Erick Manuel Pastén Rozo
Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea, Instituto Mora
En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 68.
El Comando Guerrillero Óscar González, de la Liga Comunista 23 de Septiembre, operaba desarticulado en la sierra de Sonora en enero de 1975 después de ser sorprendido por el ejército mexicano. Desde once meses atrás estaba desconectado de la diezmada estructura de la organización armada.

El 15 de mayo de 1973 se funda la Liga Comunista 23 de Septiembre, como parte de un esfuerzo conjunto entre varias organizaciones armadas del país, y en un corto tiempo pasó a ser considerada por la seguridad del Estado mexicano como la mayor amenaza interna para la estabilidad nacional, dado su número importante de militantes y el amplio territorio en donde se movía.
Si bien contaba en sus filas con obreros y campesinos, la gran mayoría de sus integrantes eran estudiantes. Algunos de ellos fueron jóvenes universitarios que vieron morir cualquier esperanza de una transformación política pacifica en 1968 y luego en 1971. Otros se radicalizaron tras ser víctimas de la represión y el autoritarismo a nivel local, como sucedió en Sinaloa y Michoacán, entre otros estados.
La guerra fría asomaba por todas partes y los referentes nacionales e internacionales no faltaban. Es innegable la influencia de la Revolución Cubana y la guerra de Vietnam en la construcción de una identidad revolucionaria. Los integrantes de la Liga se sentían los herederos del Che Guevara, de Mao Tse Tung o de Lenin, pero también de los compañeros del Grupo Popular Guerrillero, muertos tras el fallido intento de asalto al cuartel Madera, en Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965. Este evento, paradójicamente, marcaría un antes y un después en la historia del México contemporáneo, siendo entendido como el hito fundacional de la guerrilla socialista mexicana.
Estrategia rural
El exmilitante de la Liga Comunista 23 de Septiembre, Miguel Topete, dice que, entre los lineamientos centrales aceptados por los grupos que fundaron la lc23s para la construcción del ejército revolucionario, se encontraban los siguientes:
Estamos arribando a una guerra civil de permanencia prolongada entre dos partes de la sociedad, dirigidas estas dos partes en contienda, por las clases fundamentales de la sociedad capitalista: el proletariado y la burguesía. A esta guerra el proletariado arriba con una clara desventaja en la correlación de fuerzas [que] tenía como tarea estratégica revertir, militarmente […] No se necesitaba ser un genio para advertir que en el capitalismo en general […] existe una concentración de las fuerzas militares del estado en las zonas geográficas en donde se concentra el capital, por lo tanto, sus puntos débiles, eran los lugares en donde no se concentraba el capital, es decir, las selvas y las sierras del país.
Después de varios días de análisis y discusión en el seno de la naciente organización, se determinaron tres zonas donde se pretendía establecer núcleos militares guerrilleros: en Oaxaca se formó la “Brigada Revolucionaria Emiliano Zapata” (BREZ), en el llamado “Cuadrilátero de Oro” –Durango, Sinaloa, Sonora y Chihuahua– el “Comité Político Militar Arturo Gámiz” (CPMAG), y en Petatlán, Guerrero, se formó la “Brigada Rural Genaro Vázquez Rojas” (BRGVR). Las primeras dos organizaciones lograron penetrar en sus respectivas zonas, desarrollando un amplio trabajo político-militar, mientras que en Guerrero nunca se consolidó.
El CPMAG debía desarrollar sus actividades militares en el Cuadrilátero de Oro, específicamente en aquellos espacios ubicados en parte de la sierra y subsierra de los municipios de El Quiriego y Álamos, en Sonora, así como en parte de los Valles del Mayo y del Yaqui, en la misma entidad; en el territorio chihuahuense, en las sierras de los municipios de Chínipas y Urique y, en Sinaloa, en parte del municipio de Choix y de los valles del Fuerte y de Mochis. En la práctica Durango quedó reducido a un referente, ya que nunca hubo incursión militar.
