La vida del aviador Lindbergh en México

La vida del aviador Lindbergh en México

Ma. del Carmen Collado H.
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 66 

La hazaña de Charles Augustus Lindbergh de cruzar por primera vez el Atlántico en un aeroplano, lo catapultó a una fama sin precedentes. Invitado a visitar México en 1927, su presencia fue aprovechada por los gobiernos mexicano y estadunidense para acercar una relación por entonces muy tirante. También hizo posible que aquí conociera a la hija menor del embajador de Estados Unidos con quien se casaría.

En octubre de 1927 llegó a México el embajador Dwight W. Morrow y se presentó ante el presidente Plutarco Elías Calles. Su llegada trajo, pese a los comentarios negativos de la prensa que lo tacharon de representar a la “diplomacia del dólar”, el inicio de una relación bilateral basada en la cooperación y comprometida con mejorar la imagen de ambos países.

Entre las múltiples actividades desplegadas por Morrow y su esposa Elizabeth tuvo un lugar privilegiado la invitación al más famoso aviador del mundo: Charles Augustus Lindbergh de 25 años. El piloto era una celebridad porque realizó el primer vuelo transatlántico en solitario y sin escalas entre Nueva York y París, 5 800 km de recorrido en 33 horas de vuelo. El aeroplano, que él mismo diseñó y armó con un ingeniero de la Ryan Airline Company, bautizado como Spirit of St. Louis, hacía honor a la ciudad natal de la familia que, junto con Lindbergh, financió el vuelo a París.

Morrow, en su condición de consejero del presidente Calvin Coolidge, conoció al aviador y ya en México le invitó a realizar un vuelo de buena voluntad sin escalas entre Washington y la capital mexicana en el Spirit of St. Louis. El presidente respaldó la idea que incluiría un recorrido a más países latinoamericanos. Morrow pensó que la visita del “espigado aviador” aliviaría la tirantez que caracterizaba las relaciones entre sendos vecinos y, adicionalmente, mejoraría el ambiente sombrío y de zozobra que se vivía en México a causa de la guerra cristera y la campaña reeleccionista de Álvaro Obregón que, entre otros actos de violencia, había provocado el asesinato del general Francisco Serrano y doce de sus seguidores en Huitzilac, Morelos.

Charles Lindbergh aceptó el convite. Despegó de Washington D. C. el 13 de diciembre de 1927 y llegó al campo aéreo de Balbuena en las orillas de la ciudad de México el 14, a las 3:16 pm. El periplo duró 27 horas porque no existían mapas para volar, ni radar, ni comunicación radiofónica: era un vuelo en solitario. Una multitud expectante en Balbuena, entre ellos el embajador, su esposa, el presidente Plutarco Elías Calles, el secretario de Guerra y Marina, Joaquín Amaro, el presidente municipal, los periodistas y camarógrafos esperaba desde temprana hora la llegada de Charles, pero esta se fue retrasando, haciendo víctimas del calor a quienes aguardaban con ansiedad su llegada. Se enteraron de que el aviador había pasado por Tampico a las 8:50 de la mañana y hasta el mediodía tuvieron noticias de un avión sobrevolando por la zona de Toluca y cinco aeroplanos salieron a buscarlo. Según los cálculos de la prensa unas 5 000 personas pernoctaron en Balbuena en espera de la llegada del piloto y en la mañana se habían reunido alrededor de 150 000. Los negocios de la ciudad no abrieron sus puertas, al igual que las oficinas de gobierno que declararon feriado y las calles se adornaron con banderas de los dos países.

Una vez que tocó tierra la multitud lo recibió con aplausos y vivas. El embajador Morrow, acompañado por el capitán Winslow, se acercó al Spirit of St. Louis en el carro convertible del diplomático. Le regalaron un sombrero de charro que se puso y un sarape de Saltillo que el embajador acomodó en su hombro entre los gritos entusiastas de miles de gargantas. Lo trasladaron a la tribuna en donde lo presentó con el general Calles y recibió las llaves de la ciudad. Ambos personajes cruzaron sonrisas y el joven agradeció el gesto. Excélsior, quien aseguró que la recepción del piloto en México fue mayor a la que tuvo en París, describía: “Llovían las flores… Todo era júbilo; el sol, el calor, el polvo y todas las penalidades de muchas horas se habían olvidado para aclamar a Lindbergh”. Luego, la muchedumbre lo cargó en vilo hasta depositarlo en el coche del embajador en el cual, junto con su esposa Elizabeth y su hija Constance, recorrieron el camino a la embajada de Estados Unidos. La multitud estuvo a punto de arrancar la ropa de los Morrow cuando rodearon al joven.

