Juan Carlos Flores Flores, José Humberto García Cervantes, Carlos Ortiz Gómez
Becarios Instituto Mora
María Patricia Pensado Leglise
Instituto Mora
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 38.
A 50 años del asesinato del hombre que marcó la utopía de la lucha por la igualdad, su imagen, a pesar de las transformaciones de su figura como un ícono de consumo para las nuevas generaciones, del que poco llegan a saber, en México sigue presente como símbolo de transformaciones, especialmente políticas a imitar y seguir.
El 9 de octubre de 1967 el sargento Mario Terán Salazar se vistió? de verdugo para acabar con la vida de Ernesto Guevara. Según se cuenta, el inexperto militar titubeó al momento de realizar la mortal tarea en aquel presidio disfrazado de aula escolar. Los altos mandos del ejército boliviano y sus consejeros estadounidenses creían que, con esa medida, la influencia del Che también moriría. Se sabían tan perspicaces al convencerse de que si desaparecían el maltrecho cuerpo del guerrillero se disiparía también cualquier intento de veneración subversiva. Han pasado ya 50 años de aquella ejecución y hemos sido testigos de cómo las decisiones de sus inquisidores fueron el detonante que favorecía que la explosiva influencia del Che se esparciera por todo el mundo.
Incontables músicos y poetas le han cantado desde entonces mitificando su imagen. Roque Dalton lo compara con Jesucristo; Pablo Neruda, Julio Cortázar, Mario Benedetti y Nicolás Guillén escribieron furiosos y melancólicos versos que denunciaban el sadismo de sus captores, pero también el conformismo y la inacción de muchos de sus seguidores: “eres nuestra conciencia acribillada”, decía Benedetti. Carlos Puebla, Silvio Rodríguez, Víctor Jara y muchos otros escribieron canciones que enaltecían el heroísmo y el legado vital que se fortalecía con su muerte. “Alguna gente se muere para volver a nacer. Y el que tenga alguna duda que se lo pregunte al Che”, cantaba Atahualpa Yupanqui. A la par el mito se fundó con aquella imagen que Alberto Korda logró capturar durante el cortejo fúnebre que Fidel Castro pronunció por las víctimas que dejó el sabotaje al barco La Coubre, en marzo de 1960, después de las explosiones que provocaron los agentes contrarrevolucionarios para evitar el desembarco del arsenal militar que había llegado a la isla.
El mundo conoció aquella fotografía siete años después por la sagacidad del editor italiano Giangiacomo Feltrinelli, que percibía el éxito comercial de esa muerte. Después de su ejecución, jóvenes de todo el mundo tomaron la foto del Che como un estandarte de liberación y rebeldía. La resurrección se había consumado. El Che asumía su posición como líder innato de organizaciones que luchaban por la liberación nacional en distintas partes del mundo, de movimientos estudiantiles, de sindicalistas democráticos y de organizaciones guerrilleras. Se convirtió entonces en el arquetipo del revolucionario, la personificación de la revolución. Su rostro, un rostro que “refleja mucha claridad espiritual”, según dijo Tonatiuh, uno de nuestros entrevistados, se convirtió en la perfecta complementación cuasi divina que todo mito necesita para existir. Su figura se aparecía en una cantidad inverosímil de mercancías que se vendieron muy bien en nuestras sociedades ávidas de consumo. Una epifanía revolucionaria cooptada por el capitalismo: “Paradoja ideológica”, por supuesto.
En la actualidad es más difícil encontrar a alguien que no lo conozca que alguien que sí. La imagen del Che “es una marca”, afirma tajante Alberto, otro de los entrevistados.
A medio siglo de su ejecución en suelo boliviano, el Che sigue generando opiniones contradictorias. Cincuenta años en los que muchos, sobre todo los jóvenes, lo han aceptado como el mártir de la revolución, como la influencia natural de todos los movimientos sociales de izquierda y hasta podríamos decir, como una alegoría de la rebeldía. Cincuenta años en los que ha sido acusado también de asesino y déspota.
El mundo ha cambiado mucho a lo largo de este medio siglo y es por eso que ahora, mediante los testimonios que recopilamos con las entrevistas de historia oral, nos proponemos indagar la perspectiva que tiene la juventud mexicana en esta segunda década del siglo XXI sobre la vida de Ernesto Guevara. Sin embargo, también ha resultado significativo observar la opinión que tienen nuestros entrevistados de su propio presente y cómo lo han articulado con el abanico de elementos que mitifican la figura de Guevara, personaje emblemático que independientemente de las filias o fobias políticas que se tengan, tendríamos que estar de acuerdo en un punto: el Che después de su muerte se convirtió en un indudable referente cultural del siglo XX.
Es una imagen conocida, una imagen que lo mismo aparece en una manta de manifestantes que en un puesto de periódicos. En distintos lugares, en diferentes situaciones. El Che se revela en playeras, en carteles de todos los tamaños, en revistas, tazas, pantalones, parches, estampas… por supuesto, esta extensa variedad de objetos presupone que puede encontrarse en una variedad de espacios sociales.