La LC23S escogió al Cuadrilátero de Oro como la zona de actuación del CPMAG siguiendo dos razonamientos: por un lado, una suerte de compromiso histórico de su parte hacía la lucha del Grupo Popular Guerrillero –comandado por el maestro rural Arturo Gámiz– y el Grupo Popular Guerrillero “Arturo Gámiz” –comandado por Óscar Gonzáles Eguiarte, sobreviviente del gpg original–. Por otra parte, el Movimiento 23 de Septiembre, organización que formó parte de la fundación de la Liga, había estado realizando desde 1967 su trabajo político en la región, entre los campesinos y los indígenas tarahumaras. En ese sentido, la decisión de incursionar en la sierra tenía un trasfondo tanto simbólico como estratégico. No por nada Salvador Gaytán, veterano de la guerrilla en el noroeste mexicano, llegó a anunciar a sus compañeros locales: “¡Camaradas, el Movimiento 23 de Septiembre ya tiene una Liga!”
El nombre designado por la LC23S para su comité político-militar obedecía a un razonamiento similar: se escogió el nombre de Comité Político-Militar “Arturo Gámiz” debido al lugar que el maestro chihuahuense, caído en combate, tenía en el imaginario colectivo tanto por su papel en el asalto al Cuartel Madera en 1965, como por los años de activismo a favor de las comunidades serranas de Chihuahua. Se trataba, pues, de una figura ampliamente reconocida y admirada por los habitantes de la región. En este mismo tenor, uno de los tres comandos pertenecientes al CPMAG también adoptaría su nombre en honor a un guerrillero local caído en batalla, el Comando Guerrillero “Óscar González” (CGOG).
¿Foco guerrillero o ejército?
Una vez acordados los lineamientos, comenzó la incursión en la Sierra Tarahumara en abril de 1973. Fueron dos los frentes desde donde el CPMAG comenzó a estructurarse: Chínipas, Chihuahua y El Quiriego, Sonora. La estructura se concibió al mismo tiempo que se planteó el proyecto rural de la Liga. Se actuó con el supuesto de que debían formarse dos comités militares, cuyo trabajo abarcaría el Cuadrilátero de Oro. Sin embargo, un incidente menor, al principio, llevó a la fragmentación de uno de los comités originales: a la hora de preparar el desayuno, un guerrillero derramó accidentalmente un bote de atole hirviendo en el pie de otro compañero, dejándolo incapacitado temporalmente.
Este incidente llevó a que se formara un tercer comando guerrillero en la sierra, el único que adoptó un nombre propio: el Comando Guerrillero “Óscar González”. Este, con el tiempo, fue visto como el comando más exitoso de la organización en la región. No sólo porque llevó a cabo actividades militares de impacto mediático, como el secuestro del comerciante José Hermenegildo Sáenz Cano y el ajusticiamiento del cacique Agapito Enríquez Argüelles, junto a su hijo Andrés Enríquez Rosas “el Churea”, sino porque fue el que menos bajas sufrió.
De igual forma, su trabajo político entre los habitantes de la zona resultó bastante exitoso, creando alianzas políticas con líderes campesinos e indígenas locales. A partir de la repartición de propaganda, las giras políticas en la zona, los mítines relámpago en ejidos y rancherías, así como las reuniones con líderes comunitarios, el CGOG –o los mechudos, como eran conocidos entre la población– estableció una presencia en la zona. En parte, esto tuvo que ver con el hecho de que, al igual que los otros comandos de la Liga en la sierra, tuvo que efectuar un trabajo político distinto al que se había acordado desde la dirección nacional. En ese sentido, el experimento rural de la LC23S se mantuvo, en distintos momentos, en los límites de una práctica armada foquista. Dicha estrategia, si bien le brindó buenos resultados entre la población, le valió una reprimenda desde la alta jerarquía de la organización.
Contradicciones internas
Tampoco el Comando Guerrillero Óscar González estuvo exento de los problemas internos que la organización estaba sufriendo, tanto a nivel estatal como nacional. La caída de los líderes en 1974, la agudización de la represión violenta por parte del Estado y la polarización de las distintas tendencias revolucionarias en su seno crearon un ambiente de desconfianza y paranoia entre los propios militantes. La falta de coordinación, las acusaciones de infiltración y el relajamiento de sus estrategias de seguridad llevaron a un periodo gris en su historia.
