en el michoacano una completa transformación de los temas y soluciones plásticas aplicadas a sus creaciones.

A su regreso en 1882 fue nombrado en la Academia de San Carlos como maestro de dibujo de ornato y decoración. Inició entonces una etapa de producción que es el objeto de nuestro análisis, el cual nos llevará a descubrir el proceso de transformación de su creación artística. Cabe mencionar que su obra se inserta en un momento clave en la historia del arte en nuestro país. Desde la propia Escuela Nacional de las Artes (Antigua Academia de San Carlos) se estaba gestando un cambio que impulsaba el relevo generacional. Una nueva y revolucionaria idea de arte surgía de manos de artistas, como Julio Ruelas, de escultores como Jesús F. Contreras y del pintor Saturnino Herrán. Esta idea renovadora se veía alentada desde la crítica y la intelectualidad mexicana.

Félix Parra, Autorretrato, óleo sobre tela, ca. 1875, Museo Regional Michoacano. Secretaría de Cultura-INAH-MÉX.

Vientos de renovación

Ignacio Manuel Altamirano, desde la década de 1870, había comenzado a exhortar a los jóvenes a crear una escuela pictórica y escultórica esencialmente nacional, moderna y en armonía con los progresos incontrastables del siglo XIX. La segunda mitad de la década vio crecer la conciencia entre críticos, artistas, algunos particulares y finalmente en el sector oficial, sobre la necesidad de fomentar el desenvolvimiento de un arte de inspiración mexicana.

A la par de este sentimiento se manifestaba la idea desde la crítica de que el arte debía revelar los adelantos modernos. Los ideales positivistas, introducidos en los años anteriores entre los grupos dominantes y expresados por Gabino Barreda, concedían al artista un papel preponderante y ciertamente afectaron la concepción del arte. Hicieron posible la aceptación y pleno florecimiento de las tendencias naturalistas y, al poner en crisis el pensamiento religioso tradicional, abrieron las puertas a las dudas y los sobresaltos metafísicos característicos de la modernidad.

México entró a la modernidad produciendo obras de estilo académico con temas nacionales que pronto se enfrentaron a la reacción de los “modernismos” surgidos entre 1890 y 1921. En este periodo de renovación de las artes, de tránsito a la modernidad al que pertenecen jóvenes artistas como Félix Parra, se ven impulsados a intentar otros caminos como medio de expresión ante una realidad nueva y avasalladora.

¿Cómo, por qué y de qué manera se dio la transición en Félix Parra de la pintura de historia al plein air? Podemos afirmar que Félix Parra fue parte de una generación de jóvenes pintores formados en los cánones del realismo, que respiraron estos vientos de renovación e inevitablemente buscaron nuevos derroteros en la creación artística de la “nueva modernidad”. En efecto, su producción plástica, realizada bajo los cánones que dictaba la Escuela Nacional de Bellas Artes, heredera de la Antigua Academia de San Carlos, es bien conocida y valorada a nivel nacional e internacional, no así la que produjo a su regreso de Europa. De ahí que haber seleccionado al pintor michoacano tiene como propósito profundizar en la producción plástica correspondiente a este periodo.

Félix Parra, Fray Bartolomé de las Casas, óleo sobre tela, 1875, Museo Nacional de Arte. Reproducción autorizada por el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, 2023.

Corrientes

El análisis de su producción parte de tres colecciones: la que se aloja en el Museo Nacional de Arte; la de la Facultad de Artes y Diseño de la unam (ubicada en la Academia de San Carlos) y la del Museo Regional de Michoacán, de Morelia. Estas colecciones facilitan el acercamiento a su producción, y para los fines que este artículo persigue, señalaré algunas de las características encontradas en la obra plástica de Félix Parra enmarcada en las nuevas corrientes modernistas.

