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Hoy en dAi??a, cuando la carne tiene un precio tan alto que resulta inaccesible para las grandes mayorAi??as, apenas se puede creer que en el siglo XVIII y hasta los primeros meses de la insurgencia, fuera uno de los productos de mayor consumo y menor precio para los habitantes de la ciudad de MAi??xico.

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Parece increAi??ble que un capitalino recuerde una Ciudad de MAi??xico que para las jA?venes generaciones, nacidas a finales de los ochenta del siglo pasa- do, se antoje una tierra incA?gnita, producto de la fantasAi??a nostA?lgica de alguien ajeno a la complejidad urbana, tAi??pica de las ciudades latinoamericanas contemporA?neas. En efecto, el recuerdo del arquitecto Luis Ortiz Macedo nos traslada a un pasado, cuando la Ciudad de MAi??xico se movAi??a a ritmos lentos y la urbanizaciA?n acelerada aA?n no mostraba los estragos de la explosiA?n demogrA?fica y la especulaciA?n del uso del suelo.

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Cuenta Guillermo Prieto en sus Cuadros de Costumbres que la vAi??spera del DAi??a de Reyes no habAi??a casa en la que los niAi??os no actuaran como niAi??os obedientes, pidiesen permiso para todo y fueran amables con las visitas, haciendo asAi?? mAi??ritos para recibir los juguetes que antes pidieron a los Reyes Magos y no la tarjeta negra que solAi??an dejar a quienes se comportaron mal, mientras a escondidas los padres discutAi??an respecto al obsequio que cada hijo iba a recibir.

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Ma. Esther Pérez Salas – Instituto Mora En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 1 Una vez concluidas las festividades de la Consumación de la Independencia, los habitantes capitalinos de la flamante República Mexicana retomaron sus actividades, quedando en la memoria Te Deums, verbenas y discursos celebratorios. Al igual que había sucedido durante el periodo virreinal, plazas, iglesias, canales, conventos, garitas, acueductos, mansiones y jacales continuaron siendo el marco en el que se desarrollaba la agitada vida de los capitalinos de las primeras décadas de vida independiente. Las plazas y las calles eran A?reas privilegiadas en las que sucedían distintos acontecimientos, ya que eran lugares de encuentro, de recreo, de intercambio, de compra-venta, al igual que mudos testigos de asesinatos, ejecuciones y enfrentamientos militares, lo que nos lleva a considerar que se disfrutaba y vivía la Ciudad de México con intensidad. Son los acontecimientos cotidianos en las plazas y…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 1. Se preparan las orejas y se ponen a cocer (se remojan y escaldan) siete u ocho orejas de vaca, se aperdigan, se refrescan, se pasan por las llamas, y se les echan por dentro algún relleno cocido que se tendrá cuidado de unir y apretar bien; se revuelcan en pan rallado, se rebozan con huevo batido y se fríen, sirviéndolas con una sustancia aguada por encima. –Nuevo cocinero Mexicano, Librería de Ch. Bouret, México, 1878. Suscríbase a la Revista BiCentenario.

La ciudad alcanzaba los tres millones de habitantes y lo que se pretendAi??a era que un solo predio fuese habitado por entre 5,000 y 6,0000 personas. Para muchos sonA? como una idea descabellada y podrAi??a parecerlo todavAi??a en pleno siglo XXI…

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Resulta difAi??cil de creer, a la fecha, que durante la Colonia, la dieta de todos los capitalinos estuviera centrada en las carnes de matadero ai??i??como el carnero, la res y el cerdoai??i??, el maAi??z, el trigo y el pulque, bebida diaria y popular por excelencia.

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La vida cotidiana de los niAi??os y niAi??as mexicanos durante los siglos XIX y Xx

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José Manuel Alcocer Bernés / Cronista de la ciudad Revista BiCentenario No.5, págs. 50-51 Hace unos meses me buscaron dos jóvenes campechanos para mostrarme una serie de fotografías que su abuela, doña Eulalia Josefina Puertovanety, guardaba en un álbum. Mientras yo las miraba, me contaron que habían pertenecido a una fotógrafa de origen italiano que llegó a Campeche en los años cincuenta, y que su abuela hospedó en su casa porque en aquel entonces se dificultaba encontrar alojamiento en los escasos hoteles de la ciudad. Según su relato, la fotógrafa permaneció en Campeche cerca de un mes, y parece que durante ese tiempo se dedicó a captar con su cámara todo lo que a sus ojos interesó de aquella época. Al despedirse y retornar  “no se sabe si a su patria o a otro lugar”, obsequió a la familia un lote de fotografías, como muestra de agradecimiento y amistad. Contó…

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