Migrantes húngaros en el México porfiriano

Migrantes húngaros en el México porfiriano

Balázs Venkovits Departamento de Estudios de América del Norte, Universidad de Debrecen, Hungría Traducción de Agustín Cadena

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 35. 

Entre la escasa migración de húngaros que llegaron al país a fines del siglo XIX destacan los relatos de algunos de ellos que en su interés por mostrar el país y sacar réditos económicos personales ante el gobierno de Porfirio Díaz, daban cuenta de una cara de progreso y bienestar que no siempre se reflejaba en la realidad.

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En el siglo XIX, los extranjeros que visitaron México y escribieron al respecto representaban esta nación como un lugar interesante y exótico, pero al mismo tiempo atrasado, incivilizado y hasta inferior: un espacio periférico, una nación subdesarrollada (sobre todo en comparación con su vecino del norte) y que necesitaba la dominación extranjera para poder progresar. La imagen que el país tenía en el siglo XIX era cualquier cosa menos halagüeña, debido en gran parte a que estos relatos de viaje mostraban el país como peligroso: una tierra de bandidos y una sociedad de gente perezosa e indigna de confianza. Escritos así contribuyeron, entre muchos otros factores, al hecho de que México recibiera muy pocos inmigrantes en comparación con otros países del continente, en especial Estados Unidos.

Durante el gobierno de Porfirio Díaz, tanto el presidente como sus colaboradores detectaron esta tendencia y se propusieron cambiarla. Además de emprender la modernización de México, se dieron a la tarea de revisar la imagen negativa del país en libros y revistas y promover una visión diferente a fin de atraer capital e inmigrantes europeos.

La campaña, así como el continuo proceso de modernización que tuvo lugar, provocó un incremento en el flujo de personas. Inversionistas y cronistas de viaje que llegaban al país notaban el progreso de México: las mejoras en la infraestructura, la mayor seguridad, el desarrollo tecnológico, etcétera. En consecuencia, se pusieron a promover el régimen de Díaz a través de publicaciones en sus respectivos países. Al hacerlo, estos autores –muchos de los cuales trabajaban con el patrocinio del gobierno−, solían hacerse de la vista gorda ante los problemas del porfiriato; esto es, los aspectos negativos de ciertas políticas y el carácter polémico del sistema dictatorial.

El relato

Los escasos inmigrantes, viajeros o soldados húngaros que visitaron el país y escribieron sobre este antes del porfiriato copiaron el estilo, la terminología y la actitud de los escritores de viaje occidentales, enfatizando la “otredad” y el “atraso” de México. Los revolucionarios que salieron de Hungría después de 1849 fueron prácticamente los primeros húngaros que escribieron detalladamente sobre el país. Károly László, Pál Rosti y János Xántus proporcionaron relatos fascinantes, pero en su mayor parte negativos. Más de un millar de soldados húngaros participaron en la creación del segundo imperio mexicano, de Maximiliano de Habsburgo, y varios de ellos se refirieron a México como un país subdesarrollado, que necesitaba la intervención extranjera. Intentaban justificar su presencia como miembros de un ejército imperialista.

Hacia finales del siglo, otros húngaros comenzaron a mostrar México como una alternativa para la migración, en concordancia con los objetivos y seguramente con el apoyo directo del régimen porfirista. Comentaban temas de modernización y promovían la imagen de México como un destino que la hospitalidad de la gente y el apoyo del Gobierno hacían atractivo. Sin embargo, estos textos, como la propaganda porfirista en general, fracasaron en su propósito.

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Viajeros durante el porfiriato

Durante el porfiriato se publicaron abundantes artículos elogiosos que hacían notar el proceso de modernización y llamaban la atención hacia las oportunidades empresariales, de acuerdo con la línea establecida por el gobierno. Abundaban en imágenes del desarrollo de infraestructura, con énfasis en la construcción del ferrocarril (su imagen icónica era el tren México-Veracruz, inaugurado en 1872). Esta campaña se veía apoyada por otras imágenes del progreso industrial y la seguridad cada vez mayor, en contradicción con las críticas frecuentes de que el país era inseguro. Celebraban lo que percibían como progreso y muchas veces era a Díaz a quien exaltaban.

