El voto por los pobres de Gerardo Thijssen Loos

El voto por los pobres de Gerardo Thijssen Loos

Diego Hernández Vera
Posgrado en Historia, UNAM

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 64.

Un padre que protegió judíos durante la segunda guerra mundial fue aleccionador para este misionero de Países Bajos que se involucró en las causas sociales del Chile previo al golpe de Estado de 1973 y que luego, de la mano del obispo Sergio Méndez Arceo, recaló en México.

Dejé Holanda siendo un joven sacerdote misionero para ir a Chile con la idea de evangelizar a esa gente […] tengo que confesar que aún no he comenzado a evangelizarlos. Ellos me han cambiado, ellos me han evangelizado. Los pobres de América Latina me ayudaron a entender el evangelio de una manera nueva.
Gerardo Thijssen Loos

Gerardo Thijssen oficiando misa, [s. f.]. Archivo personal de Gerardo Thijssen, Fundación Sergio Méndez Arceo.

Gerardo Thijssen fue un sacerdote neerlandés que vivió las inclemencias de la segunda guerra mundial y viajó a América Latina con el propósito de vivir su compromiso cristiano evangelizando a los pueblos pobres. La experiencia social y pastoral en Chile lo llevaría a formar parte del grupo Cristianos por el Socialismo y a ser expulsado del país, por lo que se dirigió a México donde continuó en la pastoral social y murió en 2006. Su infancia y juventud son elementos que nos ayudan a comprender la constancia de su compromiso cristiano.

Nació el 11 de julio de 1926 en Eindhoven, Países Bajos, aunque pronto su familia se mudaría a Aalst, muy cerca de la frontera con Bélgica. Hijo de un matrimonio católico muy religioso y humilde de campesinos, fue el mayor de seis hermanos. A los seis años perdió a su madre, quien murió de pulmonía, y su padre formó otra familia donde salieron otros nueve hermanos. En una entrevista a sus 78 años, el sacerdote recordaba a su madre:

Perdí a mi madre cuando aún no cumplía siete años, se llamaba Guillermina. Murió de pulmonía a los 31 años de edad […]
Desde que mi madre murió hace 72 años, a diario converso con ella ¿y sabe qué? Debo confesar que siento que me entiende […]
Figúrese, todavía canto canciones que ella me enseñó.

Desde la niñez, Gerardo tuvo que aprender a vivir en medio del infortunio que representaba un conflicto bélico, pues tenía trece años cuando inició la segunda guerra mundial. Su padre en ese entonces había dejado la tradición familiar de cultivar el campo y se dedicaba a la construcción, trabajaba para los jesuitas y para la gente de Aalst. Recordaba que su padre era un hombre al que “le preocupaban los derechos de los trabajadores y con el tiempo llegó a ser el presidente de la organización de constructores de la región en que vivíamos, así como representante de pequeñas organizaciones de gente pobre.”

Desde 1940, los Países Bajos fueron ocupados por la Alemania nazi y al año siguiente se registraron unos 160 mil judíos que fueron segregados y obligados a portar la estrella de David. Muchos jóvenes fueron enviados a campos de concentración, lo que provocó una huelga general de trabajadores holandeses y el endurecimiento de la policía nazi. La geografía de Países Bajos hacía muy difícil que los judíos pudieran escapar y, entre 1942 a 1944, fueron deportados –entre otros destinos– hacia Auschwitz. De modo que, de 25 000 a 30 000 judíos se ocultaron con ayuda de movimientos clandestinos. Dos terceras partes pudieron sobrevivir.

Gerardo y su familia vivieron la ocupación alemana, viendo la desgracia que representaba el destino del pueblo judío en los Países Bajos, pero, a la vez, con solidaridad para ayudar a los desprotegidos. Pues su padre construyó varios refugios de madera en su casa y en las de otros amigos para esconder a holandeses judíos hasta que pudieran huir. Gerardo recordaba que en 1944, cerca ya de que terminara la guerra, una de las víctimas murió en uno de los refugios de su padre:

De inmediato mi papá nos pidió a algunos de mis hermanos y a mí, que lo fuéramos a enterrar en la noche, antes de que iniciara el olor a putrefacción lo que llamaría la atención. Mientras caminábamos por el campo con el cuerpo dentro de un saco, no veíamos nada, avanzábamos en completa obscuridad, pero cuando comenzaron a estallar en el cielo luces de bengala, notamos que caminábamos a veces entre cuerpos semi enterrados de alemanes e ingleses. Cuando llegamos al sitio preciso y lo depositamos en la tierra, pude sentir que aún estaba tibio.

En suma, gracias a su padre conoció la importancia de la solidaridad con los que sufren, del servicio y humanidad en tiempos adversos, y vivió así el compromiso social y el sacrificio personal para ayudar al prójimo. Aquello influiría en su formación y dedicación para el resto de su vida.

