En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 27.

Dos figuras descollantes para la escritura y la fotografía de la primera mitad del siglo XX en el mundo, tuvieron el gran tino de buscar en México su manera de retratar momentos de profundas transformaciones. Uno porque se comprometía en el país convulsionado de 1914 a desentrañar el alma de los mexicanos y el porque de la lucha fratricida. El otro, tres décadas más tarde, porque explica con sus imágenes otro México bronco que para 1940 se dignificaba detrás del nacionalismo petrolero y le abría las puertas a los exiliados de las guerras, pero inmerso en un enfrentamiento claro entre derechas e izquierdas, en el que los conflictos sociales no se apagaban y hasta jugarse la vida parecía cotidiano.

Al joven poeta, escritor, periodista y hasta activista social, John Reed, le bastaron cuatro meses de trabajo para que sus relatos para la neoyorquina Metropolitan se convirtieran en la mejor obra de divulgación, quizá hasta el presente, sobre los controvertidos personajes de la Revolución que de la mano de Villa y Zapata recorrían el mundo como sinónimo de justicieros del infortunio de millones de desamparados. El otro personaje intrépido fue Robert Capa, el trotamundos húngaro, que a los 27 aos tan sólo de la mano de una cámara Leika ya era un veterano en retratar guerras a las que detestaba, aunque no podía despegarse de ellas. Su huella en México fue tan corta como fructífera, tal cual el carismático y temperamental Reed. En sólo cinco meses de estadía identificó los rostros de la miseria, la violencia política, la identidad de un país que se transformaba aceleradamente.

Estos apuntes de vida que presentamos en BiCentenarioAi son los de personajes aventurados para su tiempo, idealistasAi??y A?nicos. Reed y Capa encontraron en MAi??xico el testimonioAi??de orfandad de miles que como ellos mismos buscaban unAi??mundo mA?s igualitario.

A?Pero quAi?? MAi??xico querAi??an los pensadores, los intelectuales,Ai??los hombres y mujeres que se imaginaban el paAi??s posrevolucionario?Ai??A?Lo querAi??an democrA?tico, participativo, igualitario?Ai??A?Liberal, conservador, socialista? A?De derecha, de izquierda,Ai??de centro? JesA?s Reyes Heroles fue una de esas piezas claveAi??para entender, en este caso el Partido Revolucionario Institucional,Ai??cA?mo se concebAi??a el poder y su ejercicio desde laAi??organizaciA?n polAi??tica que durante siete dAi??cadas continuas delineA? la vida de este paAi??s, y lo sigue haciendo. CerebroAi??partidario, disidente de muchas decisiones, Reyes HerolesAi??fue un adelantado a su tiempo, al que no siempre se le hizoAi??caso ni se le quiso escuchar. Con una biografAi??a concisa sobreAi??su pensamiento y la reproducciA?n de opiniones personales alAi??desaparecido diario Novedades, abrimos en este nA?mero unaAi??ventana para ver el MAi??xico al que aspiraban los ideA?logos deAi??la polAi??tica en la segunda mitad del siglo pasado. En prA?ximasAi??ediciones les seguirA?n otros.

En esos tiempos polAi??ticos de los aAi??os 50 y 60 un vAi??nculoAi??que comenzA? a afianzarse fue el del sector privado yAi??sus negocios con el Estado. Uno de esos casos fue el de losAi??hermanos Miguel y Jorge HenrAi??quez GuzmA?n que graciasAi??a su amistad con LA?zaro CA?rdenas construyeron el HotelAi??Balneario de San JosAi?? PurA?a en MichoacA?n. Como nos relataAi??el texto sobre esta obra que se convirtiA? en uno de losAi??centros turAi??sticos destacados del paAi??s, el fructAi??fero negocioAi??empezA? a desmoronarse a partir del mismo momento enAi??que uno de los hermanos quiso adentrarse en polAi??tica yAi??desde la oposiciA?n.

Las analogAi??as entre presente y pasado nos llevan a comprenderAi??que en el siglo XIX los problemas con el ambulantajeAi??en la ciudad de MAi??xico no diferAi??an demasiado con el presenteAi??del nuevo milenio. Poner orden, obligarlos a pagar impuestos,Ai??quitarlos de las calles, mejorar la higiene eran las preocupacionesAi??corrientes de las autoridades, incluso desde fines del sigloAi??XVIII. TambiAi??n por entonces los gustos y preferencias tantoAi??de las clases populares como las adineradas en cuanto a susAi??apetencias culinarias iban delineando una cultura de saboresAi??con raAi??ces indAi??genas que llegan hasta el presente. AquellosAi??antojitos son los de hoy. Por entonces, a los habitantes de laAi??ciudad tambiAi??n se les hacAi??a agua la boca las quesadillas, tamales,Ai??pambacitos, memelas, tlacoyos y chilaquiles.

En esos tiempos, 1871 para ser mA?s precisos, un mAi??dico,Ai??Aniceto Ortega, daba cuenta cA?mo el acceso educativo de lasAi??elites a una formaciA?n enciclopAi??dica permitAi??a que la medicinaAi??se emparentara con la mA?sica. Ortega, nos dice su biografAi??aAi??que presentamos en esta ediciA?n de BiCentenario, visitaba yAi??curaba a los enfermos en sus casas, pero se daba tiempo paraAi??escribir sobre los efectos terapAi??uticos de la mA?sica, tratadosAi??acerca de terremotos y erupciones, y ademA?s componer obrasAi??operAi??sticas. Una eminencia que le serAi??a reconocida con cargosAi??pA?blicos y el reconocimiento social.

Este nuevo nA?mero de la revista se complementa con laAi??historia de las primeras participaciones del futbol mexicano enAi??torneos internacionales. Una preparaciA?n casi amateur para irAi??a competir al Mundial de Brasil en 1950, pero que sirviA? comoAi??aprendizaje. TambiAi??n un anA?lisis muy actual sobre la reformaAi??energAi??tica y el futuro que nos puede esperar con esta nuevaAi??apuesta de la polAi??tica por alcanzar una naciA?n con mejoresAi??expectativas econA?micas. Y si el lector quiere leer esta ediciA?nAi??de BiCentenario sentado en algA?n cafAi??, podrA? imaginarAi??tambiAi??n como pasaban su tiempo nuestros antepasados enAi??las cafeterAi??as de la capital. Hasta la prA?xima.

DarAi??o Fritz