Recuerdos de una maestra

Recuerdos de una maestra

Graziella Altamirano Cozzi
Instituto Mora

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 34.

Aunque nieta de un hacendado henequenero yucateco, Adela Alfaro se sumó a temprana edad, con su marido Juan, a la lucha social, siendo ambos maestros, para acabar con la explotación de campesinos e indígenas, En este testimonio relata su niñez entre mayas esclavizados y los ricos propietarios de tierras caeca de Mérida, la discriminación familiar, Felipe Carrillo Puerto y la militancia en el Partido Socialista del Sureste.

Victoria

A través del relato de su vida y de la evocación de los años ocultos, Adela Alfaro de Aguayo exhuma los recuerdos de su infancia transcurrida en un pequeño pueblo de Yucatán, revive las experiencias de su juventud y su inicio en el magisterio y nos deja su testimonio, cuya voz, resguardada en el Archivo de la Palabra del Instituto Mora, permite hoy asomarnos al microcosmos de un pueblo rodeado de haciendas henequeneras, en los albores del siglo XX.

En las reminiscencias de sus primeros años, la maestra Alfaro reconstruye la cotidianidad de su pueblo y de su escuela; describe el transcurrir de la vida en el campo y el trajín del trabajo en las haciendas; se refiere a la explotación de los indígenas y nos deja ver atisbos de un profundo desequilibrio económico y social en Yucatán. Rememora los primeros ecos del despertar político en la entidad y la percepción que tuvo en aquel entonces del descontento existente y de la creciente agitación por las pugnas de poder con los poderosos hacendados que se hacían llamar “liberales”, los cuales estaban decididos a no perder sus privilegios. La maestra repasa las nítidas señales de su vocación, así como el encuentro con el que sería su compañero de vida, con el hombre que compartió el compromiso de trabajar en favor de los indígenas. Finalmente, nos habla de su cercanía con Felipe Carrillo Puerto, el líder y defensor de los indios mayas, con quien ella y su esposo participaron en la fundación de las Ligas de Resistencia en los pueblos y en el campo de Yucatán, y de su militancia en el Partido Socialista del Sureste.

El siguiente texto es una edición de la entrevista que le hizo Eugenia Meyer a la maestra Adela Alfaro de Aguayo, el 25 de septiembre y el 2 de octubre de 1972, así como el 19 de febrero de 1973 (PHO/4/8).

Adela Alfaro de Aguayo en primera persona
Entrevista realizada por Eugenia Meyer.

Mi pueblo

Nací el 19 de agosto de 1903, en el pueblo de Tekit, Yucatán. Mi padre fue maestro de escuela, pero se fue al extranjero y ya no supimos de él. Mi madre quedó sola con cinco hijos -yo era la segunda-, y luchó mucho por levantarnos, por formarnos. Afortunadamente no la defraudé, estudié un poco y me metí a la escuela rural porque era lo más fácil para una mujer. Con la ayuda de mis tíos que tenían dinero, mi mamá nos sacó adelante. Mis tíos eran, como quien dice, los capitalistas del pueblo porque tenían tienda, ranchitos y ganado. Ellos ayudaban en parte a mi mamá y ella nos sostuvo también haciendo hamacas costaban 15 y 18 pesos, y las que eran muy finas hasta 25. Mensualmente tejía tres, cuatro hamacas, y las vendía. Con esa utilidad sostuvo nuestros estudios en Mérida.

Hacienda 84422

La vida en mi pueblo amanecía muy temprano y cada quien se dedicaba a lo suyo. Los tenderos abrían sus tiendas y a uno de chica la mandaban a comprar, luego regresaba, desayunaba, se iba a la escuela, volvía uno al almuerzo (que entonces se hacía a las once de la mañana en Yucatán) y otra vez a la escuela. A la siete de la mañana entrábamos y salíamos hasta la tarde, porque las clases se daban mañana y tarde.

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