Desde su niñez quiso ser misionero y en 1946 ingresó a la congregación de Los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, también conocidos como Dehonianos. Fundada en 1877, esta congregación se extendió rápidamente por toda Europa, América y Asia, inspirada en el amor de Cristo que aceptó la muerte como regalo supremo de su vida, un amor por la humanidad especialmente por los que sufren. Con tal ideal, se integró un apostolado caracterizado por su gran atención a los hombres, principalmente por los más indefensos.

En 1952 fue ordenado sacerdote y tenía la ilusión de ser enviado a África o Indonesia, pero al final su superior decidió enviarlo a Chile:

Me gustaba el seminario, sus relatos de las misiones, yo estaba dispuesto a aceptar el destino que me esperara en África, incluso no me hubiera importado morir. Luego de doce años de estudio me ordenó el Obispo del Congo Belga. Era un hombre con barba y fuerte personalidad. Habló del significado de cargar la cruz y de dedicar la vida en el ejemplo del Señor. Todavía recuerdo que nos dijo:

–No hay salvación sin sufrimiento. No hay justicia sin dolor.

Poco después se fueron todos mis compañeros a las misiones…menos yo. De la desilusión me enfermé, literalmente, entonces mi superior me dijo que en Chile había mucha pobreza y se estaba gestando la reforma agraria, incluso yo tenía sacerdotes conocidos que estaban trabajando en ello y pensé que sería interesante.

Para ese entonces la Iglesia neerlandesa era de las más progresistas en Europa debido a los efectos negativos de la guerra y a la creciente actitud antiautoritaria no sólo entre los laicos, sino también entre los sacerdotes y la jerarquía eclesial. Los católicos neerlandeses formaron parte de una vanguardia que pudo generar cambios en la vida religiosa y con una participación importante en el Concilio Vaticano II. Además, Gerardo conoció el método de evangelización de la Juventud Obrera Cristiana (joc), el método ver-juzgar-actuar, que partía del análisis de la realidad a la luz del evangelio para generar acciones concretas y transformar dicha realidad bajo el ejemplo de Jesús.
Con dicha experiencia pastoral, social y familiar, llegó a Chile en 1953 con 27 años. Al despedirse de su familia su padre lloró mucho porque se iría siete años seguidos sin regresar a los Países Bajos, Gerardo lo consoló diciendo que el tiempo pasaría rápido, sin embargo, fue la última vez que vio a su padre, ya que murió durante su estadía chilena.

Actividad social y pastoral

Thijssen llegó al pueblo agrícola de Teno, en la diócesis de Talca, donde se involucró en las problemáticas sociales de los campesinos como el analfabetismo, desnutrición, mortandad infantil, entre otros. Laboró como peón y aparcero en el campo para conocer a su comunidad, también trabajó en el Instituto de Educación Rural, teniendo una actividad importante en la formación de grupos de reflexión para laicos y en la capacitación de líderes campesinos organizando cursos y retiros. Además, durante 14 años fue vicario diocesano en la pastoral rural, y asesor y decano de la Acción Católica Rural:

Trabajamos de sol a sol, durante 12 a 16 horas al día. Pero no trabajamos todo el tiempo. Dormimos, jugamos cartas, leíamos la biblia y tomábamos cursos relacionados con el análisis social.

Para 1966, el obispo Raúl Silva Henríquez lo mandó a la comunidad de La Victoria, un pueblo obrero con muchos dirigentes comunistas. Allí comenzó a trabajar como obrero en una fábrica de tubos de concreto como parte de su proceso de inculturación, y a la vez mantenía su compromiso pastoral en sus comunidades. Poco a poco se fue insertando en las luchas sindicales y en la organización popular para favorecer a los pobres, de manera que aprendió teoría marxista de la mano de F. Hinkelammert, y Teología de la Liberación con Gustavo Gutiérrez. Todo esto lo llevó a ser uno de los fundadores del movimiento Cristianos por el Socialismo junto con otros sacerdotes que apoyaban el programa político de la coalición de izquierda llamada Unidad Popular, la cual ganó las elecciones de 1970, quedando como presidente Salvador Allende.

El movimiento fue un gran aliado del nuevo gobierno socialista durante sus primeros años, hasta que en 1973 el golpe de Estado encabezado por el general Augusto Pinochet, y apoyado por Estados Unidos, cambió drásticamente la situación. El movimiento pasó a la clandestinidad, algunos integrantes fueron torturados y asesinados, y muchos sacerdotes extranjeros –como Gerardo– fueron expulsados del país. De vuelta en los Países Bajos siguió apoyando la causa chilena. Sin embargo, no pasaría mucho tiempo en Europa, pues intento establecerse en Perú y Ecuador, donde resultó encarcelado. Finalmente, por invitación de su amigo, el VII obispo de Cuernavaca, Sergio Méndez Arceo, llegó a México.