Una situación similar, pero con matices propios, se dio a nivel local. Las brigadas urbanas de la Liga sufrieron entre 1973 y 1975 amplias y profundas bajas, ya fuera debido a las detenciones, caídas en combate o detenciones-desapariciones de sus militantes. Hermosillo, en especial, fue escenario de conflictos mediáticos importantes, como la muerte de dos policías y la ejecución de dos jóvenes militantes.
Sin embargo, en las ciudades nunca hubo fricciones en torno al liderazgo, caso distinto al de los espacios rurales. Esto, debido en gran parte a que nunca se logró homogeneizar el proyecto y la identidad de las distintas organizaciones que se fusionaron para crear la Liga. En ese sentido, el conflicto y la disputa por el devenir del experimento rural se dieron entre los militantes locales, provenientes del M23S, y aquellos de origen foráneo, cuya lealtad se encontraba en los coordinadores regionales y en la dirección nacional. Por un lado, se proponía una estrategia a largo plazo, que contemplara la construcción de un ejército revolucionario robusto y con fuerte presencia en la región. Por el otro, se esperaba que, a partir de grandes acciones militares, se lograra concientizar a la población y así adherirla al proyecto revolucionario.
A este desacuerdo se le puede sumar el conflicto en las altas esferas de la jerarquía de la Liga, entre el líder histórico de la organización, Ignacio Arturo Salas Obregón “Oseas”, y Jesús Manuel Gámez Rascón “Julio”, segundo al mando en la LC23S y líder del M23S. Los desacuerdos entre ambos tuvieron eco a nivel local, dividiendo a los comandos serranos entre aquellos que apoyaban a Oseas y los que se mantenían leales a Julio. No es el espacio ni el momento para profundizar en esto, pero basta con señalar que, tras la desaparición de Manuel Gámez, hubo repercusiones locales, expresadas en una serie de deslindes y escisiones entre los militantes y los comandos de la sierra.
Los olvidados
Para algunos investigadores, la historia de la LC23S terminó en 1974, el llamado “año del naufragio”. Sin embargo, para los guerrilleros del CGOG nada había pasado. Nunca se enteraron de la supuesta desintegración de la Liga. Es más, aun después de varias embestidas por parte del ejército mexicano, que los dejó en franco estado terminal, lograron recuperarse y reclutar más miembros. Lo que llevó a que el Comando Guerrillero Óscar González desapareciera fue que, en este contexto de franco retroceso y división de la organización nacional, quedó aislado, y olvidado.
Topete, en sus memorias, señala que con el ajusticiamiento del cacique Agapito Enríquez Argüelles y su hijo Andrés, el 2 de mayo de 1974, el CGOG buscaba matar dos pájaros de un tiro: eliminaban a un enemigo de la región –el principal aliado de los militares y la policía– y les enviaban un mensaje a sus dirigentes nacionales. En esencia era una manera de decirles: “¡Estamos aquí y seguimos en la lucha!”. Cuatro meses después, el 23 de septiembre, queman las propiedades del cacique para que no hubiera confusión y supieran que se trataba de ellos.
El grupo armado llevaba por entonces varios meses sin contacto con su coordinador regional. ¿Si estamos trabajando en un proyecto nacional, por qué no tenemos noticia de los compañeros nacionales? ¿Dónde están los recursos prometidos? ¿Qué fue de los refuerzos previstos desde el principio?, se preguntaban. La explicación puede encontrarse en la crisis que se vivía en el seno de la organización misma. No fue un desinterés por apoyarlos, sino que no existían recursos materiales ni logísticos para hacerlo.
El comando decidió, entonces, que la mejor estrategia de lucha en la sierra sonorense no era la de formar un ejército sino varios comandos armados integrados por pobladores de la zona. Si la organización nacional no los apoyaba, ellos crearían sus propios comandos subordinados. Sin embargo, dicho proyecto nunca se consolidó.
