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Ramón Jiménez Gómez Facultad de Filosofía y Letras, UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de Méico, núm. 26. En la segunda mitad del siglo XIX irrumpía en México la cultura francesa. Era la tendencia de la época. Quien estuviera fuera del modelo cultural que irradiaba desde París se quedaba anquilosado en el pasado. Un ejemplo fue aquel baile de mujeres que alzaban sus piernas e inmortalizaría el pintor Toulouse Lautrec. Indecentes para algunos, tuvo su furor que decaería al cabo de un corto tiempo, hasta renacer durante el porfiriato. La noche del 23 de julio de 1869 la compañía española de zarzuelas, dirigida por el compositor Joaquín Gatzambide, estrenó en el Gran Teatro Nacional la opereta Orfeo en los infiernos, con libreto de Ludovico Halevy y música de Jacques Offenbach. De repente el público se volvió loco: cayó y subió el telón rápidamente en más de diez ocasiones;

EDITORIAL CORREO DEL LECTOR ARTÍCULOS Una familia de hacendados que dio su vida por la independencia Norberto Nava Bonilla El Cancán rompe tradiciones Ramón Jiménez Gómez Pedaleando en el siglo XIX Alejandra García Vélez La guerra que Carranza no quiso comprar Harim Benjamín Gutiérrez Márquez Miguel Agustín Pro, el sacerdote mártir que festejaba la vida María Gabriela Aguirre Cristiani El exilio de Marietta Blau en México Pilar Baptista Lucio DESDE HOY El jarabe tapatío Adriana Catarí Castillo Morales DESDE AYER Las pequeñas diferencias Miguel Ángel Berumen Campos TESTIMONIO Villa-Zapata un encuentro con dos miradas Guadalupe Villa Guerrero ARTE Luis Buñuel, el cineasta que quería pintar y escribir Anuar Fernando González Amaya CUENTO HISTÓRICO De orden suprema Ana Suárez ENTREVISTA Arnaldo Coen: el espectador legitima al artista David Fuente Adrian y Pablo G. Ascencio SEPIA El Gran Torino Darío Fritz

Cecilia Lartigue – UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 4. ¿Cuánto tiempo llevo aquí? ¿Un día? ¿Dos? ¿Sólo un rato que se está haciendo eterno? En esta oscuridad es imposible calcular la hora. Tampoco estoy segura de si estoy despierta o dormida, aunque creo que mis parpadeos son reales. Sigo percibiendo ese horrible olor a gas, ni la nariz atiborrada de polvo lo detiene. ¡¿Y si se acaba el oxígeno?! Me duele el brazo izquierdo. No sé qué lo golpeé ni en qué momento, pero tengo una herida grande, aquí, cerca del hombro. Siento algo espeso y húmedo, como una costra que no termina de secar. Es mejor no tocarla. Una sola inhalación profunda para calmar el dolor. Otra, aunque consuma más oxígeno. Así está mejor. Me pongo de lado, voy a tratar de mover el resto de mi cuerpo. Todavía me arden los dedos. De

Susana Biro Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. Seis años de trabajo le tomó a un grupo de científicos bajo la dirección de Joaquín Gallo, preparar una minuciosa expedición para observar desde dos puntos del norte mexicano el eclipse solar de 1923 que sólo duraría tres minutos y medio. A las 13 horas con 35 minutos del 10 de septiembre de 1923, la luna le dio la primera mordida al sol y comenzó un eclipse que solamente fue visible en el norte de México. Durante la siguiente hora, astrónomos mexicanos y extranjeros, el presidente Álvaro Obregón con algunos funcionarios y miles de excursionistas siguieron a la sombra de la luna conforme iba tapando el disco del sol. La totalidad –cuando se pueden hacer las observaciones astronómicas importantes– duró un poco más de tres minutos, pero la preparación

Alfonso Milán UAM-A En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. Entre 1913 y 1915 Francisco Villa ordenó la creación y circulación de monedas y billetes para hacer frente a los padecimientos económicos de su gobierno en Chihuahua o de la lucha revolucionaria. Algunas de aquellas piezas de papel son ya una leyenda y las monedas hechas en oro, plata o cobre tienen hoy un valor superlativo para los coleccionistas. Sabemos que en los tiempos de la lucha armada más de 126 autoridades estatales, municipales, regionales, civiles y militares, tanto federales como rebeldes e incluso particulares –haciendas, fábricas y comercios–, emitieron grandes cantidades de dinero para financiar sus gastos. Cada facción revolucionaria también emitía su propio dinero, algunos en metal, pero la mayoría en papel o cartón, sin ningún respaldo económico. La consecuencia era que se depreciaba pronto y mucho, además de ser rechazado entre los bandos