Los cronistas húngaros se adhirieron a la tendencia; publicaron textos en los cuales reclamaban “una representación más realista y justa del país y su gente”, refutando las impresiones negativas de antaño y llamando la atención hacia las oportunidades que ofrecía México. En relatos anteriores, incluso cuando llegaban a mencionarse las posibilidades de inversión en la agricultura y demás negocios, no aparecían éstas como opciones viables para los húngaros; se mencionaban sólo para enfatizar cómo Estados Unidos (o Europa occidental) estaba “civilizando” el país y enseñándole a usar sus recursos. Esta actitud cambió durante el porfiriato. Vilmos Sennor, por ejemplo, empezó a escribir en un tono diferente desde 1889. De acuerdo con la publicación Vasárnapi Újság (uno de los semanarios húngaros con más circulación entonces), Sennor se estableció en 1880 en México, donde “tuvo éxito como empresario, se hizo de una buena reputación y se ganó la estima de sus nuevos compatriotas” (12 de junio de 1898). En los artículos que publicó él en Hungría, presenta una imagen de México más positiva que la difundida por sus antecesores, resaltando incluso que “no todo es oro” en Estados Unidos y que “muchos terminan desilusionados” (17 de noviembre de 1889). Sennor afirma que en sólo diez años se ha visto un crecimiento sin precedentes y que México “ha vuelto a nacer” como uno de los territorios más ricos del mundo, con tierras fértiles y recursos inigualables.

Los primeros reportajes turísticos sobre México, publicados en Hungría, se escribieron también durante el porfiriato; resaltaban el ambiente de bienvenida a los extranjeros que imperaba en el país. El primero de estos relatos fue escrito por una mujer, Béla Mocsáry. En su visión, México aparece como un país seguro, donde incluso una mujer puede viajar sola; un país donde “se ve el bienestar del que goza la población”. Mocsáry no hace ninguna crítica al porfiriato. Su libro incluye una foto de Díaz en la primera página.

El nuevo México

Al igual que muchos de sus compatriotas, Jenő Bánó (1855-1927) salió de Hungría a finales del siglo XIX con el propósito de trabajar en Estados Unidos, donde esperaba encontrar grandes oportunidades de ganar dinero. Sin embargo, después de unos cuantos meses se trasladó a México, emprendió allí diversos negocios y luego escribió sus experiencias, tratando de que lo leyeran las familias. Desde sus primeras publicaciones era ya claro lo que se proponía:

Es obvio que nos han engañado en casa: los escasos libros escritos sobre México que circulan tanto en Austria como en Hungría contienen más malevolencia hacia los mexicanos que honestidad. […] Nosotros los húngaros, si vamos a leer libros austriacos sobre México, haríamos bien en recordar que todavía hace unos años nuestros amigos se referían a nosotros de manera muy similar.

Sin lugar a dudas, Bánó estaba enterado de las intenciones de Díaz y usaba sus crónicas de viaje para labrarse una carrera en su nueva patria. En una carta dirigida a su padre, escribió: “La publicación de mi obra y su posterior traducción al español pueden ganarme un brillante futuro en México”. Por supuesto, se aseguró de que Díaz recibiera información sobre la imagen del país que presentaba en sus libros. Tal como esperaba, sus publicaciones fueron bien recibidas. Prueba de ello son una elogiosa reseña de su primer libro y una carta de Díaz mismo en la cual el presidente le promete apoyarlo en sus empresas.

Luego de salir de su patria natal y visitar varias ciudades europeas, Jenő Bánó llegó a Nueva York en mayo de 1889. Planeaba establecerse en Estados Unidos, pero, después de pasar un mes y medio en San Francisco (y no encontrar un buen empleo), se trasladó a “el imperio de los famosos aztecas, la actual República de México, para ver con mis propios ojos si eran verdad las noticias que nos llegan sobre ese bello país y su gente”. Se refería a las oportunidades de empleo y de inversión, en especial las plantaciones de café. Compró terrenos y fundó su propia plantación y la llamó “Camila”, en honor de su fallecida esposa. Después se casó con una mexicana de origen zapoteca, con quien realizó numerosos viajes por América Central y Sudamérica. Visitaron Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, Colombia y Venezuela. En este último país se quedaron a trabajar un año. Bánó estableció otras tres plantaciones y les dio nombres húngaros: Hungária, Hunnia y Pannonia, y en ellas empezó a cultivar vainilla, caña de azúcar y caucho. Lamentablemente, las destruyó un huracán antes de que pudieran redituar ganancia alguna. Buscando nuevas oportunidades que lo sacaran del desastre financiero, se mudó a la Ciudad de México. Fue allí donde conoció al presidente de la República. Don Porfirio Díaz le ofreció el puesto de cónsul general en el recién establecido Consulado General de México en Budapest, cargo que desempeñaría entre 1903 y 1912. El nombramiento podría verse como un indicio de las influencias que tenía gracias a sus publicaciones.