La capital estaba llena de curiosos, alrededor de otras 150 000 personas, entre ellas, algunas que se trasladaron desde varias partes de la república, hicieron vallas a lo largo del recorrido para presenciar el evento ‒el gobierno desplegó militares cada cinco metros para resguardar el orden. El piloto y sus acompañantes recorrieron el centro de la ciudad y las principales avenidas, donde decenas de miles de capitalinos y visitantes esperaban a Lindbergh arracimados en postes, en las torres de la Catedral, en balcones, azoteas, calles y banquetas mientras circulaba el auto. A veces la comitiva se detuvo por la multitud compacta que la rodeaba y tardó poco más de una hora en llegar a su destino en la colonia Juárez. Cuando llegaron a la embajada ubicada en la calle de Niza estaban bañados en flores y confeti. Desde el balcón que daba a la calle, Lindbergh saludó a la multitud. Los periodistas aseguraron que en México se habían arrojado más flores al piloto que en París.

Lindbergh fue hospedado en la casa del embajador y ahí se comunicó con su madre. Durante su estancia en la ciudad de México fue objeto de múltiples homenajes y se vio siempre rodeado por multitudes y periodistas. Al día siguiente de su aterrizaje acudió a una función teatral en su honor y se transportó en el auto del presidente, tanto él como los Morrow estuvieron en el palco presidencial. La crom organizó una manifestación en su honor, algo verdaderamente inusitado por ser la central sindical más grande, cuyo líder, Luis N. Morones, había llevado la batuta en la confrontación con el gobierno estadunidense. Durante más de dos horas Charles atendió al desfile en el palco central de Palacio Nacional. En este evento figuraron de manera destacada los autobuses que desfilaron frente a la embajada durante más de una hora.

La Secretaría de Educación Pública realizó un evento en el Estadio Nacional consistente en tablas gimnásticas ejecutadas por las escuelas, incluyendo la escuela indígena, hubo pirámides humanas, carreras de relevos y ejercicios con barras. También se presentaron coros intercalados con cada cuadro y al final bailaron unas 800 niñas vestidas de tehuanas con sus hermosos tocados. Por la tarde lo llevaron de visita a las pirámides de Teotihuacán. El domingo Lindbergh fue honrado con una charreada y por la tarde asistió a una corrida de toros hecha por la comunidad española. También paseó por los canales de Xochimilco y de Santa Anita. Grupos espontáneos rodeaban la residencia del embajador para llevar gallo al visitante al tiempo que lo aclamaban y echaban cohetes, flores y confeti en su honor. Álvaro Obregón y el Bloque Obregonista le ofrecieron un banquete. Los cines de México y Estados Unidos proyectaron noticieros sobre la visita de Lindbergh y los asistentes aplaudieron a Calles en los dos países, algo insólito en medio de la animadversión que provocaba la persecución religiosa.

La hija del embajador

Una semana después del aterrizaje llegaron los otros hijos del matrimonio Morrow. Betty los presentó con Charles: Elizabeth, Anne y Dwight hijo, hicieron una fila y estrecharon su mano. Anne quedó prendada del apuesto joven, aunque creyó que él se sentiría atraído por su hermana mayor, Elizabeth, a quien ella consideraba muy bella y culta. Anne anotó en su diario el día que lo conoció: “¿Por qué este hombre atractivo estimula a Elizabeth a ser mejor y a mí me aterroriza y me pone en mi peor momento?”

Lindbergh continuó con una agenda llena de compromisos. Los Morrow lo convencieron de que invitara a su madre a pasar las fiestas de Navidad en México. Charles la consultó e hizo los arreglos para que viajara en avión. El 22 de diciembre llegó Evangeline Lindbergh en un trimotor Ford que hizo varias escalas antes de llegar a Balbuena y por supuesto el campo aéreo estuvo lleno de curiosos que llegaron a conocer a la madre del piloto y más tarde un grupo de entusiastas le llevó serenata a las puertas de la residencia del embajador.