Lillian Briseño Senosiain Tecnológico de Monterrey, Campus Santa Fe En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. La publicidad jugó un papel destacado a partir de las últimas décadas del siglo XIX para alentar a los hombres y mujeres de entonces a sostener un alto umbral de belleza que consistía en recuperar la mejor cabellera, alimentar melenas envidiables, colocarse postizos para conseguir marido o aplicar tónicos con el fin de permanecer jóvenes. La vanidad se potenciaba con productos europeos o estadounidenses que atraían consumidores desde las páginas de los periódicos y las vitrinas de los comercios. Desde las puertas de la Sorpresa hasta la esquina del Jockey Club, no hay española, yankee o francesa, ni más bonita, ni má traviesa que la duquesa del duque Job. Ágil, nerviosa, blanca, delgada, media de seda bien estirada, gola de encaje, corsé? de !crac!, nariz pequeña, garbosa, cuca, y palpitantes

José Manuel Alcocer Bernés Cronista de Campeche En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. El hombre que le dio un vuelco fundamental a la educación en México vivió sus primeros nueve años de vida en una apacible pero también convulsionada ciudad de Campeche. Cobijado en la contención de una de las familias más ricas de la ciudad, su estadía allí se cortó definitivamente por los conflictos políticos locales. Casi medio siglo después regresaría como un hijo pródigo. La ciudad de Campeche mantenía todavía en la primera mitad del siglo XIX un aire colonial, guarnecida de murallas que recordaban ese pasado violento de su lucha contra los enemigos de España: los piratas. Las murallas que la protegían y aislaban permitieron sin pro- ponérselo establecer una diferencia de clases que se recrudeció con este cinturón de piedra donde convivían los de adentro y los de afuera. Desde su

Paris Padilla Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. En momentos de tensión en las relaciones entre México y Gran Bretaña, el joven director inglés de la compañía ferroviaria que llevaría el primer tren hasta Veracruz supo ganarse la confianza de los gobiernos de Benito Juárez y Sebastián Lerdo de Tejada, y el respeto de la elite local. Un regreso inesperado a Londres cortó con cinco años clave de su residencia en los que México entraba en la modernidad de finales del siglo XIX. A finales de enero de 1869 desembarcaron en el puerto de Veracruz el súbdito británico Joseph Hucks Gibbs acompañado de Mary, su joven esposa, provenientes de Inglaterra. El inglés, miembro de la prestigiosa firma financiera internacional Antony Gibbs & Sons, llegaba a México en circunstancias difíciles. Poco más de un año atrás el presidente Benito Juárez había suspendido las relaciones

Lucía Hernández Flores – Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. En los primeros esbozos por la emancipación de Nueva España apareció un documento de fray Melchor de Talamantes, un personaje poco conocido quien llegó de Lima en 1799. Proponía una nueva organización política, disminución de la presión comercial y fiscal de la metrópoli, así como la transformación del virreinato en una nación culta e independiente de cualquier otra. Ideas muy adelantadas para la época.. La crisis política que España y sus reinos sufrieron en 1808, después de la renuncia al trono de Carlos IV y de su hijo Fernando VII, aunada a la invasión de la península hispana en manos de Napoleón Bonaparte, generó diversas reacciones en los habitantes del virreinato de Nueva España. Algunos se mantuvieron fieles al orden establecido, otros demandaron autogobierno y unos más se unieron

Fausta Gantús Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 24. Apoyado en el poder judicial, el régimen de Porfirio Díaz persiguió a la prensa opositora. Varios periodistas terminaron encarcelados, entre ellos el campechano Joaquín Clausell, quien se destacó por su rechazo al reeleccionismo. Una mañana logró evadirse de sus carceleros y huyó a Estados Unidos. Su escape acentuó las diferencias entre la prensa proporfirista y los críticos al gobierno.. La mañana del 24 de octubre de 1893 los pequeños papeleros que cotidianamente recorrían el centro de la ciudad de México voceaban con entusiasmo la noticia que durante los siguientes días fue motivo de atención de los diversos representantes de la prensa: la fuga de prisión del periodista Joaquín Clausell. Esta fuga ponía en evidencia varias de las contradicciones del régimen porfiriano. Por un lado, el ya conocido contubernio entre el poder judicial y el ejecutivo

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