El 24 de noviembre, gracias a la información que consiguieron tras la tortura de un simpatizante local detenido, David Valenzuela Talla, el campamento del cgog fue emboscado por dos pelotones del ejército cerca del poblado de Guajaray. El joven guarijío había sido detenido varios días antes, gracias a la información que “el Pochi”, cuya vida había sido perdonada por el cgog hacía poco, le proveyó a los militares. Los guerrilleros fueron emboscados mientras lavaban su ropa en un río y se preparaban para llevar a cabo sus tareas diarias.
Fueron dos las bajas en dicha emboscada: Gabriel Domínguez Rodríguez “El Cholugo” y Severo Zazueta “Zacarías”, ambos heridos con una granada y fulminados con un tiro de gracia. Sobrevivieron al ataque: Carlos Ceballos Loya, “Macario”; Miguel Topete Díaz “el Tlacuache”, “Nabor” o “el Espartaco”; y Hermenegildo Ruelas “Jaime” o “el Chapul”, quien luego se separa del grupo y no vuelve a reintegrarse. Uno de ellos quedó registrado como desaparecido, Plutarco Domínguez Rodríguez, “Pablo” o “el Tuto”, quien no cayó en el enfrentamiento y a partir de entonces se desconoce su paradero.
Topete, quien fue herido en el glúteo, no podía moverse, por lo que Ceballos fue el encargado de encontrar refugio entre los simpatizantes de la población. Pasaron meses sin noticia de nadie. Para los primeros días de enero de 1975, los dos guerrilleros que quedaron varados tuvieron noticia de que Leopoldo Angulo Luken “El General”, su coordinador regional, se encontraba en la zona. Era su primer contacto con algún miembro de la dirección nacional desde el mes de febrero del año anterior.
Ahí fueron puestos al día acerca del proceso de escisiones y rupturas que se dio en el seno de la lc23s y sobre cómo, sin saberlo, el Comando Guerrillero Óscar González había sido involucrado en este. A pesar de que el comando militar había estado por meses aislado del resto de la organización, habían sido incluidos por la Brigada Revolucionaria Emiliano Zapata (BREZ) dentro de uno de los grupos que se había deslindado de la Liga. Es decir, los habían deslindado de la organización y unido a un nuevo proyecto, todo sin haberles consultado.
Los militantes expresaron su deseo de seguir con el proyecto guerrillero en la sierra sonorense, sin embargo por sus condiciones físicas y logísticas esto nunca se llevó a cabo. Si querían seguir, no contaban con el apoyo de una organización nacional. Aquellos individuos recién reclutados volvieron a la vida civil y el 16 de enero de 1975, tras la “expropiación” de una avioneta con la cual huyeron de la zona, el Comando Guerrillero Óscar González dejó de existir. Así acaba la historia de uno de los comandos guerrilleros sonorenses olvidados, no sólo por su historia misma, sino por sus compañeros y su organización.
PARA SABER MÁS
- Aguado Franco, Juan, Los ríos subterráneos. La guerrilla sin nombre, México, inherm, 2022, en https://goo.su/waASABM
- Ávila Sosa, Alejandrina y Benjamín Pérez Aragón, Voces de guerrilleros y guerrilleras de la LC23S en la sierra, México, inherm, 2023, en https://goo.su/wW5fpRK
- Cedillo, Adela, “Intersections between the dirty war and the war on drugs in northwestern Mexico”, tesis de doctorado en historia, Universidad de Wisconsin-Madison, 2019, en https://goo.su/XbEQ0
- Galaviz Miranda, Cuitláhuac Alfonso, “La Liga Comunista 23 de septiembre en las montañas del sur de Sonora. Una historia del Comando Guerrillero Óscar González (1973-1975)”, Signos Históricos, enero-junio, 2024, en https://goo.su/yAmTw
- Pastén Rozo, Erick Manuel y Christian Ricardo García Martínez, “Entre la teoría y la praxis: El experimento foquista de la Liga Comunista 23 de Septiembre”, en Intellectus, julio-diciembre, 2024, en https://goo.su/bxrsDx