Carmen Serdán. Feminista y revolucionaria

Carmen Serdán. Feminista y revolucionaria

Arturo Garmendia

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 67.

Nacida en el seno de una familia ilustrada de Puebla y formada en lecturas socialistas, la mayor de los hermanos Serdán tuvo un papel muy destacado en la causa antirreeleccionista y en formar parte del maderismo. Aquí repasamos los momentos más destacados de una de las heroínas más sobresalientes del proceso revolucionario.

Carmen Serdán Alatriste fue hija de Manuel Serdán y Carmen Alatriste. Su madre contaba entre sus ancestros a un ilustre general, Miguel Cástulo Alatriste, abogado, militar y gobernador de Puebla, acérrimo defensor de los ideales de la causa liberal. Había tenido una actuación destacada en la Guerra de Reforma y durante la segunda intervención francesa fue capturado por las fuerzas conservadoras y fusilado.

Carmen Serdán nació en noviembre de 1873 y a la muerte de su padre contaba con siete años y uno de su hermanos, Aquiles, con cinco. Tuvieron una infancia de muchas privaciones porque su padre murió intestado y no pudieron disponer inmediatamente de sus bienes. Su viuda y sus hijos tuvieron que dejar la Casa de los Picos, en el centro de la ciudad, y mudarse al Rancho del Mirador.

En la nueva casa, Carmen se ocupó de cuidar y educar a sus hermanos, que además de Aquiles eran Natalia y Máximo. Su padre había dejado una buena biblioteca en la que abundaban obras de los ahora llamados socialistas utópicos: Bakunin, Fourier y Proudhon, en las que pese a su corta edad formaron parte de sus lecturas, y ya más adulta de su pensamiento de corte socialista radical.

Se trataba de una familia ilustrada, que en su tertulia cotidiana discutía los asuntos políticos y económicos del país. Estaban suscritos a varios periódicos y revistas de la época. Carmen tuvo algún contacto con la prensa feminista, que por entonces comenzaba a cobrar auge. Por ejemplo, en 1901 la extraordinaria Juana Belén fundó el periódico Vésper, que abogaba por la igualdad de la mujer, y junto con Elisa Acuña de Rosseti y Dolores Jiménez y Muro se asoció al Partido Liberal de los hermanos Flores Magón. La cercanía de Carmen Serdán con Juana Belén –1904– sería recordada por la maestra Griselda Álvarez en 2004 durante una ceremonia de conmemoración del aniversario del voto femenino. 

Influencias

Para los Serdán, dos lecturas tendrían una influencia decisiva en sus vidas. La primera fue la entrevista a Porfirio Díaz del periodista estadunidense James Creelman, en la que el dictador expresaba su “invariable resolución” de retirarse del poder, convencido de que México estaba maduro para la democracia. La segunda fue la del libro de Francisco I. Madero La sucesión presidencial en 1910, donde exponía la necesidad de organizar un partido democrático de tendencias antirreeleccionistas para conseguir la totalidad de las aspiraciones nacionales.

El 22 de mayo de 1909, Aquiles Serdán acudió a la capital de la república a la fundación del Centro Antirreeleccionista, en donde conoció a Francisco I. Madero. De inmediato volvió a Puebla para promover la campaña política a favor de este.

Aquiles logró despertar el interés de los trabajadores en los distritos fabriles de Atlixco y Huejotzingo, así como entre los campesinos de San Martín Texmelucan, Matamoros, Cholula, Tlaxcala y otros pueblos aledaños. Les explicó cuáles eran sus derechos y la necesidad de que acudiesen a votar para hacer patente su voluntad soberana. Los estudiantes del Colegio del Estado se adhirieron a la causa y crearon su comité oposicionista. Pronto surgieron muchos Centros Antirreeleccionistas en el estado.

Para el 15 de abril, Aquiles regresó a ciudad de México como delegado a la Convención Nacional Independiente de los partidos Nacional Antirreeleccionista y Nacional Democrático, que designarían como candidatos a la presidencia y vicepresidencia a Francisco I. Madero y Francisco Vázquez Gómez.

Durante la Convención, Aquiles invitó a Madero para que acudiese a Puebla. El candidato aceptó, y la manifestación popular del 14 de mayo para recibirlo resultó tumultuosa, concurrieron más de 30 000 personas. Aquiles y Carmen estuvieron en la estación para recibir al candidato. Madero, quien pronunció discursos en público y visitó la casa de los Serdán, en Santa Clara, donde conoció a toda la familia y a sus allegados. Madero quedó sorprendido por el grupo de mujeres que había reunido Carmen, así como de la formación política y liderazgo de ella misma.

