Izcoalt Ismael Guzmán Gómez
Escuela Nacional de Antropología e Historia
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 67.
Recuperamos aquí la entrevista de Emmanuel Carballo, de 1958, donde la escritora y bailarina se describe como “parlanchina” y “auténtica”, y da cuenta de su pasión por Francisco Villa, las lecturas que la formaron, las motivaciones detrás de sus libros y el oficio de escribir.
María Francisca Moya Luna, mejor conocida como Nellie Campobello, nació en Villa Ocampo, Durango, en 1900. Fue escritora, bailarina, asidua promotora de la danza indígena en México y feroz defensora de Francisco “Pancho” Villa. Nellie es la única mujer incluida en la antología de Antonio Castro Leal La novela de la revolución mexicana.
Registrada como hija natural, sus padres fueron Rafaela Luna y Felipe de Jesús Moya; fue la tercera de siete hijos que vivieron una infancia difícil, con un padre alcohólico y prácticamente ausente. Quizá por eso, como dice Elena Poniatowska, cambió su nombre. Inspirada en el apellido del papá de su hermana Gloria, Ernest Campbell, lo castellanizó como Campobello. Su familia experimentó las injusticias del sistema social del porfiriato y fue testigo del estallido, progreso y culminación del movimiento revolucionario, iniciado por Francisco I. Madero en 1910.
Nacida entonces del pueblo,
la revolución llegó
y se metió en nuestras casas
y se abrazó a nuestros hombres.Tenía raíz de noche,
apuntaba luces de alba.De la sierra nos llegaron
hombres, cartuchos y flores.Entre banderas de humos
a morir se fueron todos,
todos como un solo hombre.
En busca de mejores condiciones de vida, tras el abandono de su marido, Rafaela Luna se mudó junto con sus hijos a Parral, Chihuahua, en 1908 donde gracias al apoyo de algunos familiares se instaló en la calle Segunda del Rayo. El cambio sería determinante para Nellie, ya que para fines de 1913 Chihuahua comenzó a ser gobernado por el villismo y fue precisamente la calle en donde vivió, uno de los principales escenarios para su obra más conocida: Cartucho. Relatos de la lucha en el Norte de México.
Nellie creció en un entorno de mujeres independientes, fuertes, inteligentes y solidarias, ambiente que moldeó su personalidad e inspiró su arte. Debido a las adversidades de su tiempo, Nellie tuvo limitaciones para asistir a la escuela, sin embargo, muy pronto descubrió su habilidad para la escritura pues aprendió a leer y escribir casi de manera autónoma: “Un día doña Isabel, una tía mía, me enseñó a leer. Quise hacerlo y no me costó trabajo. Aprendí a escribir. Supe todo.”
Su primer libro fue un poemario titulado ¡Francisca Yo! Versos, publicado en 1929, edición que contó con prólogo y portada de Gerardo Murillo, el Dr. Atl. Dos años después se editó la primera edición de Cartucho, obra que aborda la vida durante la revolución. En 1940 publicó la segunda edición de la obra, con cambios significativos, lo cual demuestra su aprendizaje y madurez como escritora. En 1937 publicó Las Manos De Mamá, obra que rinde homenaje a Rafaela Luna.
Gracias a la amistad que entabló con Austreberta Rentería, una de las viudas del Centauro del Norte, Campobello logró tener acceso a las memorias que el general Villa dictó a Manuel Bauche Alcalde en 1914, material que dio pie a los Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa, libro que narra las acciones bélicas del caudillo. Para 1960 escribió Tres Poemas y un prólogo para una compilación de su obra reunida en Mis libros, publicada ese mismo año.
Su obra oscila entre lo histórico y lo biográfico, los géneros de la crónica, la poesía y el relato corto se entrecruzan en ella, algunos de sus textos presentan más de un narrador. Su madre y Villa son sus héroes definitivos. La violencia, el amor y la muerte serán rasgos distintivos de su pluma. Nellie logró trascender en más de un ámbito, la danza fue otra de sus grandes pasiones, pasión que compartió con Gloria, su hermana menor. Hoy en día ambas son igualmente reconocidas como notables bailarinas y coreógrafas. Nellie fue además maestra de ballet y una de las fundadoras de la Escuela Nacional de Danza que comenzó a dirigir en 1937. Esta actividad se tradujo en el libro Ritmos Indígenas de México, escrito en 1940 en coautoría con su hermana Gloria e ilustrado por José Clemente Orozco. En él se profundiza en la danza y las artes escénicas de manera antropológica y etnológica.
Durante su vida mantuvo una estrecha relación con Martín Luis Guzmán. También se relacionó con el Dr. Atl, colaboró con José Clemente Orozco, conoció a Tina Modotti y realizó numerosos viajes al extranjero. Diversos historiadores y escritores han incorporado en sus trabajos a Nellie Campobello, lo que demuestra su vigencia dentro de la literatura mexicana así como ser una pieza fundamental para comprender a la revolución en el norte del país.
