El Veracruz apacible de 1921

El Veracruz apacible de 1921

Arturo E. García Niño
Universidad Veracruzana

Revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 52.

Los habitantes del puerto de Veracruz vivieron el primer año de la década de 1920 entre el temor por la fiebre amarilla y la peste bubónica; la primera huelga ferroviaria; elecciones municipales y una vida social transcurrida en tertulias; paseos y cafés en los portales; traslados en tranvías; compras a los pregoneros de tamales y pescados en las calles; protestas por el impuesto a la venta de bebidas alcohólicas, contra las cantinas donde afloraban “los vicios”, y la sorpresa por algunos sonados casos de criminalidad. Nada presagiaba los movidos y convulsivos años que le seguirían.

Hugo Brehme, Veracruz, La Plaza, ca. 1920. DeGolyer Library, Southern Methodist University, Flickr Commons.

Deja el cochero el pescante / llega el auto y el chofer
La moda se hace atrevida,
Ya se pinta la mujer
Y usa falda recogida.

Francisco Rivera “Paco Píldora”

There’s a battle outside / And it is raging / It’ll soon shake your windows.
And rattle your walls / For the times they are a-changing.

Bob Dylan

Desconocemos el clima del sábado 1 de enero de 1921 en el puerto de Veracruz, aunque seguro la celebración del año viejo prosiguió en el nuevo, amenizada con danzones, rumbas, guajiras, zarzuelas, fox trots, one steps y los discos de la Orquesta Hawaiana, comprados en casa Wagner. Sí sabemos que El Arte Musical anunció el domingo 2 que, al día siguiente, en el Salón Variedades, se estrenaría la “gran serie Un millón de recompensa”, integrada por quince episodios en 30 partes.

En el estado se vivía el arranque del primer periodo (1920-1923) del gobernador Adalberto Tejeda (el segundo sería de 1928 a 1932), quien junto a su homólogo, Heriberto Jara (1924-1927), signaría la década en la cual el puerto sería escenario de paros y huelgas, de acciones colectivas y movimientos sociales bajo la égida anarcosindicalista, que inspirarían a José Mancisidor para nombrar a su novela, ahí ambientada y editada en 1932, Ciudad Roja (“La multitud se agitaba […] La ciudad era toda una ciudad roja que ardía en un fuego de redención”). Una ciudad que no vería afectada mayormente su cotidianidad por tales eventos, y cuyo año inicial, transcurrido entre resabios de fiebre amarilla y peste bubónica (aparecidas en 1920), una huelga y elecciones municipales, lo sintetiza: su vida social, tensionada entre tradición y modernidad, no sólo no se alteró, sino que asimiló tales eventos a su cotidianidad, como se muestra en las siguientes líneas de este texto.

El lunes 3 de enero la gente regresó al ir y venir entre sus casas y el trabajo en los muelles, los ferrocarriles, el comercio […] y se dejó ir en pos de la tertulia a La Novedad, que atropellando la sintaxis anunciaba: “Esta casa es la única que expende más fría la Cerveza de Barril y es por eso la preferida del Público. Todos los días lunch libre de 11:30 a. m. a 12 p. m.” Asistió también, por supuesto, al café La Sirena, a La Parroquia y al café y cantina La Flor de Galicia, de Ramón Castro, abierto hasta las dos de la mañana en los portales de Madero esquina Lerdo, frente al parque Ciriaco Vázquez. Especializada en mantecados, lunch, chocolates, café fresco y leche fría a toda hora, ofrecía también variedad de refrescos y licores extranjeros, así como cervezas embotelladas XX, XXX y Superior, las cuales iban desplazando a la de barril. La botana continuaba llamándose lunch, y la pugna comercial era por demostrar quién ofrecía más fríos los elixires derivados del lúpulo.

La fiebre amarilla y la peste bubónica, aparecidas el año anterior, continuaron intermitentes. La población rebasaba los 54 000 habitantes (58% eran mujeres) y estaba familiarizada con las pestes iniciadas en el mercado Fabela, un laberinto de locales de madera instalados en el parque Zamora, donde la falta de higiene, la proliferación de ratas, la escasez de agua y el derrame de aguas negras, fueron el idóneo caldo de cultivo para el crecimiento exponencial de los contagios. Ello llevó a que el alcalde, Salvador Campa, solicitara ayuda de los gobiernos estatal y federal para contener la epidemia. Y al poeta Francisco Rivera, “Paco Píldora”, a escribir sobre el parque: “Se transformó en zoco infecto / y fue de mugre una estela, / cuando el mercado Fabela / nació tras breve proyecto. / Sucio y obligado efecto / que dio la revolución, / la sede del jacalón / y de la peste bubónica / que dio motivo a la crónica / de escándalo en la nación.”