Entre las asistentes se encontraba la profesora Paulina Maraver Cortés, directora de una escuela en Huamantla donde organizaba un círculo feminista –su pretexto era realizar juntas de padres de familia–, que a la vez pugnaba por la equidad de géneros y difundía las ideas revolucionarias. Se había hecho amiga de Carmen Serdán y fue integrante del Club Antirreeleccionista de Puebla a las órdenes de Aquiles Serdán, sirviendo como enlace entre varios jefes del movimiento que preparaban la revolución.

En aquella tertulia, Carmen también se amistó con la esposa de Madero, doña Sara, una mujer con la que tuvo muchas características en común. De ella dice Sara Sefanóvich en su libro La suerte de la consorte: “Sarita fue una mujer diferente a las tradicionales esposas mexicanas; no fue un ama de casa, sino una revolucionaria, no fue madre de familia sino una compañera que estuvo siempre al lado de su marido. A todas partes lo acompañaba, por igual a los campamentos de soldados que a los mítines políticos, lo mismo en los viajes por caminos difíciles que a la hora de los discursos y de las negociaciones”.

Carmen Serdán fue un prototipo de la mujer del naciente siglo xx, que también arengó multitudes, atendió reuniones políticas, organizó mítines de apoyo a la causa de la democracia, escribió proclamas y discursos, pintó paredes y pegó periódicos en las bardas, muy lejos de lo que era socialmente aceptado para una mujer en ese momento.

Conspiración

Porfirio Díaz estaba lejos de dejar el poder y se aferró a él con todas sus fuerzas. La buena cara que puso ante Madero se convirtió después en una feroz persecución, tanto en territorio mexicano como en Estados Unidos. Desde San Antonio, Texas, Madero lanzó el Plan de San Luis, que declaraba nulas las elecciones fraudulentas que prolongaban la estancia de Díaz en la presidencia, asumiendo para sí el título de presidente provisional y proclamando la necesidad de un movimiento armado, que debería ocurrir el siguiente 20 de noviembre.

Los Serdán debían apresurarse. Aquiles se entrevistó con Madero en San Antonio y fue comisionado para efectuar el levantamiento en armas, en Puebla y sus alrededores. Regresó clandestinamente a esta ciudad y trazó un plan para desarrollar la insurgencia.

Carmen Serdán se unió a la conspiración para asaltar el poder en compañía de sus hermanos. Y no sólo ella, también su madre y su hermana Natalia. Como hormigas acarreaban víveres bajo los vestidos y en baúles de doble fondo pólvora, armas, municiones y machetes, hasta convertir su casa en un verdadero arsenal. Carmen, para cumplir las tareas más arriesgadas de la conspiración, adopta un alias masculino: Marcos Serrato, con el cual se hizo famosa en la región.

En estas acciones la apoyaba un colectivo de mujeres poblanas, entre quienes estaban su madre, su hermana Natalia, su cuñada Filomena del Valle, esposa de Aquiles, las hermanas Guadalupe, Rosa y María Narváez Bautista, a quienes se conocía como “Las socias de Carmen Serdán”. También escribió para El hijo del Ahuizote, entre otros periódicos, y formó parte de la junta revolucionaria de Puebla, en la cual permanecería tras la traición de Victoriano Huerta a Madero y Pino Suárez en 1913.

Al acercarse la fecha de la insurrección se le confió una tarea, por demás delicada: viajar de incógnito en octubre a San Antonio, Texas, para reunirse con la junta revolucionaria. Ahí trabajó para recolectar fondos entre las familias mexicanas que se habían exilado en Estados Unidos, y luego pasó a Monterrey donde Gustavo A. Madero, hermano de Francisco, le entregó 200 000 pesos para sufragar los gastos de la rebelión en el estado de Puebla.

Cateo y resistencia

El 17 de noviembre el gobernador Muncio Martínez recibió un telegrama en que se le anunciaba que el día 20 estallaría un movimiento armado en todo el país. Su primera medida fue la de catear la casa de los Serdán. Pero el 18 en la mañana Aquiles recibió un oportuno aviso por lo que resolvió aprovecharlo para dar el golpe antes que nadie en el país.

Tomada la decisión de adelantar el golpe, en la casa quedaron Aquiles con su madre doña Carmen, Filomena su esposa, sus hermanos Carmen y Máximo y los conjurados más fieles. Pasaron la noche en vela, vigilando armados. Cabrera, el jefe policíaco de la ciudad, logró introducirse en la casa, pero fue sorprendido y muerto por Aquiles Serdán. Un agente que lo acompañaba logró escapar, comunicando lo acaecido al gobernador Mucio Martínez, quien dictó órdenes para batir a los alzados.

