Ingrid Flores Solís
Facultad de Artes y Diseño, UNAM.
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 61.
El uso de la bicicleta como medio de transporte ha crecido en la Ciudad de México, sin embargo, los accidentes persisten y la cultura de respeto de los automovilistas permanece ausente. La instalación de bicicletas blancas para recordar a las víctimas de atropellos permite visibilizar un problema sin solución aún.
Día con día, más personas se suman para utilizar la bicicleta como medio de transporte para trayectos cotidianos. De manera fortuita, los gobiernos han implementado, a paso lento, carriles “más” seguros para los ciclistas. Gracias a ello, más habitantes en la ciudad se animan a subirse a la bicicleta.
La Organización Mundial de la Salud indica que la actividad física moderada, como en el caso de la bicicleta, disminuye las probabilidades de padecer algunos tipos de cáncer, diabetes, hepatitis, así como enfermedades cardiovasculares; reduce los síntomas de depresión, ansiedad, al igual que promueve un mejor desarrollo cognitivo, motriz y fortalecimiento físico como recomposición corporal. Además de los beneficios comunes de cualquier actividad física, con el ciclismo se previene considerablemente la cantidad de inhalación de gases y contaminantes que podemos respirar al viajar en algún transporte motorizado derivado de la quema de combustible. A pesar de tratarse de un transporte individual no quiere decir que tenga que ser individualizado, ya que favorece la convivencia; cada vez hay más grupos de ciclistas que se unen para viajar a determinados lugares, se trasladan al trabajo, se encuentran en puntos acordados, salen a rodadas colectivas promoviendo el desarrollo físico y mental de los mismos habitantes.
El ciclismo como medio de transporte se convierte en una decisión. No sólo para movernos de un lado para otro, sino para involucrar a nuestros cuerpos en un completo esfuerzo físico, exponernos a los riesgos que conlleva la ciudad para combatir el estrés y el embotellamiento. Por otro lado, se convierte en un deleite visual al observar la ciudad en sus diferentes horas del día, asolearse y sentir cómo el aire se rompe con la velocidad, observar la iluminación por las noches o sólo disfrutar el traslado mientras el cuerpo se estimula con el ejercicio.
Al viajar en bicicleta te puedes encontrar con una gran tipología de ciclistas: desde el hombre joven de rastas y tambor con bocina de reggae bailando de un lado a otro con el manubrio al ritmo de la música, la mujer con tacones y vestido o la persona con el outfit más profesional con sus respectivos jerséisy shorts deportivos. La cosa es andar en bici, para algunos puede ser una terapia o el único transporte como medio para viajar de un lado para otro, que permite ahorrar dinero o tal vez intentar activar nuestro cuerpo, romper la monotonía, desligarnos del transporte público cotidiano.
En la bici, ese medio de transporte que hemos elegido, invertimos no sólo en el vehículo o en sus llantas, sino también en nuestro cuerpo. La hidratación y una buena alimentación son primordiales para resistir los trayectos en la ciudad, como todo ejercicio físico.
Viajar en bicicleta genera que nos apropiemos de nuestros cuerpos, así como de sus extensiones; nos convertimos en los dueños del camino caracterizados por los stickers en la bici y nuestros cascos, iluminamos el pavimento con luces que funcionan con batería de reloj, hacemos sonar la campanilla que anuncia nuestra cercanía. Este medio de transporte se ha popularizado aún más como una alternativa ante la gran contaminación en las ciudades gracias a su nula emisión de CO2 durante su uso. La bicicleta nos da esa posibilidad de integrarnos al cuidado atmosférico, aunque sea a una mínima escala.
Aun con lo anterior, el ciclismo podría catalogarse como deporte extremo, sobre todo en la circulación en las grandes ciudades. Cabe destacar que la tecnología de los cascos que se han desarrollado previene, en muchos casos, lesiones mayores derivadas de caídas o choques vehiculares, sin embargo, una bicicleta no puede competir contra un vehículo motorizado cuyo peso se calcula por toneladas, mientras un ciclista, en pocos casos, supera los 120 kilos.
Viajar en la Ciudad de México es caótico, por lo que nuestra seguridad al rodar es indispensable. Aquí, el tráfico y el estrés vial conviven de maneras extremas. Los conductores pueden llegar a conducir de manera que ponen en riesgo la vida de los ciclistas por la necesidad de brincar el tráfico y llegar a su destino. Recuerdo una pinta que encontré mientras me trasladaba en bici a la altura de la torre del Caballito sobre la avenida Reforma que decía “tu vida vale más que tu prisa”, unos kilómetros adelante de haber tenido un roce con una camioneta repartidora en el cruce de Manuel González y la terminación de Calzada Misterios cuyo conductor se cruzó el semáforo en rojo.
Bicicletas blancas
El casco puede salvarnos de contusiones, raspaduras, huesos rotos al momento de una caída, pero no siempre impide la muerte. Como fue el caso de Liliana Castillo Reséndiz, de 23 años, una joven ilustradora que falleció al ser atropellada el 15 de mayo de 2009 en avenida Universidad y Mayorazgo de la Higuera, en la colonia Xoco. Tras ello, el 10 de junio de ese año el colectivo activista Bicitekas rindió el primer homenaje en la ciudad de México con una bicicleta fantasma.