Rafael García Auli, estibador, integrante del grupo Antorcha Libertaria, y quien contendió por la alcaldía a fines de ese año, recuerda que ante

tan tremendo escándalo, enviaron […] al doctor Fabela, una eminencia […] [y] organizó su equipo de trabajo, se ordenó la inmediata vacunación de toda la población […] expedían constancias [y] quien no la tenía era obligado a recibirla; se trataba de una aguja [que] medía no menos de 20 centímetros […] apretaban el pellejo y “adentro que se ahorca Lucas.

Asimiladas las pestes, el Zamora quedó hecho una inmundicia, pero la vida cotidiana recobró su ritmo y la aduana de Veracruz regaló las rejas de hierro de los almacenes tres y cuatro del muelle para armar locales que no fueron ocupados. Tocaría al siguiente alcalde iniciar, en 1922, la construcción de un nuevo mercado, el Hidalgo, que tardaría años en terminarse. Pero antes, “en esos tiempos de la fiebre amarilla”, dice don Joel Rodríguez Saborido, la gente se encerró en sus casas:

Todo el mundo andaba apurado porque no fuera a ser que algún familiar fuera contagiado. Dejamos de ir a la escuela, de salir a jugar y nos la pasábamos encerrados. Por el rumbo donde vivíamos, cerca del Parque Ciriaco Vázquez, se acabó el béisbol callejero; pero luego todo volvió a ser igual: volvimos a la escuela, la gente salió a la calle, se llenaron de nuevo los cafés y las cantinas, porque eso sí, aquí a la gente le gusta la calle, así somos.

Conflictos, ocio, criminalidad

En 1921 prevaleció la carencia de agua, y el 1 de marzo los ferrocarrileros fueron a la primera huelga de las muchas que anualmente pintarían de rojinegro la década, secundados por los gremios relacionados con la Compañía Terminal de Veracruz. La mediación del gobierno federal condujo a firmar acuerdos el día 8, sin levantar la huelga; y El Dictamen, diario local, luego de anatemizar día tras día a los huelguistas, hizo gala de su esencia y estilo: dedicó el editorial a las baratas de ropa en La Galatea y La Soriana, afirmando: “estas baratas hacen más por la tranquilidad del mundo, que todas las leyes y las predicaciones”.

El mismo 1 de marzo, el aviador cubano Rubén Delgado llegó para analizar la posibilidad de abrir el primer vuelo La Habana-Veracruz-La Habana, y un marinero holandés fue apresado por consumir marihuana y hacer escándalo en la vía pública. El Ayuntamiento informó que dos empresas, aparte de la Compañía de Luz, estaban propuestas para reanudar el abasto de agua, suspendido por el deterioro de las calderas de El Tejar. Este problema obligó a que, días después, la delegación sanitaria abriera los baños públicos a las personas que no tenían servicio. En tanto, el gobernador Tejeda expidió la Ley de Participación de Utilidades y generó la protesta de Pasquel Hermanos y Cárdenas McGregor en el puerto, lo que no incidió en la cotidianidad de las mayorías porteñas, tan alejadas de los conflictos político-empresariales, como de los cambios de directivas en el Casino Veracruzano, la Lonja Mercantil y la Beneficencia Española.

Mucha gente iba a apoyar al Veracruz Sporting Club frente a la Asociación Deportiva Orizabeña; los socios de aquel Club pagaban un peso general, los no socios 1.50, y quienes querían silla debían alquilarla por 50 centavos. Otras personas asistían al Variedades para ver a la bailarina rusa Ana Petrowa, rival de la otra Ana rusa: La Pavlova. La mayoría de esa audiencia plural se movía durante el día y parte de la noche en los tranvías (ampliada su cobertura el 16 de enero con las rutas Laguna por Playas y Laguna por Pino Suárez) y autobuses, aunque el servicio de estos presentaba deficiencias en las rutas “de playa”, señaladas en El Dictamen por los usuarios. Los domingos, los autobuses llevaban y traían gente cada 25 minutos por una peseta (25 centavos), de Plaza de Armas y viceversa al recién inaugurado balneario San Sebastián.

Los cines Eslava, Variedades y el Teatro Principal eran frecuentados por los integrantes de la segunda generación de mexicanos cinéfilos y por los aficionados de siempre al teatro. La Soriana, ubicada en Independencia número 34, promovía su gran barata “para los proletarios con precios iguales a los de 1912” y cerraba a las 17:00 horas por exceso de clientes, no sin antes prometer una “barata especial para la clase media”.

