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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 35. Terroristas hay por todos lados. Detrás de una burka o de unos rasgos de piel oscura. De un boleto de avión que diga Teherán, Saná o Kabul, por tener un tatuaje que identifica a cualquiera con alguna tribu urbana de un barrio marginal, por el acento extranjero o la dificultad al pronunciar, por llevar tenis gastados o por el simple hecho de escribir o comentar posiciones públicas críticas. Porque no acredita una estancia legal o porque no trae tarjeta de crédito ni más pesos que los necesarios para pagarse una comida mínima y continuar con hambre. Por subirse a un bote hasta casi hundirlo con otras decenas de iguales o recorrer asfixiado un desierto a 45 grados centígrados. Por tener pasaporte de un país paria o por pasarse el alto de un semáforo. Terroristas hay por todos lados, al…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 29-30. Eso de bañarse se agradece. Sana heridas, purifica el espíritu, recupera energías, elimina tensiones y, sobre todo, no aleja amistades ni obliga a tapar los orificios de la nariz cuando el vaho que dejamos sabe a fragan­cias de El Cairo, un viejo dicho ya demodé que daba cuenta de la mala fama de las calles en la antigua capital de los faraones. Estos hombres y mujeres de la imagen se refrescan del fuerte calor de la temporada estival de Aguascalientes en una acequia de aguas termales, la as­piración mínima que podían tener los menos agraciados por el desarrollo económico en 1888, cuando fue tomada la foto. El estadounidense William Henry Jackson, un amante de la naturaleza, incluso en pinturas, lo retrató junto a otras estampas urbanas de entonces. No podían nadar allí, claro está, en esa larga…

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En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 27. Darío Fritz Tanta seriedad apabulla. Nadie se sale aquí del libreto. Todos bien planchados, las manos en sus lugares, los calzados lustrosos, las miradas concentradas, ni una pestaña alebrestada, ningún cabello que se aparte de su sitio. No importan edades, sexo, ni jerarquía familiar. Una obediencia ciega ante los flashazos del fotógrafo. Aquí no se mueve una hoja. Nada diría que después de terminada la sesión, esas niñas y niños convertirían el lugar en un jolgorio. Uno se atrevería a creer que el patriarca diría vamos a casa, y todos saldrían en fila detrás de él en busca de la calle. Silenciosos, disciplinados y respetuosos. De allí a la iglesia, posiblemente, para que la niña Guadalupe Suárez recibiera su primera comunión. Miradas, formas de pararnos, vestimenta, dicen mucho de nosotros para explicar lo que somos. Nada haría suponer que…

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Darío Fritz En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 25. La escenografía ha cambiado, pero el presente y el pasado de los niños que piden ayuda –seguramente unas monedas– se mantienen en su lugar. Manos alzadas que imploran por algo que llevar a casa. Del otro lado de las vías entonces, o del otro lado de una vereda, un camellón, una avenida, en la actualidad. Sólo pueden ofrecer a cambio la bondad de sus rostros aún inocentes. Son solidarios con las necesidades de quienes los arropan todos los días, les aportan unos bocados y los duermen en las noches. Detrás de ellos hay quienes están fuera del mercado laboral, que seguramente pasaron por situaciones similares a sus edades, que por poco rato fueron a la escuela y no les quedó más que aprovechar las oportunidades de hacer los trabajos más duros. Los tiempos cambian y la humanidad…

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Darío Fritz Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México núm. 24. Los que nacieron con el ferrocarril a un paso de sus casas  o formando parte de sus vivencias personales –subir en él para vacacionar, visitar familiares, asistir a una cita médica importante–, saben de los ritos que podía generar y el respeto que deparaba. Desde preparar maletas, llegar con anticipación a la estación, instalarse a conversar en la sala de espera, divagar por los acompañantes que la fortuna deparaba para la travesía (especialmente para los pasajeros de poblaciones intermedias que subían sin asientos numerados) o si la calefacción ayudaría a hacer más soportables las noches gélidas. El andén de una estación ferroviaria podía ser bullicioso, y nadie dejaba de otear en el horizonte para ver al filo de las vías si aquella mole de hierro se acercaba. Un punto de luz en la inmensidad lo delataba en la…

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