Estas bicicletas que podemos encontrar en diversos lugares de la ciudad, se denominan cenotafios o tumbas vacías, explica Areli Carreón, de Bicitekas. “Recuerdan a la persona, pero también son un símbolo que señala la omisión gubernamental en materia de inseguridad”. La intención de los cenotafios, al colocarse tan cerca del lugar del accidente, es visualizar el problema, dar a conocer la falta de responsabilidad de las personas que van al volante, las ineficientes vías para que los ciclistas puedan conducir seguros; además de la poca educación vehicular. Muchas veces ni el peatón comprende la función de los tramos exclusivos, incluso cuando se construyen topes viales.
Estas bicicletas, a modo de monumento, pueden o no pertenecer a la víctima. En algunos casos la familia dona el vehículo del accidente, pero en otras ocasiones no se logra recuperar. Su colocación se hace a la par de una ceremonia en la cual se habla del hecho, así como de medidas para prevenir tragedias, acompañadas de consignas y un minuto de silencio en recuerdo de la víctima. Bicitekas se acerca a las familias para acordar la colocación del cenotafio, pero también se trabaja en darle trascendencia en medios de comunicación y redes sociales, así como en reclamar a las autoridades que se investigue.
El primer registro de bicicletas blancas tuvo lugar en la década de 1960, por una iniciativa de grupos anarquistas holandeses. Se trataba de darle un uso libre como medio de transporte público. Dejaban las bicicletas pintadas de blanco en diferentes puntos de una ciudad para que cualquiera pudiese utilizarlas. Una especie de Ecobici autorregulado del siglo pasado.
Años después, el artista Jo Slota crea en 2002 el proyecto Ghost Bikes, en el cual pintaba bicicletas de blanco que encontraba abandonadas y desarmadas, las fotografiaba y subía a su página web. Al año siguiente, Patrick van der Tuin presencia en Londres una colisión entre un auto (cuyo conductor manejaba en estado de ebriedad), y un ciclista australiano llamado James Foster, Patrick decide pintar una bicicleta de blanco para colocarla en el lugar del suceso añadiendo un cartel con el mensaje “Cyclist struck here” (Ciclista golpeado aquí). La apropiación de este suceso por distintas personas en ciudades como Seattle y Nueva York fue expandiéndose cada vez más hasta instalarse como memoriales a ciclistas fallecidos por todo el mundo, como los conocemos actualmente.
La propuesta de las bicicletas blancas, ahora conocidas como bicicletas fantasmas, se ha ido transformando a lo largo del tiempo, sin embargo, funciona como un acto de protesta ante las injusticias, una propuesta de instalar más tramos viales para los ciclistas y para que se pueda viajar de manera segura, que exista una cultura vehicular adecuada, en donde se entiendan las jerarquías al conducir y se respete al otro, a los límites de velocidad, así como a las señalizaciones.
La seguridad al conducir es responsabilidad de todos, sucede por niveles y prioridades, la jerarquía está conformada por riesgos y necesidades de protección. Cuántos ciclistas no hemos tenido que subir a la vía peatonal para evitar el golpe del camión que avienta el vehículo o porque de alguna manera se siente más seguro. Las ciudades fueron construidas para los caminantes, pero el automóvil se apoderó de las avenidas. Las calles son de todos, es necesario ser conscientes de los riesgos y regulaciones que conlleva conducir cada vehículo, generar empatía con el otro, así como una cultura de movilidad con el debido respeto para todo aquel que comparte la vía.
Los ciclistas no somos sólo unos locos que andamos en bici, somos individuos que entienden el funcionamiento del tránsito, que buscamos un cambio, que pretendemos activar las riendas del ciclismo urbano como un transporte reconocido hecho y derecho, en donde las normas se cumplan, porque viajamos con miedo. En estos últimos años la comunidad ciclista ha aumentado de manera exponencial, pero el temor continúa. Somos más los que rodamos en las ciclovías de avenida Insurgentes y Reforma, hay algunos que ya hasta nos saludamos cuando nos reconocemos durante el camino; podremos parecer atrabancados, pero todos tenemos miedo de que nuestra bicicleta sea la próxima colgada en algún poste. Porque falta educar a quien maneja el volante, porque después de casi dar un llegue dicen: “ya, no te pasó nada, ¿o sí?”. Nos vemos en la rodada.
PARA SABER MÁS:
- Bicitekas, Por ciudades más humanas, transporte sustentable, en
- https://www.bicitekas.org/
- Bicitekas,Demandan respeto para los ciclistas urbanos con una “Bicicleta Fantasma”, en https://acortar.link/JuEFcD
- Walker y Lane, “Ghost bikes: memorials to road victims blamed for putting people off cycling”, The Guardian, 2011, en https://onx.la/2e6e5
- Ghost Bikes, James Foster, en http://ghostbikes.org/london/james-foster