El patio de nuestra casa es particular. En el centenario de la muerte de Ángel de Campo, Micrós

El patio de nuestra casa es particular. En el centenario de la muerte de Ángel de Campo, Micrós

Miguel Ángel Castro – Instituto de Investigaciones Bibliográficas, UNAM.

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 3.

Sin título
Ilustración de Julio Ruelas para “El Inocente” de Cartones de Ángel de Campo, Micrós, 1897

El patio: lugar de juego, recreo, descanso, solaz, esparcimiento, risas y lágrimas, triunfos y derrotas, golpes y caricias, descubrimiento y reflexión, aventuras y ocio, encantamiento y desilusión. Espacio de diversión del ser y el estar, de luz y sombra. El sitio donde la seguridad del hogar cede un poco ante la urgente emoción del riesgo, de la fantasía y de lo oculto, donde lo conocido se abre sin aviso hacia lo desconocido. Espacio en el cual se detienen viejos y nuevos encuentros. La fragilidad propia de la libertad y lo efímero explica algo de aquel placer que hallamos y ofrecemos en los patios de nuestras vidas: el patio particular que como todos los otros patios cuando llueve se moja, al igual que se seca, se barre y se riega. Excepciones habrá como la de aquel que afirma en un comentario en Internet, al referirse a la popular ronda infantil, “como yo no tengo patio, no me pasa lo que a los demás, si llueve no me mojo, ni se moja na de na”. Otros, como los integrantes del grupo Baba, añaden posibilidades a la tradicional canción: “El patio de mi casa es particular / porque sabes cuando entras / pero no cuando te vas” igualmente la artista española Nuria Carrasco se propuso jugar con la oración en “El patio de mi casa no es particular”, exposición montada hace un par de años en el Centro de arte contemporáneo de Málaga, para referirse a “ese espacio frágil, efímero y cambiante que se encuentra en el interior de las personas”.

calle
“La Mariscala (hoy avenida Hidalgo)”, Álbum La capital de México, 1876-1900, U.I., 2000.

El patio es una invención colmada de historia. a la Península Ibérica debieron llevarlo los árabes y de ahí brincó el atlántico para adquirir nuevos planos y dimensiones en un continente donde algo semejante ya existía. En la nueva España adoptó los usos propios de un espacio abierto al aire libre dentro de una propiedad, más o menos como lo define desde el siglo XVIII el Diccionario de la Real Academia: “espacio cerrado con paredes o galerías, que en las casas y otros edificios se suele dejar al descubierto”. El “patio de butacas” era una frase que se refería, en los teatros, a la planta baja que ocupaban las butacas o lunetas y que en los antiguos corrales de comedias carecía de asientos casi toda ella. La palabra también designaba el “espacio que mediaba entre las líneas de árboles y el término o el margen de un campo”, y de acuerdo con el magno lexicón, en México patio es el “espacio descubierto cerca de las estaciones de ferrocarril, en que maniobran las locomotoras”. En argentina y Uruguay la locución verbal “pasarse al patio” significa “tomarse demasiada confianza”.

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