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Andrea Chong Muñoz Facultad de Filosofía y Letras, UNAM En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 44. Desde Porfirio Díaz hasta Pancho Villa fueron deslumbrados por la artista española. A pesar de amenazas e intimidaciones, y la necesidad de ausentarse del país en algunas temporadas, logró preservar su espectáculo, sin importar las filias políticas. Caos. Es la primera palabra que se formula en los labios de cualquiera que escuche hablar de la revolución mexicana. Sin embargo, en medio de las idas y venidas de los ejércitos, del miedo y de las balas que rozaban las cabezas de los incrédulos, los teatros estaban llenos de vida. Ya fuera el Colón, el Lírico o el Principal, ya fueran los oficiales o los soldados rasos, había una artista que nadie podía perderse, una pícara española que derrochaba alegría y podía salvar una vida con su sonrisa. Su nombre era María Conesa,…

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EDITORIAL CORREO DEL LECTOR ARTÍCULOS La última defensa del gobierno virreinal en la Nueva España Eduardo Adán Orozco Piñón Dos ejércitos, dos visiones, un sitio Iván Lópezgallo Maximiliano y la Virgen de Guadalupe. Desacuerdo en tiempos de fiesta Sergio Hebert Caffarel Pérez La barbacoa en el siglo XIX Blanca Azalia Rosas Barrera María Conesa encandila a la política mexicana Andrea Chong Muñoz  La formación del adolescente mexicano Ivonne Meza Huacuja   DESDE HOY México ante el cambio climático Fernando Tudela   TESTIMONIO En la huerta de la casa de Don Valentín. El bullicio de la colmena Ana Buriano   ARTE Saturnino Herrán. Artista del modernismo nacionalista Luciano Ramírez   CUENTO Cacao-chocolate Eduardo Celaya Díaz   ENTREVISTA Santa Anna en Turbaco, en 1856 Ana Rosa Suárez Argüello   SEPIA Techo de cristal Darío Fritz      

En revista BiCentenario. El ayer y hoy de México, núm. 44. Los desencuentros del Estado mexicano con la Iglesia católica tuvieron su punto de inflexión en la primera mitad del siglo pasado, pero no fueron los únicos. Hacia 1865 Maximiliano intentaba acercarse al clero, que lo veía con absoluto recelo. El emperador propugnaba la identificación del régimen con la imagen de la Virgen de Guadalupe ya incorporada por los sectores populares como parte de la identidad mexicana. Necesitaba una manera de encontrar un punto de unión, a pesar de los conflictos internos, y ese pretendía que fuera su estandarte. La peregrinación del 12 de diciembre de ese año y la ceremonia religiosa en la que participó fueron parte de los intentos de convertir a la virgen en insignia de la corona y elemento legitimador en el plano religioso. Lo simbólico, que siempre ha formado parte de las acciones políticas, lo…

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