Hay lugares en los que la memoria se origina, reproduce y conserva. Nuestros entrevistados: Ana Laura García, Brenda Beatriz González Juárez, Gabriel Marín, Éder Yael Pita Trujillo, Tania Zamora, Tonatiuh Meléndez, mencionaron tres: el ámbito escolar, el familiar y el interés personal. Los padres, los compañeros y los medios de comunicación desempeñan un papel importante en esta transmisión de la memoria.
Tonatiuh, estudiante de Estudios Latinoamericanos en la Unam que proviene de una familia de izquierda, nos comparte su experiencia:
Uno de los recuerdos familiares que tengo muy presente [es] estar como oyente de las conversaciones que tenían mis tíos, mi mamá, que nos compartían a nosotros sus hijos. Es que en 1959 ellos vivían en la colonia Obrera, vivían en un cuarto redondo, eran cinco hermanos y mis abuelos […]. Desde el principio empezaron a simpatizar con la revolución cubana, celebraron la Primera Declaración de La Habana, entonces la imagen del Che Guevara siempre ha estado muy presente, no sólo para mis tíos y mi madre, sino también para nuestra generación. Durante la juventud algunos primos se declararon guevaristas, inclusive yo también podría decir que tengo simpatía ideológica por la vida de Ernesto Guevara.
Nuevas luchas
Una forma para que el recuerdo del Che se mantenga vigente entre los jóvenes es adaptar su lucha a los problemas actuales, así como relacionar sus atributos con virtudes públicas que ellos en la actualidad no encuentran en quienes se dedican a la actividad política. De ahí que los jóvenes definan la lucha de Guevara y la caractericen utilizando un lenguaje político vinculado a la lucha por los derechos humanos y democráticos, con palabras como libertador, libertad social, humanista, defensor de los derechos ciudadanos, símbolo de las corrientes de izquierda, autonomía de los pueblos, soberanía popular. De manera que, sin ser conscientes de ello, recuperan sólo la parte de política democrática del Che, es decir, cuando propuso sumarse a la lucha contra la dictadura de Batista y después, durante los años en distintos cargos del gobierno revolucionario.
Al respecto, Éder, estudiante de Ciencias de la Comunicación, comentó: “Yo creo que es como un libertador […] hay mucha parte de la sociedad que al verlo se identifica como con alguien que luchó por los derechos de su ciudadanía, que quiso sacar adelante a su país.”
Hay también quienes destacan más los atributos éticos que, en su opinión, el Che difundía con su actitud consecuente con la moral revolucionaria, incorruptible y entregada, hasta cierto punto sacrificial y heroica. En este sentido, Brenda Beatriz, estudiante de Biología, y Ana Laura, licenciada en Pedagogía, refieren:
En la actualidad hay mucha corrupción por parte de los gobiernos, cosa que los jóvenes de ahora se están revelando en contra de estos, identificándose con el mismo Che Guevara, ya que él nunca se daba por vencido y era un gran hombre anticorruptible. Pues, me identificaría un poco con él, con el ímpetu con el que luchaba, ya que estaba en contra del capitalismo y el imperialismo y su sueño o su anhelo más grande era vivir en un mundo de justicia y libertad.
La utopía
Se ha comentado siempre que el principal móvil de los hombres que siguen un ideal político hasta sus últimas consecuencias se debe a que poseen una fuerte dosis de utopía, y su propósito es cambiar la vida, transformarla para el bien común. Al respecto, Eduardo Galeano dijo alguna vez que la utopía estaba en el horizonte porque parecía siempre alejarse cuando uno pensaba estar más cerca. Y decía que para eso sirve, para caminar. Sin embargo, el breve ejercicio que hemos realizado para este artículo nos ha permitido observar que muchos de los entrevistados ya no parecen pensar en utopías revolucionarias.
Observamos, en cambio, la paradoja que se revela en algunos jóvenes, que si bien señalan las virtudes del personaje declaran también su nula identificación con su praxis. Claudia Magaly, una joven estudiante de enfermería nos dice lo siguiente:
No creo que influya en la juventud mexicana ya que ahorita, actualmente la juventud mexicana no le da importancia a ese tipo de cosas, o sea se enfoca más en las redes sociales o en cosas que no tienen importancia o que no van a trascender porque si realmente [les] importara la historia o cosas así sobre personajes como él, pues México no estaría así.
Claudia hace una breve crítica a la pasividad de la juventud, para la que temas como la política no son importantes. Al escucharla uno pensaría que sin duda tendría empatía con el Che y el compromiso por reorientar la propia situación social, sin embargo, cuando se le preguntó si se sentía identificada con Ernesto Guevara su respuesta fue un monosilábico rotundo: “No”.
Algunos testimonios nos han permitido observar, una afiliación total con o sin conocimiento, por un lado, y el desprecio del personaje, por el otro. Sobre este último punto bien podrían servir las palabras de Alberto, trabajador de la UNITEC, para iniciar un debate al respecto:
Realmente para mí no tiene mucho significado porque no es de mi época, no hizo algo trascendental en mi era y para mí solamente es un recuerdo y una marca, es una imagen solamente.