Luego del festejo de Navidad, el 25 de diciembre, realizaron un paseo por Xochimilco, para Lindbergh fue el primer evento no oficial al que asistió en su visita. Anne estaba sobrecogida por las multitudes que rodeaban al aviador donde fuera que estuviese, le asustaba pensar lo que podrían hacer si se enojasen, nunca había visto algo así y trataba de evadir al piloto tanto como podía. No obstante, hubo un magnetismo que afloró entre Anne y Charles: miradas furtivas, observándose uno al otro a la distancia de la mesa de cenar o en los espacios que compartían.

El piloto invitó a los Morrow a realizar un vuelo en el trimotor Ford; un avión de mayor capacidad. Betty, Elizabeth, Anne y Constance abordaron la nave y Anne quedó subyugada por la experiencia de un vuelo alrededor del valle de México. Emocionada y asustada cuando arrancó la máquina, poco a poco fue disfrutando del viaje, todo se veía insignificante desde las alturas, sólo las montañas mostraban su enorme majestuosidad.

El 28 de diciembre Lindbergh continuó con su gira de buena voluntad, auspiciada por Coolidge, y visitó todos los países centroamericanos, el canal de Panamá, Colombia, Venezuela, Puerto Rico, República Dominicana, Haití, Saint Thomas y Cuba, una misión que duró poco más de veinte días. En todos los lugares que visitó fue recibido como un héroe, aclamado por miles de personas y agasajado en múltiples eventos.

Los hijos del matrimonio Morrow volvieron a Estados Unidos una vez terminadas las vacaciones. Anne regresó a Smith College a terminar sus estudios en esta prestigiosa y elitista universidad femenina. Pese a sus ocupaciones, pensaba mucho en Lindbergh y se preguntaba por su silencio, ¿no les había ofrecido enseñarles a volar a Elizabeth y a ella? Decidida a aprender de cualquier forma contrató a un entrenador para que le diera unas clases de aviación. En junio de 1928 se graduó de la universidad y sin saber todavía a qué dedicarse volvió a Englewood, Nueva Jersey, donde estaba la casa familiar. Siguió ávidamente las noticias sobre Lindbergh, sus vuelos, los reconocimientos que recibía, las mujeres que decían ser sus novias, los discursos que daba. Anne fantaseaba con la idea de que Charles se casaría con Elizabeth, pero al joven le atraía ella. Le parecía muy bella, graciosa y sensible. Finalmente, en octubre cuando Lindbergh se enteró que estaba en su casa le llamó por teléfono y la invitó a realizar un vuelo.

Se reunieron para planear los detalles del viaje y la manera como eludirían a la prensa. Sobrevolaron Nueva York y la costa de Nueva Jersey y Anne recibió su primera clase de vuelo de manos de Lindbergh. Tres días después realizaron otro viaje aéreo, pero todo fue más rápido pues fueron perseguidos por la prensa. En su segundo vuelo Anne se sintió más segura cuando piloteó, estaba fascinada y escribió a su hermana Constance que la experiencia de volar trascendía las fronteras de su imaginación. Siguieron otros vuelos, citas y recorridos en auto y al finalizar el año Charles le pidió matrimonio. Había encontrado a una mujer que lo protegía de la prensa, había aprendido a volar, disfrutaba de la aventura y la naturaleza. Creyó que al fin había hallado a alguien que lo entendiera, alguien a quién moldear, que podría convertirse en su hábil copiloto.

Anne guardó en secreto su noviazgo y lo comunicó a sus padres cuando viajó a México en noviembre de 1928. En esta ocasión también viajó Lindbergh y estuvieron juntos durante dos semanas. Realizaron un vuelo por el valle de México, cerca de los volcanes y fueron perseguidos por la prensa quien afirmó que eran novios e incluso que se habían casado.

La fama de Charles Lindbergh provocó que se convirtiese en el primer fenómeno de masas del siglo xx; con él habían nacido los fotorreporteros a los que se conocería más tarde como paparazzi. Casi no hubo aspecto de su vida que no fuera objetivo de “un brillo caníbal en los ojos del fotógrafo cuando ve carne”. Los viajes a México no fueron la excepción. La pareja era asediada por la prensa. Los éxitos de él como aviador, y la cercanía de ella, los convirtieron en materia de consumo de un público ávido de noticias y fotografías. La fama les pasaría factura más tarde.