Nellie Campobello, la “Centaura del Norte”, vivió sus últimos años privada de su libertad, familia y amigos, a causa de sus “compadres” Cristina Belmont y Claudio Fuentes, quienes aprovechándose de su avanzada edad la secuestraron, destruyendo su casa, su archivo y su memoria. Nellie murió el 9 de julio de 1986 en Progreso de Obregón, Hidalgo.
A continuación, se reproducen algunos fragmentos de la entrevista que Emmanuel Carballo le realizó a Nellie Campobello –publicada en 1965 en Diecinueve protagonistas de la literatura mexicana–, como la única narradora de la revolución.
“Los hombres de la revolución eran unos nibelungos”
–¿Nellie es su verdadero nombre o, simplemente, su nombre como escritora y bailarina?
–Mi nombre completo es Nellie Francisca Ernestina. Nellie por una perrita que tenía mamá. Yo deseaba que me dijesen Francisca. Mi primer libro, Yo, así lo firmé. Me llaman, sin embargo, Nellie.
–¿Cómo se define usted misma, Nellie?
–Soy una parlanchina que, a veces, se pone seria. Soy tan auténtica, tan verdadera que cuando hablo la gente dice que cuento mentiras. No puede. No puede creer que alguien diga, sin inmutarse, que dos y dos son cuatro. Pienso, para mis adentros, en una frase de Camus: “Hay siempre un momento en la historia en el que quien se atreve a decir que dos y dos son cuatro está condenado a muerte”.
–¿Cuándo y dónde nació?
–Nací el 7 de noviembre de 1909 en Villa Ocampo, al norte de la sierra del estado de Durango. A Villa Ocampo la fundaron en 1630 los tarahumaras y los tepehuanes. Primero le llamaban Bocas de Río Florido, después, San Miguel de las Bocas. Ahora se le conoce por Villa Ocampo. Mi familia es tan vieja como el pueblo: participó en su fundación. Aún ahora, Villa Ocampo es un pueblo que vive en pleno siglo xvii. La gente es difícil de trato porque es muy pura en su manera de ser y actuar. Una debería debería encontrarse en los antepasados, ser como fueron sus mayores.
–Qué recuerdos surgen, en este momento, de su niñez transcurrida en plena lucha armada?
–A los cuatro años se me notaba, impresa en el rostro, la tragedia de la revolución. No me reía por nada del mundo. De pequeña, lucía plastas de pecas en la cara, me sudaba la nariz.
–¿Cuál fue su ocupación más deleitosa durante la infancia?
–En el norte dos eran mis ocupaciones, montar a caballo y sufrir: los inviernos, la revolución. Desde los seis años corría por esos desiertos, por esas llanuras. En México, todos los días, hasta hace unos cuantos años, monté a caballo. Lo hacía muy bien.
[…]
–En sus obras en prosa y verso destaca, por el cariño con el que está creada, la figura de su mamá. Hábleme de ella.
–Mamá murió a los 38 años, en Chihuahua. Yo conocí siempre a una mamá joven. Se llamaba Rafaela. Conservo la última ropa que usó. A Mamá no le gustaba que la tocásemos; nos permitía, cuando mucho, que le adoráramos la mano con la punta de la nariz. La quise tanto que no he tenido tiempo de dedicarme al amor. Claro que he tenido pretendientes, pero estoy muy ocupada con mis recuerdos.
–Otro personaje de la vida real que aparece en sus libros revestido de atractivos es su hermana Gloria. ¿Qué me cuenta de ella en relación con usted?
–Gloriecita y yo éramos de pequeñas muy irreverentes. Atropellábamos a la gente con nuestra franqueza, como potros salvajes. Las personas a quienes molestábamos enviaban telegramas a nuestra familia: “Que sus hijitas estudien el Carreño”.
–Usted que vio u oyó hablar de algunos de los jefes más importantes de los ejércitos revolucionarios, ¿qué me dice de Francisco Villa, de la etapa oscura del admirable guerrillero?
–Villa (en ese entonces se llamaba, lo sé por tradición familiar, Doroteo Arango) se crió, desde los 17 años, en Villa Ocampo, en la casa de don Martín Villa. Este lo reconoció como familiar suyo. El padre de Doroteo, hijo natural, pertenecía a la familia de los Villa. Doroteo tomó de un muchacho de allí, muy buen muchacho, muy valiente, el nombre de Francisco Villa.
[…]
–¿Cuál fue el primer libro que leyó?
–Aprendí a leer, en casa, para entender la Biblia. Casi me sé de memoria muchos pasajes.
–¿Y el primer libro mexicano que tuvo en sus manos?
–Martin Luis Guzmán me regaló, cuando yo era una niña, A orillas del Hudson. No lo leí, para qué voy a mentir. Me pareció muy complicado. Lo guardé. Años después, descifré sus excelencias.
–Hábleme de sus libros de cabecera.
–Son Gengis Kan, el conquistador, de Michael Prádwdin, y Essays on men and manners, de William Hazlitt. He leído y releído a Gracián. Fui, hace ya algunos años, ferviente lectora de Spengler.