Convendría entonces pasar a conocer la otra cara de la moneda, la opinión de aquellos que sí se identifican con el Che y se asumen como conocedores del personaje histórico y bajo su influencia. Este grupo, menos numeroso, coincide en tres aspectos: se concentra en las facultades más politizadas de la UNAM; valora su trascendencia histórica, y hace una dura crítica a aquellos que usan la imagen del Che como una moda y no tanto por estudiarlo. Gabriel, archivista en un hospital, reflexiona:
Existen minorías que realmente aún siguen trayendo esa esencia, esa política y esa filosofía de Ernesto Che Guevara. Él trascendió en la vida de esos pocos jóvenes, realmente lo encuentro más en sociedades cultas, lo encuentro en sociedades apegadas a un estudio constante, a un aprendizaje.
La marca
Para la segunda década del siglo xxi, el capitalismo triunfante de finales de los años ochenta ha devenido en un sistema político-económico-cultural capaz de apropiarse los símbolos revolucionarios mediante los medios de comunicación y la mercadotecnia, las identidades colectivas e individuales de las nuevas generaciones son bombardeadas con la filosofía de vida del “tener”, que dejan de lado las preocupaciones por el “ser”.
Como señala Tonatiuh: “después de la caída del muro de Berlín hubo toda una mediatización de la figura del Che Guevara” que, en lugar de intensificar todos los distintos significados que su simbólica figura ya encerraba, terminó por vaciarlos, por privarlos de gran parte de su sentido original, convirtiéndolo en algo mediatizado. Guevara pasó a convertirse en la marca de una revolución pasada, su vida devino en la leyenda del idealista latinoamericano que se sacrificó en pos de un mundo mejor, sin generar el interés de trascender el mito.
De haber sido el dirigente político capaz de inspirar los anhelos de cambio social de las generaciones de izquierda de los años sesenta y setenta, devino en el logotipo de una forma de ser que, aunque puede ser desconocida para quien lo usa, simboliza rebeldía, revolución y una marca de consumo. Ese impacto de la imagen genera aceptación entre los grupos sociales que han optado por “comprar” ese símbolo de muchos sentidos, convencidos o no, enterados o no de su significado real.
De esta manera Tania, estudiante de Desarrollo y Gestión Interculturales, comenta:
Es un personaje que sí pasa a la historia, pero yo creo que en este momento nos encontramos al Che como una insignia, como una imagen. Y podemos relacionar al Che sí con la revolución y con la lucha armada, pero es más una imagen que una historia que trasciende o que deje un mensaje en las personas, creo que es lo que yo podría considerar, sería muy arriesgado decirlo, pero es desde mi perspectiva, desde mis relaciones, desde lo que está en mi alrededor. Es lo que yo he podido notar, que esa imagen se ha vuelto una imagen más como la de una playera, sin realmente reconocer o resignificar lo que el personaje implica.
El Che se ha convertido en una insignia, una bandera, un estandarte, una mercancía de consumo. La vacuidad del símbolo con respecto de sus significados originales ha permitido que se le asocie sólo con el pensamiento anticapitalista y ciertos valores éticos.
¿Bueno o malo?
En suma, ¿será correcto asociar a Guevara sólo con la lucha por la democracia? ¿O con la lucha por los derechos civiles o la ciudadanía como hacen muchos de nuestros entrevistados? Posiblemente no, y es que estas simples asociaciones caerían en la incongruencia a la luz de los hechos, las ideas y la vida del propio Ernesto Guevara. Sin embargo, ¿por qué la juventud de hoy puede hacerlas tan fácilmente?
Con el análisis de las entrevistas, identificamos que en casi todas, lejos de saberse con exactitud lo que Guevara hizo, e independientemente de si conocen sus escritos y acciones o dimensionan su trascendencia histórica, el imaginario colectivo de la juventud mexicana sigue acogiendo al Che de manera positiva. En una sociedad acostumbrada a pensar la realidad como un juego entre buenos y malos, Ernesto Guevara (salvo para contadas excepciones) es un personaje bueno.
Por último, debemos de hacer hincapié que en la actualidad en México 30% de la población nacional son jóvenes, aproximadamente. Es decir, debemos valorar el peso real de este amplio sector de la población y su enorme potencial en los proyectos de reorganización social; pero no sólo eso, debemos seguir indagando sobre el capital cultural que poseen, sobre cuáles son sus referentes históricos y a través de qué personajes, hechos y utopías este importante sector de nuestra sociedad analiza, cuestiona y comprende su entorno, la realidad y sus cambios.
PARA SABER MÁS
- Taibo II, Paco Ignacio, Ernesto Guevara también conocido como el Che, México, Planeta, 1998.
- Anderson, Jon Lee, Che Guevara: una vida revolucionaria, Barcelona, Anagrama, 2006.
- Martínez Heredia, Fernando, Las ideas y la batalla del Che, La Habana, Ruth Casa Editorial, 2010.
- Che. Un hombre nuevo (dir.), Tristán Bauer, Cuba/Argentina/España, 2010. https://goo.gl/MF7AeR