El bullicio de la modernidad por el roce de los tranvías sobre los rieles y el ruido de autobuses y automóviles Ford y Packard, vendidos por Drake Auto and Machinery Co. y reparados en el taller Veracruz Motor Company, no acallaba las persistentes voces pregoneras vendiendo tamales; pescado y marisco; tortillas de coyol, panqués y volovanes. Don Manuel García Amador recuerda:

Mi suegro desde chamaco trabajó en la terminal como despachador de trenes y años después como ayudante del Jefe de Estación. Cuando salía para ir a su casa, se iba comprando pescado o camarones o pulpos. Llegaba y pues a comérselos con alguna botella de vino comprada en la terminal. Uno encontraba de todo; bueno, casi de todo, para comprar en la calle. Había mucha fayuca; contrabando, pues.

Y sí, escribe “Paco Píldora”, “¡qué alegre entonces se oía / cuando iba cayendo el sol / el cantar del pregonero! / las tortillas de coyol / y el tamal medellinero”. Se encontraba casi de todo en la calle, aunque también en las tiendas de ultramarinos, que ofrecían vinos, licores, embutidos, quesos, telas y atuendos en general, además de productos nacionales distribuidos por Vicente Roji e Hijos. Y podían verse películas de diversos géneros llegadas de Europa y Estados Unidos, entre ellas: El moderno Montecristo, que constaba de nueve partes; la comedia Rivalidades de Max, con Max Linder, y María Angélica, con Mary Pickford.

El nuevo proyecto de nación esgrimía la defensa de los oprimidos de siempre, quienes continuaban en las mismas condiciones, y el poder y la capacidad adquisitiva estaban aún en manos de unos cuantos. Los más de 50 000 veracruzanos que habitaban el puerto estaban divididos, lo que no impedía que acudieran a fines de marzo al estreno, en el Teatro Principal, de la obra El mal que nos hacen, de Jacinto de Benavente, puesta en escena por la Compañía Virginia Barragán; o a la Plaza de Toros de Villa del Mar para ver lidiar a Juan Silvetti y Jesús Tener seis toros de la ganadería de Xochiapa; o a la inauguración del Pabellón número 3 de la Beneficencia Española, dada a conocer con fotografía incluida.

Interesaban a toda la población los nuevos horarios del ferrocarril Veracruz-México-Veracruz y Veracruz-Alvarado-Medellín-Veracruz, porque la influencia del puerto como ciudad central en la región exigía mejores y constantes vías y medios de comunicación con las poblaciones mencionadas, ya que desde Alvarado llegaba diariamente por tren pescado y camarón (también de Antón Lizardo) para distribuirse en el puerto y seguir su viaje hacia Xalapa, Córdoba y el altiplano; de Medellín arribaban frutas, verduras, legumbres, etc., y de vuelta el fin de semana se hacían excursiones al río por ferrocarril. Las panaderías abrían a las cuatro o cinco de la mañana y empezaban a hacerse las michas, bombas, canillas, pambazos, empanadas de manjar y queso.

Algunas cantinas, como una que estaba en Hidalgo, entre Emparan y Constitución, a unos 30 metros de donde luego estuvo “La Viña” [dice don Joel], y otra que estaba en Esteban Morales casi llegando a Bravo, abrían poquito antes de las cuatro de la madrugada, porque los panaderos pasaban a echarse un fajo de caña, un lingotazo de habanero o de yerba maistra, pa’ acabar de despertar si el café no había sido suficiente. De ahí se iban a hacer el pan y uno podía estarlo comprando calientito a las siete de la mañana. ¡N’ombre, esa gente sí que era responsable, porque nomás se echaban el trago necesario y ni uno más!

El juicio más sonado e impactante de ese 1921 concluyó el 12 de marzo con sentencia de quince años de prisión para Juan Aguirre, asesino de su amasia con cinco balazos durante una discusión conyugal. Y en este contexto de ejercicio de la justicia aplaudido por la población, y para cerrar un mes movido, la Sociedad Médica Veracruzana puso a disposición su Revista Médica Veracruzana, mientras el séptimo caso de fiebre amarilla apareció en ese primer semestre del año, en el cual se reportó también un caso de encefalitis, a la par que la gripe y el sarampión llegaron a considerarse epidémicas. El doctor Juan Rojas dio a conocer la llegada de ratoneras para la campaña de desratización, apareció otro caso de fiebre bubónica procedente de Tampico, fueron atrapadas dos ratas infectadas, y se anunció el fin del plazo para que todas las personas encalaran las paredes de sus casas.