Anne tenía dudas sobre su compromiso con Charles, le preocupaba que no compartiesen el gusto por la literatura o la escritura de cartas. No obstante, ante la insistencia del joven, la gran atracción que tenía por él y el gusto por volar que sí compartían aceptó casarse el día de la inauguración de la residencia familiar. El 31 de diciembre de 1928 la familia Morrow inauguró su nueva mansión en Englewood bautizada como Next Day Hill. Elizabeth Morrow había enviado azulejos de Talavera que fueron adosados a una de las habitaciones a la cual bautizó como “El cuarto mexicano”. En la fiesta de apertura a la que asistieron los amigos y familiares tocó una orquesta mexicana y Anne bailó el jarabe tapatío. Con estos gestos y con la construcción de su “Casa Mañana” en Cuernavaca y la creación de su colección de arte y artesanías los Morrow contribuyeron a la “enorme moda de las cosas mexicanas” en Estados Unidos, una etapa en que múltiples extranjeros, en especial estadunidenses, pero también ingleses, franceses y de otras partes del viejo mundo viajaron a México atraídos por su revolución, su cultura y su arte popular.

Morrow anunció el compromiso de su hija con Lindbergh en febrero desde la embajada y de inmediato la noticia fue replicada por muchísimos diarios en el mundo. La prensa recibió bien la noticia de que Anne fuera la prometida del ídolo popular, en las notas celebraron sus virtudes y la consideraron apropiada. Para el New York Times era una chica hermosa, dulce, callada, estudiosa, interesada en la literatura moderna y hogareña.

Los novios realizaron un viaje a México por esas fechas y tuvieron que ocultarse de la prensa por todos los medios a su alcance. Se iban a la casa de descanso de la familia en Cuernavaca, realizaron un paseo por Xochimilco, otro a Teotihuacán, pero no era fácil evitar la presencia de reporteros. Efectuaron un vuelo alrededor del valle de México, en especial para admirar los volcanes y tuvieron un picnic alejado de los curiosos. Cuando emprendieron el viaje de regreso se cayó la rueda del avión y el piloto aterrizó con gran pericia, luego de agotar el combustible de la nave. Al llegar a Balbuena los periodistas interrogaron a Charles quien explicó el percance y cuando abordaron a Anne para que relatara sus impresiones ella respondió que su prometido era quien hablaría del tema.

Casamiento

Charles y Anne se casaron en mayo de 1929. La ceremonia se celebró en la residencia de Nueva Jersey. Sus padres y la servidumbre evitaron que la prensa se enterara y fotografiara la boda. Fue una ceremonia íntima con los familiares y los amigos cercanos. Una vez que los recién casados salieron de la residencia, Morrow dio un escueto anuncio a los reporteros; Charles Lindbergh y Anne Morrow se habían casado. La reacción de una parte de la prensa fue adversa, pues empezaban a disputarse a quien pertenecía la imagen de Lindbergh, aduciendo que gracias a ellos el piloto se había vuelto famoso.

Los recién casados realizaron un viaje de luna de miel en un pequeño yate tripulado por Lindbergh. Zarparon de Long Island y atracaron en Maine, Nueva Inglaterra. Durante este viaje Anne se sintió insatisfecha de pasar el tiempo limpiado y acomodando los víveres en la embarcación. En cambio, para su marido todo viaje era una aventura, mientras que ella no se sentía como recién casada al cumplir el papel de esposa tradicional limpiando y cocinando. En la primera oportunidad que tuvo sacó un libro de poesía y le leyó versos a su esposo en la cubierta. Eso no cumplía las expectativas de Charles, quien en realidad la estaba entrenando como copiloto y compañera de aventuras, como a un “pequeño niño”.

