Civilización

Civilización

Darío Fritz

En revista BiCentenario, el ayer y hoy de México, núm. 69.

Exhibición de indígenas del norte en una feria, ca. 1920, inv. 5876. Mediateca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Licencia de uso CC BY-NC-ND 4.0.

Cuesta apreciar lo diferente. Aunque se vocifere y apunte con el dedo, su intención se acerca a la burla y a un sentido de superioridad. Puede que nos paralice el rostro inconfundible, las vestimentas excéntricas, los ojos angulares, el cabello volátil, el sueño filoso, la voz hechiza, las ideas deslumbrantes, una piel que inflama. Pero detrás se esconde el miedo y la desconfianza hacia el otro. El germen de la superstición y creencias persecutorias, disecciona la filóloga Irene Vallejos. “Síntomas de una enfermedad de nuestras miradas”. Por siglos, un mundo que se creía ombligo de la civilización recibía ese otro “mundo salvaje” para examinarlo y fortalecer creencias de una supuesta supremacía. Del resto de los continentes llegaban a Londres, París, Madrid, Münich o Nueva York indígenas que eran exhibidos y estudiados como originarios de otro planeta, “salvajes” que compartían el zoológico con el orangután. La mexicana Julia Pastrana fue una de ellas hacia mediados del siglo XIX. Se la exhibió en vida en Estados Unidos por su exceso de vello en el rostro (hipertricosis). E incluso fallecida, su cuerpo embalsamado recorrió Europa. Como vemos en esta foto, la discriminación y desprecio sobre los distintos y diferentes también se apuntaba por aquí. La paradoja es que el pasado se acerca al presente. El rechazo a la diversidad se normaliza época tras época. Lo mismo da que se prejuzgue incompetencia del presidente de la Suprema Corte de Justicia por su origen indígena como despreciar con la mirada a la mujer afrodescendiente mientras pide ayuda en un cruce de avenidas. O pasan a la normalidad los diez millones de personas víctimas declaradas del racismo. Con los antídotos en aislamiento, la enfermedad de la mirada persiste inalterable.