En junio fue apresado José Mortello, tripulante del Vapor Alfonso XII, con nueve cajas de cocaína, nada importante frente al fantasma de una nueva invasión estadunidense causada por la presencia de seis buques de guerra frente a la costa, hecho que desveló a la gente, la cual supo hasta el siguiente día que habían sido adquiridos por el gobierno federal.

En el mes de julio, en Zamora número 18, se inauguró Fotografía Valdés, que tendría clientela no sólo por las ganas de la gente a perpetuar su imagen, sino por las necesidades crecientes de identificación en las escuelas y en la vida civil en general; el estudio se agregó a los ya reconocidos Estudios Fotográficos Cepeda y Fotografía Argumedo.

En el mes de agosto, Rodolfo Gaona toreó en Villa del Mar, y un hombre con iniciales B. R. y C., quien dijo tener 37 años, un capital de 15 000 pesos y ser profesionista, anunció en El Arte Musical que deseaba casarse con una señorita menor de 20 años, bien educada, agraciada físicamente y de escasos recursos económicos; las interesadas debían entregar sus fotografías en la calle 5 de Mayo número 43. El anuncio fue respondido por Emma y motivó que una semana después el casi anónimo B. R. y C. respondiera así: “Recibí su retrato. Es usted encantadora. Le suplico me cumpla la cita que me ofrece el día 23 del actual. Procedo de buena fe y le demostraré mi caballerosidad.”

No volvió a saberse de los enamorados. El tiempo transcurrió inexorable, las ideas iban y venían con los buques y viajeros que entraban y salían por la entonces principal puerta del país, y traían las obras de Mark Twain, de Lenin (Ideario bolshevista y El comunismo de izquierda) y Trotski (Terrorismo y comunismo), ofrecidas por la librería La Revista y la de Rafael García, también distribuidor de Cine Mundial, Mercurio, Vogue en Español, El Hogar y diarios locales, estatales y nacionales.

Se anunciaban en El Dictamen una especie de arnés (marca Trados) que respingaba la nariz, la nueva navaja Gillete (patentada en México un año atrás), y un medicamento curador de casi toda enfermedad llamado Quina-Laroche. Todos disponibles en farmacias y misceláneas cuyos dueños no respetaban la jornada de ocho horas ni pagaban horas extra ni concedían descanso dominical, provocando supervisiones domiciliarias, multas de 300 pesos y arresto a quienes no cumplían, como los contratistas responsables de construir el mercado de Pescadería, que había quedado inconcluso.

La ciudadanía exigió cerrar la cantina El As y el alcalde respondió, no se sabe si en un acto de cinismo o sinceridad, que era imposible hacerlo, porque esto llevaría a cerrarlas todas, ya que cuando se les concedía el permiso no podía saberse si iban a hacer escándalo. Sí ordenó cerrar hoteles sospechosos de promover la prostitución y un grupo de mujeres solicitó su destitución por autorizar la apertura de casas de citas en el centro.

Los dueños de estanquillos frente al Variedades protestaron ante el impuesto por venta de bebidas alcohólicas que el Cabildo aplicó, acusándolos de vender no sólo licor y cerveza hasta las tres de la mañana, aprovechando el cierre de las cantinas, sino también marihuana, cocaína, morfina y heroína. Asimismo, prohibió a los boleros trabajar en Los Portales y advirtió a los voceadores que serían sancionados por decir palabras soeces en la vía pública.

En el segundo tercio del año se construyó la estación del tranvía con el nombre del balneario Villa del Mar, lugar sólo aparentemente plural en su acceso, porque ahí también se manifestaban las diferencias sociales: mientras que a las playas asistía quien lo deseara, muchos de los bailes celebrados en su gran salón estaban reservados a la pequeña burguesía emergente (a las prostitutas, o a las ¡sospechosas de serlo!, no se les permitía la entrada). Como sea, la mayoría iba a las playas y algunos a bailar en el lugar que un presunto poeta, de nombre Jesús Zavala, se atrevía a describir así en las páginas de El Arte Musical: “Al compás de la música, asidos de las manos, los jóvenes gozan de las delicias de los modernos bailes. Y la grata caricia de las rosas eléctricas destila aires sanos.”

Esas “rosas eléctricas” en el techo eran elementos integrantes del paisaje urbano, ya que la energía eléctrica se integraba a la cotidianidad comercial y cultural porteñas en el centro y en los terrenos que, en tiempos no muy lejanos, eran todavía extramuros, y donde habitaba la plebe, la gleba que abriría para sí Villa del Mar por fuerza de su peso numérico y ser un nuevo sujeto social que obedecía al nombre de consumidor. Esta clase social y “los de arriba” coincidían en su apoyo al Águila de Veracruz en la inauguración de la temporada a fines de octubre, cuando el equipo local derrotó al Williams de la capital de la república.