Cincuenta hombres del batallón y los rurales del estado se aprestaron a la lucha. Entretanto, algunos gendarmes comenzaron el fuego contra la casa de los Serdán.

Los conjurados empezaron a lanzar bombas caseras, el aviso para que sus partidarios entrasen en acción. La familia se parapetó en las habitaciones del piso superior y en la azotea, defendiéndose a balazos. Carmen, carabina en mano, incitó al pueblo desde el balcón para integrarlo a la lucha y se dedicó a repartir municiones. Durante la refriega sufriría una herida grave en el lado izquierdo de la espalda, que su madre atendió, aunque ella se mantuvo en la resistencia durante varias horas. Con los soldados en la azotea, Máximo los enfrentó sólo hasta que una bala en la cabeza acabó con su vida.

Esperanzados en escapar, los defensores de la casa le pidieron a Aquiles que se escondiera para que continuara en la lucha. “Me voy a esconder. Saldré en la noche, cuando se organicen los nuestros”, dijo Aquiles a Carmen. Luego se despidió de su madre, de su esposa –embarazada de su hijo– y de Carmen, y se ocultó en un estrecho agujero en el piso de su recámara.

Finalmente, los federales apoyaron a la policía y el hogar de los Serdán Alatriste fue tomado por la fuerza. Allí estaban las tres mujeres: Doña Carmen, Carmen y Filomena. Los soldados buscaron a Aquiles, pero no lo encontraron. Las tres mujeres fueron conducidas al cuartel de policía. A las dos de la mañana, Aquiles intentó salir de su escondite, pero fue sorprendido por un oficial, que le disparó a la cabeza. Al día siguiente estalló la revolución en todo el país.

Después de la batalla

Los días y meses sucesivos fueron una pesadilla para la madre, la hermana y la cuñada, a punto de dar a luz. Detenidas en la cárcel de La Meced pasaron días angustiosos, buscando un abogado que defendiera a la familia y quien les otorgara una hipoteca. Luego de obtener la libertad reanudaron sus actividades revolucionarias. Al inicio de la nueva campaña presidencial, Francisco I. Madero y su esposa se alojaron en casa de Filomena y convivieron con ellas unos días. Al partir para el sureste, Madero llevó consigo a Carmen, quebrantada de salud por la herida y la prisión. Meses después, las tres mujeres se reintegraron a las juntas revolucionarias que dieron el triunfo a Madero.

Siendo presidente, Madero ofreció indemnizar a Natalia; ella le entregó una solicitud que él guardó sonriente en su saco. Esto fue un día antes de la Decena Trágica.

Pero el ánimo de las sobrevivientes no había decaído y de inmediato se incorporaron a las tareas de la reconstrucción del país. Carmen se integró a la junta revolucionaria que gobernaba Puebla y en 1914 se entrevistó con Venustiano Carranza para expresarle los conceptos que las mujeres querían que quedaran plasmados en la Constitución, entre ellos el derecho femenino al voto, ideal que también alentaba la secretaria particular del presidente constitucionalista, Herlinda Galindo.

Mientras duró la lucha armada, Carmen se desempeñó como enfermera del ejército constitucional en los hospitales militares de distintas ciudades. Al triunfo del movimiento carrancista, y con el asentamiento de la Constitución en 1917, regresó a Puebla, a cuidar a sus sobrinos. En 1929 recibió una pensión del Estado, de 20 pesos diarios. Murió en esa ciudad en 1948, a la edad de 73 años.

Fue una mujer a la altura de sus circunstancias históricas. Tuvo conocimiento de las doctrinas sociales más avanzadas de su época y defendió la causa de las mujeres como sufragista militante. No hacía alarde de su feminismo, pero, junto con las mujeres de su familia, educó a los varones en equidad de circunstancias, procuró su independencia económica y organizó a sus compañeras de lucha. Fue una feminista práctica y no sólo declarativa que estuvo en la vanguardia de la lucha armada, cuando se trató de conquistar y defender la democracia. Ejemplo a seguir, debe ser rescatada como parte de la historia de las mujeres de este país, en busca de equidad y justicia, hacia su liberación.

PARA SABER MÁS:

  • Serdán, Máximo, Ser hecho en México. Los Serdán, una familia que hace historia, Cámara de Diputados, LXV Legislatura, México, estado de Puebla, 2022.
  • Rosas, Alejandro, Carmen y Aquiles Serdán, México, Planeta Mexicana, 2004.

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