El obispo le asignó una parroquia en el pueblo de Teopanzolco, y de inmediato Gerardo comenzó a trabajar en las Comunidades Eclesiales de Base (cebs) de Cuernavaca. Después de reflexionar sobre sus actividades sociales, políticas y personales decidió renunciar a sus votos para seguir trabajando en la pastoral social libremente, como laico.

Allí se convirtió en coordinador diocesano de las cebs en Cuernavaca, grupos básicos de cristianos que se reunían en casas particulares para leer la biblia, orar, reflexionar sobre la realidad y construir una sociedad más justa. Asimismo, ponían en práctica “Proyectos Alternativos”, de índole social, para beneficiar a la gente pobre, como las compras en común para reducir el costo de los productos básicos, huertos comunitarios, visitas a enfermos, cajas de ahorro comunitarias, grupos de salud para formar a la gente, etc. Algunos de esos proyectos estaban directamente financiados por Gerardo, gracias a la ayuda que le seguía prestando su Congregación. Las cebs de Cuernavaca crecieron cuantitativa y cualitativamente, convirtiéndose en un motor importante de movilización social, algunos de sus miembros participaban en la organización popular y apoyaban las reivindicaciones sociales, como la lucha obrera y campesina o las movilizaciones por servicios públicos en las colonias. Pero no sólo apoyaban las luchas populares de Morelos, sino también del país y de América Latina, como la revolución sandinista y la lucha en El Salvador.

Para 1987 varias organizaciones populares habían surgido gracias al trabajo de las cebs, como la Coordinadora Tepozteca, la cual defendía los recursos naturales, la cultura e intereses de los habitantes de Tepoztlán; Colonos Independientes de Morelos, que defendían los intereses de los habitantes en cinco colonias del estado; el Grupo de Mujeres en Tejalpa, que defendían los intereses de las mujeres, específicamente en el sector salud; la Unión de Pueblos de Morelos, organización campesina perteneciente a la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (cnpa), la cual, se preocupó por los problemas derivados de la tenencia de la tierra y derechos de los campesinos; entre otras organizaciones vigentes que reconocen directamente el trabajo de las cebs.

Gerardo también fue fundador de diversas asociaciones de formación para laicos, como el Grupo de Estudio y Reflexión (ger), el Centro para el Diálogo Intercultural sobre el Desarrollo (ccidd) y el Centro de Encuentros y Diálogos (ced). Algunos grupos de estudio que nacieron de estas asociaciones se fueron extendiendo más allá de Cuernavaca e incluso del estado de Morelos, por lo que, tanto facilitadores, como los grupos, se fueron insertando en diversas organizaciones políticas no partidistas como Convergencia (1992), Alianza Cívica (1994), el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (1994), la Lucha Tepozteca (1995), grupos indígenas como “Los 500 años”, Comités Civiles de Diálogo para preparar el fzln, entre otros.

A partir de la muerte del obispo Méndez Arceo en 1992, Gerardo fue uno de los fundadores de la Fundación Sergio Méndez Arceo –actualmente resguarda el Archivo Personal de Gerardo Thijssen– la cual se encarga hasta nuestros días de reconocer el trabajo de luchadores sociales e impulsar un premio nacional de derechos humanos con los mismos principios y valores que Gerardo defendió y compartió a lo largo de su vida. Gerardo Thijssen continuó su trabajo social a favor de las clases populares durante el tiempo que vivió en México y hasta su muerte en 2006.

PARA SABER MÁS

  • Gutiérrez Quintanilla, Lya, Los volcanes de Cuernavaca, Cuernavaca, La Jornada/La Jornada de Morelos, 2007.
  • Hernández Vera, Diego, “El compromiso social del intelectual: Gerardo Thijssen Loos y su participación en la fundación de Cristianos por el Socialismo,” en Pacarina del Sur.
  • Revista de Pensamiento Crítico Latinoamericano, núms. 50-51, 2023, en El compromiso social del intelectual: Gerardo Thijssen Loos y su participación en la fundación de Cristianos por el Socialismo (pacarinadelsur.com)
  • Guía del Archivo Personal Gerardo Thijssen Loos, “Guía de Archivos Mexicanos”, en 66PersonalGerardoThijssen.pdf (adabi.org.mx)
  • Fundación Sergio Méndez Arceo, sitio web, en Misión | Fundación Don Sergio Méndez Arceo (wordpress.com)
  • Premio Nacional de DH Don Sergio Méndez Arceo, perfil de Facebook, en Premio Nacional de DH Don Sergio Méndez Arceo | Facebook