–¿Usted cree en los escritores que se hacen en las escuelas?
–El escritor no se hace con recetas de cocina. Eso no es posible. Los personajes y las anécdotas no se aprenden, se descubren.
–¿Cuál es la finalidad, que persigue a juicio de usted, el escritor?
–Un verdadero escritor debe decirle a su pueblo cuáles son sus limitaciones, sus debilidades. Aún no existe en México un grupo homogéneo de escritores que ayude a sus compatriotas. Los escritores mexicanos, casi todos burócratas al servicio del régimen, ocultan en sus libros los problemas reales del país; le falta el valor de denunciar el mundo en que viven y que los oprime. Me refiero, por supuesto, a los escritores que crean obras artísticas, no a los que escriben obras de propaganda.
[…]
–Usted, cuando escribe, ¿qué es lo que propone?
–Intento abrir los nudos vírgenes de la naturaleza, referirme a la entraña de las cosas, de las personas, ver con ojos limpios el espectáculo que me rodea. Me sobra imaginación de novelista: todo lo convierto en imágenes.
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–¿Los hombres que hicieron la revolución resultan atractivos personajes de novela?
–Los hombres de la revolución, joven, no necesitan que los novelen: traen en sí mismo la novela. No tenían entrañas. Eran unos nibelungos.
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–Y de Martín Luis Guzmán, ¿qué opina?
–El señor Guzmán es, para mí, el mejor escritor de la revolución. El águila y la serpiente me gusta más que La sombra del caudillo. Las Memorias de Pancho Villa están basadas en la persona y la personalidad del general: se recogen sus verdaderos actos, su manera de hablar. Su obra tiene, empleando términos de danza, dimensión y relieve.
[…]
–¿Qué razones la movieron a escribir sus libros?
–Mis libros los he escrito para contestar ofensas o para pagar deudas. Así, por ejemplo, cada línea de “Estadios” [incluido en Tres poemas, 1957] es un reproche hacia aquellos que utilizaron mi danza para su propio beneficio, y me olvidaron.
–¿Cómo ve, a 29 años de distancia, su primer libro?
–Mi primer libro de versos apareció en 1929 [ediciones LIDAN]. Lo titulé, Yo. Langston Hughes tradujo al inglés varios de estos poemas, los cuales incluyó Dudley Fitts en su Antología de la poesía latinoamericana contemporánea [Nortolk, 1942].
–¿Qué me dice de Cartucho?
–Se terminó de imprimir en Jalapa el 13 de octubre de 1931. Lleva como subtítulo Relatos de la lucha en el norte de México. Fue uno de los libros publicados por Ediciones Integrales. Sé que por entonces escribían, y que narraban hechos guerreros, principalmente contra Francisco Villa. Escribí en este libro lo que me consta del villismo, no lo que me han contado.
[…]
–Hábleme de Las manos de mamá.
–Salió a la venta en febrero de 1937, impreso por la Editorial Juventudes de Izquierda. La Editorial Villa Ocampo publicó en 1949 la segunda edición, ilustrada por José Clemente Orozco. Lo compuse para pagar una deuda, una deuda que tenía contraída con ella, con mamá
–¿Cómo redactó Apuntes sobre la vida militar de Francisco Villa?
–En los Apuntes, publicados en 1940, utilicé testimonios de primera mano: el de la viuda, doña Austreberta Rentería, quien me hizo conocerlo tanto en lo físico como en lo moral; los de algunos de sus dorados: José Nieto, Ismael Máynez y Pedro Dávila. El de Martín Luis Guzmán, quien tan hermosas páginas ha escrito sobre el gran caudillo de las batallas de la revolución. Para redactarlo fui a conocer varios lugares donde se dieron algunas de sus batallas. Para comprender y describir estas, estudié estrategia general. Mi deseo era saberlo todo. En los Apuntes sólo constan algunos de los hechos de armas de la vida del guerrero: única que vivió Francisco Villa, conductor de hombres de guerra. En otros aspectos no existe. La verdad de sus batallas es la verdad de su vida. El Villa que aquí yo presento nada tiene que ver con el protagonista de tantas historias falsas y leyendas ridículas. Mi Francisco Villa nació en 1910, vestido de amarillo, llevando un sombrero ancho, un listón tricolor en la copa y unas cananas fajadas en cruz.
PARA SABER MÁS
- Aguilar Mora, Jorge, “El silencio de Nellie Campobello”, Cartucho. Relatos de la lucha en el norte de México, Nellie Campobello, México, Ediciones Era, 2013, pp. 9-41.
- Campobello, Nellie, Obra reunida, México, Fondo de Cultura Económica, 2016.
- Carballo, Emmanuel, Protagonistas de la literatura mexicana, México, Porrúa, 2003.
- Vargas Valdés, Jesús y Flor García rufino, Nellie Campobello. Mujer de manos rojas, México, Bárbaros ilustrados, 2020.