EDITORIAL
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 66 Tres décadas en el poder requieren de una figura carismática, compleja y avasallante, y muchas otras dispuestas a sostenerla y resguardarla. Abundantes argumentos explican la permanencia de Porfirio Díaz por tanto tiempo rigiendo los destinos mexicanos entre fines del siglo XIX y principios del XX. Uno de ellos se llamó Rafael Chousal y Rivera Melo. Quien fuera su secretario particular, lo acompañó desde que gobernó Oaxaca hasta la caída en 1911. En él se sintetizan la confianza, la eficiencia y la lealtad con el dictador. Chousal llevaba la correspondencia y los telegramas, la agenda de actividades, quiénes accedían al presidente o nunca llegaban hasta él, los consejos así como las mediaciones con gobernadores, legisladores o jefes militares. Fue el operador de lo que Díaz ordenaba, el que llevaba la voz para resolver conflictos locales en los estados, el que…