Pugna por la alcaldía

Las campañas políticas por la alcaldía metieron al puerto en una dinámica de fin de año rijosa, porque dos candidatos representaban a sectores sociales enfrentados, y porque el gobernador Tejeda intentó jugar su baza a favor de un tercero. Por un lado, estaba Rafael García Auli (de cuya campaña no se informaría en las páginas de El Dictamen), estibador impulsado por los gremios de trabajadores; por el otro, el comerciante Natalio Ulibarri, dueño de La Galatea y miembro prominente de los grupos de poder económico en la ciudad (a quien el diario apoyaría sin condiciones); y el escritor José Mancisidor, un hombre de izquierda apoyado por Tejeda, lo que llevaría a que García Auli acusara a este de traidor a la causa del pueblo por impulsar la división del voto popular e izquierdista. Resultaría triunfador García Auli –con 2 599 votos de un padrón electoral de 10 450–, quien tendría como representantes ante la Junta Computadora a personajes como Luis N. Morones, Antonio Díaz Soto y Gama, y Manlio Fabio Altamirano. Ulibarri conseguiría 1 748 y Mancisidor 979 votos.

Ya electo, García Auli apoyó a los estudiantes de las secundarias locales ante la solicitud del gobernador a la Legislatura para cerrarlas junto a las de Orizaba y la Comercial de Tlacotalpan. Los estudiantes obtuvieron el apoyo de los gremios y de la sociedad porteños, de los comerciantes y de los diputados. Por su parte, el Consejo Local de Educación, entre cuyos integrantes estaban Manuel Gutiérrez Zamora y Julio S. Montero, acordó la defensa del colegio y señaló que detrás del cierre estaban los intereses de quienes querían abrir la universidad veracruzana, un proyecto del que ya se hablaba en los círculos educativos. La Legislatura rechazó por unanimidad el cierre, luego de varias marchas y mítines, en alguno de los cuales habló Herón Proal, un activista de Antorcha Libertaria, quien sería famoso internacionalmente el año siguiente.

A mediados de diciembre el alcalde convocó a una marcha para celebrar la Terminal del Ferrocarril al patio La Onza de Oro, que terminó con un baile en el Ciriaco Vázquez. Y el domingo 18, un par de días posteriores a que el inicio de La Rama llenara de pregones la ciudad (A las buenas noches ya estamos aquí / aquí está la rama que les prometí…) y quince antes de tomar posesión, hizo otro en los patios de la aduana; cuatro días antes de que Mariano Fuster fuera el primer pasajero por avión en el vuelo inaugural Veracruz-Tlacotalpan-Veracruz; once después de que un norte entrara al puerto e hiciera bajar la temperatura hasta los 19 grados centígrados; y trece antes de que grupos de gente recorrieran las calles cantando Una limosna para este pobre viejo / que ha dejado hijos… para el año nuevo.

Terminaba así el primer y más tranquilo año de los fabulosos 20 porteños, donde la huelga ferrocarrilera, extensiva a todos los gremios vinculados a la Compañía Terminal, no interrumpió la cotidianidad de la vida social, pero sí manifestó lo que sería la impronta de la década en ese primer territorio libre de la lógica que es el puerto de Veracruz, del cual no sabemos el clima del domingo 1 de enero de 1922, aunque seguro la celebración del año viejo prosiguió en el nuevo, amenizada con danzones, rumbas, guajiras, zarzuelas, fox trots, one steps y los discos de la Orquesta Hawaiana, comprados en casa Wagner. Sí sabemos que esa es una historia ya contada en otro lugar; y quizá vuelta a contar en un futuro cercano.

PARA SABER MÁS

  • GARCÍA AULI, RAFAEL, La Unión de Estibadores y Jornaleros del Puerto de Veracruz ante el movimiento obrero nacional e internacional de 1900 a 1997, Veracruz, Tipográfica Reforma, 1977.
  • GARCÍA DÍAZ, BERNARDO, Puerto de Veracruz, Xalapa, Gobierno del Estado de Veracruz, 1992.
  • GARCÍA NIÑO, ARTURO E., “Una década rojinegra (vida cotidiana, cultura y luchas sociales en el puerto de Veracruz durante los años veinte del siglo XX)”, tesis de doctorado, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2009, en https://cutt.ly/xjHuZS3
  • REYNA MUÑOZ, MANUEL (coord.), Actores sociales en un proceso de transformación: Veracruz en los años veinte, Xalapa, Universidad Veracruzana, 1996.

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