La prensa averiguó donde pasaban su viaje de bodas y veintenas de reporteros los persiguieron en botes en la costa, incluso en aviones, y los obligaron a navegar hacia altamar. El 15 de junio volvieron a Nueva York y se hospedaron en un hotel. Una semana después emprendieron un vuelo en un biplano Curtis-Falcon, para promover a la Transcontinental Air Transport, de quien Lindbergh era asesor. Este viaje fue un verdadero entrenamiento para Anne, quien superó el terror que le provocaban la neblina y las fuertes lluvias y cruzaron el país desde Nueva York hasta Los Ángeles. Los primeros cuatro días volaron sobre Nueva Jersey, Pensylvania, Ohio e Indiana. Ella disfrutó enormemente los paisajes. Hicieron una escala en Columbus, Ohio, para revisar el estado de la nave y otras escalas en Saint Louis Missouri, Kansas, Wichita, Alburquerque y Winslow, Nuevo México, y el 6 de julio aterrizaron en Glensdale, en las afueras de Los Ángeles. En todos los lugares que visitaron fueron aclamados por la gente y seguidos por la prensa, lo cual conmovía a la joven esposa. Sin darse cuenta Anne se había convertido en copiloto y copartícipe de los vuelos de Charles.

En un inicio la joven pareja vivió en la residencia de Englewood, mientras construían su propia casa en High Hills, Nueva Jersey. Anne continuó acompañando a su esposo en sus viajes exploratorios a Europa y varias partes del mundo; fungía como radioperadora y copiloto de Charles. Fue la primera mujer que recibió su licencia como piloto en 1930.

Tragedia y nazismo

Dwight W. Morrow murió en octubre de 1931 y en 1932 la tragedia se apoderó de la familia cuando el primogénito de la pareja, Charles Lindbergh, hijo, fue secuestrado cuando tenía un año y medio. Los secuestradores entraron al cuarto del bebé a través de una escalera de madera. Tomaron al niño y este murió posiblemente de una caída casi de manera inmediata. Los raptores pidieron rescate y el propio padre lo pagó, con la asesoría policial, pero no recuperó a su hijo, tan sólo un cuerpo que pudo haber pertenecido al niño varias semanas después. El asesino, un inmigrante de origen alemán, fue juzgado y condenado a muerte en 1936. Se trató de un juicio ampliamente divulgado por la prensa, al que asistieron los padres y familiares de la víctima.

A raíz del secuestro la pareja se mudó a Inglaterra en 1935 y aunque Anne tuvo cinco hijos más y contó con el apoyo de su madre, se refugió en sus viajes aéreos y en la publicación de diarios, narrativa y poemas. Su marido asesoraba y participaba en varias compañías aéreas promoviendo la aviación en todo el mundo y se convirtió en un hombre acaudalado. Atribuyeron el secuestro de su primogénito a la enorme cobertura periodística que los rodeaba. La fama de la pareja los condujo a la soledad y el aislamiento. Admiraron a Hitler y su política antimigratoria creyendo que un régimen autoritario podría controlar la delincuencia y llegada de extranjeros indeseables. Su controvertida postura pronazi y aislacionista de “Primero Estados Unidos” tuvo su fin con el ataque japonés a Pearl Harbor y la entrada de esta potencia a la segunda guerra mundial en 1941. Lindbergh quiso apoyar al ejército, pero el gobierno no se lo permitió por su militancia y entonces asesoró a Henry Ford en la construcción de aviones que volaran a mayor altura. Con el fin de la guerra y su actividad constante promoviendo la aviación recuperó su lugar entre la fuerza aérea de su país.

PARA SABER MÁS

  • Alvarado Tapia, ricardo, “La apoteosis de Lindbergh en México”, BiCentenario. El Ayer y Hoy de México, núm. 45, 2019, http://revistabicentenario.com.mx/index.php/archivos/la-apoteosis-de-lindbergh-en-mexico-2/
  • Collado H., María del Carmen, “Elizabeth Cutter Morrow y la construcción de su imagen sobre lo mexicano, 1927-1938, Mexican Studies, septiembre de 2023.
  • Cutter Morrow, Elizabeth, The Mexican Years, Leaves from the Diary of Elizabeth Cutter Morrow, Nueva York, edición privada y Spiral Press, 1953.
  • Hertog, Susan,  Anne Morrow Lindbergh, Her Life, Nueva York, Anchor Books, 1999.
  • Morrow Lindbergh, Anne, Bring Me a Unicorn: Diaries and Letters of Anne Morrow Lindbergh, 1922-1928, Nueva York, Mariner Books, 1993.