Jenő Bánó escribió mucho sobre sus viajes y sobre la vida en el continente americano, de lo cual resultaron tres libros: Uti képek Amerikából (Imágenes de un viaje por las Américas), Mexiko és utazásom a trópusokon (México y mis viajes por el trópico), y Bolyongásaim Amerikában (Mis vagabundeos por las Américas), así como numerosas publicaciones sueltas. Estos escritos hablan principalmente de la vida en México e incluyen descripciones del país y de los mexicanos, sobre todo de los indígenas; también presentan un gran número de productos y resaltan oportunidades comerciales que pudieran interesar a los húngaros. Bánó no sólo recrea para sus lectores lo que es vivir al otro lado del Atlántico, sino también se asoma a la psique de los inmigrantes y a las preguntas que suelen rondarlos: “¿Tomé la decisión correcta al dejar a mi familia?”, “¿Valió la pena venir a América?”, “¿Escogí el lugar adecuado para establecerme?” El autor afirma en su libro que, después de leer sus publicaciones, varios húngaros lo contactaron para que les diera informes sobre el país.

Revisión de imágenes

Diversos factores influyeron en el novedoso enfoque de Bánó. Su estatus como inmigrante en el México porfiriano afectó de manera crucial su actitud hacia las representaciones del país. Sabía que dar una visión más favorable podía ayudarle a realizar sus planes. Así que, casi desde el principio de su estancia, empezó a trabajar en la publicación de sus experiencias, esforzándose conscientemente por demoler las imágenes negativas. México aparece presentado como un país que avanza a pasos agigantados. “En los últimos años –gracias en primer lugar a que se ha terminado la influencia de la Iglesia−, el país ha registrado un progreso tan notable que se ha ganado el respeto de Europa”.  Incluso si, en algunos aspectos, se refiere a México como menos civilizado, jamás menciona ninguna clase de inferioridad. Ante sus ojos, Estados Unidos ya no era un modelo que debía imitarse sin reservas, sino una amenaza a la cultura y la identidad nacional únicas de México.

A los mexicanos no les caen bien los nortamericanos, y aun así la influencia de estos crece día con día; en mi humilde opinión, esto puede, con el tiempo, convertirse en una amenaza para este joven Estado que apenas empieza a florecer y que, como república independiente, está destinado a desempeñar un gran papel.

México pudo brindarle lo que Estados Unidos no le dio: perspectivas halagüeñas para un inmigrante. Los escritos de Jenő Bánó son historias de húngaros que tienen éxito en ese país de oportunidades que es México, anécdotas que reflejan un ambiente y una población que hacen sentir bienvenidos a los inmigrantes. La población aparece retratada en términos que refutan los estereotipos tradicionales del mexicano flojo y salvaje y de México como tierra de bandidos. En su obra, todos los grupos sociales y étnicos se presentan de la misma manera: como personas amables, hospitalarias y trabajadoras. Sin embargo, sus escritos tuvieron otros efectos además del de llamar la atención sobre el desarrollo que, ciertamente, se observaba en México en esa época. Bánó se identificó con la política del gobierno de Díaz y proyectó una visión positiva del país, pero se hizo de la vista gorda ante los problemas de la nación. Resalta el papel del Presidente en la modernización de México y lo elogia por sus logros y por la mano dura con que gobierna el país. Jamás lo critica ni parece darse cuenta de ninguno de los problemas de la población.

PARA SABER MÁS

  • Szente-Varga, Mónika, “’Bajo el cielo mexicano pronto se formará una colonia húngara’: Imagen de México en la obra Mis aventuras en América de Eugenio Bánó”, 2005, en https://goo.gl/1k8r9g
  • —————————, “Integración económica de los inmigrantes húngaros en México”, en https://goo.gl/v4hyUW
  • —————————, Migración húngara a México entre 1901 y 1950, Puebla, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades, 2007, en https://goo.gl/JUz5nI

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