  1. Un cambio en la técnica. Su preferencia por la acuarela, que, frente a la pintura de historia, se consideraba un género menor, y en pequeño formato la mayoría de sus nuevas obras. A través de esta nueva se proclamaba la libertad del arte, cuyo principio era “lo bello” categoría que no se definía, sino se sentía, que residía en el orden espiritual, a saber, “el idealismo que remonta al cielo’ (Manuel Gutiérrez Nájera). La belleza en el arte representó el paradigma del siglo XIX.

  2. El paisaje al aire libre, en clara alusión a los impresionistas. Abandona el paisaje histórico en favor de una naturaleza pintada sur le motif, directamente del natural, con un sentimiento panteísta. Se pierde la línea del horizonte, están presentes los exteriores y la luz, hay ausencia de contornos, exaltación del color, se exploran ángulos y revolucionarios, la perspectiva se desdibuja, se da una superposición de encuadres y tonos. El ser humano se funde con la naturaleza, está contenido en ella. Preocupación por captar la inmediatez.

  3. La preferencia en la representación del paisaje urbano con una referencia constante a elementos arquitectónicos que denotan su formación en la Academia de San Carlos: nodos, redes (la calle, el acueducto, vías de tranvía), bordes, vías de tren. En este paisaje, no obstante prevalece la ausencia de figuras humanas, por lo que la iconografía de la desolación asociada a las viejas arquitecturas constituye un rasgo de la época relacionado con la compenetración decadentista con las culturas declinantes y las ciudades muertas.

  4. Paisaje urbano y semirrural. Idea de romanticismo, lo viejo y las ruinas, la pátina del tiempo […] implican un sentido de nostalgia por el pasado. Tal como señalara John Ruskin, escritor, crítico de arte y reformista inglés, “es encontrar la esencia del pasado en la ruina, en la experiencia de la soledad”.

  5. Ornamentación y artes decorativas. Abundancia en la producción de caligrafías y bocetos florales estilos Art Nouveau que Parra aplicó principalmente en su labor docente, introduciendo elementos simbolistas alternando con figuras humanas ‒algunas de rasgos indígenas‒ con figuras geométricas, así como el uso de la talavera, piezas clásicas como columnas, flores, etcétera.

Finalmente, la ruptura de los cánones que prevalecían hasta la mitad del siglo XIX en México fue consecuencia del proceso de transformación de una sociedad que exigía libertad y una nueva identidad. Parra constituyó una figura decisiva en este proceso, en el que se advierte una nueva actitud desmitificadora, ya no reverencial frente a la tradición clásica. Animado por la bandera de intelectuales y literatos se lanzó a la conquista de nuevos caminos y encontró una variedad de nuevas formas, símbolos, colores, escenarios que le permitieron expresar su nueva posición frente al mundo que surgía. De esta manera abrevó de otros estilos y formas que le abrieron inéditas posibilidades de expresarse. En esta búsqueda, se alimentó de los paisajes y las escenas impresionistas que pintaban los artistas del Barbizón. Retrató como pocos la soledad del panorama de su tierra y la melancolía, heredada del espíritu decimonónico, que caracterizó parte de sus obras. Pero fue un artista que ejerció la libertad lo que lo coloca a la altura de los postulados inherentes al modernismo.

PARA SABER MÁS

  • Fuentes Rojas, Elizabeth, Destellos cromáticos. Acuarelas de Félix Parra, México, Facultad de Artes y Diseño, UNAM, 2016.
  • Moyssen, Xavier, La crítica de arte en México, 1896-1921. Estudios y documentos II (1914-1921), México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 1999, vol. 2.
  • Pérez Vejo, Tomás, “Pintura de historia e imaginario nacional: el pasado en imágenes”, Historia y Grafía, 2001, en https://cutt.ly/jwvcjRFe
  • Ramírez, Fausto, Modernización y modernismo en el arte mexicano, México, Instituto de Investigaciones Estéticas, unam, 2008.
  • Colección Félix Parra en el Museo Nacional de Arte y Colección Félix Parra en el Museo Regional Michoacano-IMAH, Morelia, Mich.
  • Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Pintura S. XIX, t. II, México, Patronato Del Museo Nacional de Arte, 2009.

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